Signos astroilógicos
Hablar de que estamos “en Mercurio retrógrado” es una de las mejores excusas para justificar malas decisiones o las coincidencias que llamamos “mala suerte”. La ilusión óptica de que Mercurio, el planeta más cercano al sol, “retrocede” es pretexto para todo tipo de accidentes o cambios de humor. Algo aparente que se somatiza, dirían los profesionales.
En Infobae, Carolyn Ernst, de la NASA, lo explica al compararlo “con la experiencia de conducir por una autopista con varios carriles: cuando adelantas a un coche en otro carril que va más despacio, puede parecer que se mueve hacia atrás en comparación contigo, aunque ambos vehículos estén avanzando en la misma dirección”.
Y en este periodo ilusorio, ‘retrógrado’, es cuando llega el eclipse solar más importante de la temporada, de esos que no se ven en décadas.
En San Luis Potosí ya hay quien está apostando a que la mañana de mañana, lunes 8 de abril, día del eclipse, se va a nublar, aunque nada parezca indicarlo. Y es que muchos (¿la mayoría) fenómenos astronómicos solares y lunares nos los hemos perdido por culpa de Tláloc, que se empeña en negarnos la vista de esos cambios y alineaciones cósmicos que tanta magia parecen tener. Aunque no llueva, aparecen nubes que nadie se esperaba y solo queda imaginar ese cambio que asombra y nos lleva a mirar hacia arriba.
Creemos en algo, a veces lo negamos, a veces lo atribuimos a otro algo o a Alguien (así, con mayúscula inicial), sean Dios o Tláloc, los horóscopos o la alineación de planetas. Igual son ciertos el aumento de niños nacidos en luna llena o el cambio en las mareas (del mar o de enojos) provocadas por la cercanía o lejanía de un cuerpo celestial.
Desde Hank Morgan —el yanqui que viaja en el tiempo hasta la corte del rey Arturo según Mark Twain— hasta el momento cumbre de la saga juvenil Crepúsculo, los eclipses han sido grandes detonadores literarios. La conseja popular, esa que no necesita evidencias ni lógica, les atribuye poderes adivinatorios, devoradores y transformadores: en las series Ávatar, la leyenda de Aang (2005) y Héroes (2006-2010) el eclipse quita poderes a algunos de sus personajes, y es por eso el momento climático de algunas historias. También podemos pensar en cómo cambian las ondas electromagnéticas y energía en general al cambiar los astros: véase a propósito la serie de moda El problema de los tres cuerpos, basada en una trilogía de Liu Cixin.
“Yo sufro / tu eclipse, ¡oh creatura solar!, mas en mi duelo / el afán de mirarte se dilata / como una profecía”, escribió Ramón López Velarde.
Escribí esto hace casi un año: “Cuando el eclipse de 1986 yo estaba en tercero de secundaria y también fue un día nublado. Se nos dio la posibilidad de no asistir a clases, y a los pocos que fuimos a la (José) Ciriaco (Cruz) nos confinaron en la biblioteca para ver por televisión el fenómeno astronómico que para algunos es astrológico. A pesar de las nubes nos queda de aquella fecha un monumento en el parque Tangamanga I”.
Recomiendo, como entonces, los cuentos “El clis de sol” de Manuel González Zeledón y “El eclipse” de Augusto Monterroso.
El buen amigo poeta Héctor Esquer me dijo del error que cometí la semana pasada, adjudicando versos de César Vallejo a Amado Nervo. ¿Diré que fue culpa de Mercurio retrógrado? No, no creo que el mensajero de Zeus y protector de secretos (le debemos la palabra ‘hermético’, además del nombre del planeta) ande tan ocioso que guste ocasionar errores de dedo y de palabra.
Los libra no creemos en la astrología (guiño) pero es divertido imaginar algunas narrativas para el absurdo de vivir. Mercurio ‘retrógrado’ se suma a las adoraciones y temores que tantos traemos en el inconsciente y canalizamos como podemos. Por otra parte, para Belén Reyes “la poesía es un arma cargada de mercurio”:
Yo sé, porque me duele cuando escribo,
que Amparitxu se acuerda de Celaya.
La poesía es un arma cargada de mercurio,
a casi todo el mundo se le escapa.
Y no sé por qué insisto en estos tiempos,
se nos van los poetas en silencio,
y luego el homenaje-navajada.
Hago trenzas de versos, me despeino.
Cuando se hace un milagro hay que dar caña.
Yo sé que es vida esto que se mueve
entre estas venas rotas y cansadas.
La poesía es un arma cargada de mercurio,
—hay una minoría que la atrapa—.
Los demás que se apañen con la nómina,
con el vídeo, la coca, o la esperanza.
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