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¡Son las políticas!

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Junio 24, 2021 03:00 a.m.

La insatisfacción de la ciudadanía por sus gobiernos es un asunto que requiere atención seria y disciplinada. Es una de esas pocas cosas que representan por sí mismas una causa de movilización para votar -a favor o en contra de determinados partidos o candidatos-, para anular o para abstenerse de votar. Hay personas astutas que, de forma metódica o intuitiva, han intentado obtener ciertos rendimientos electorales a partir de la implementación de algunas acciones que sacan provecho de esa insatisfacción. Las promesas del cambio están basadas en esos razonamientos.

Quiero presentarle ahora un problema del que se habla poco pero que importa mucho. ¿En qué medida la insatisfacción por los gobiernos incide o afecta la percepción que tiene la ciudadanía de su democracia? ¿la democracia sirve para mejorar el desempeño gubernamental? Si esto es así, ¿de cuál democracia estamos hablando? ¿la celebración de elecciones? ¿otras herramientas de vinculación entre la ciudadanía y sus gobiernos?. Hace unos meses se presentaron los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 -que elaboró el INEGI y que Usted puede consultar en internet si así lo desea-, entre los cuales destaca uno que requiere alguna atención especial. En números gruesos la población en México está dividida de manera más o menos en mitades entre los polos de satisfacción-insatisfacción por la democracia. Se estima que a nivel nacional, 52.7% de la población de 15 años y más que sabe o ha escuchado lo que es la democracia, manifestó sentirse algo o muy satisfecha con la democracia que se tiene hoy en México, mientras que 46.8% de la población declaró sentirse poco o nada satisfecha. 

¿Las personas que manifiestan algún grado de satisfacción por la democracia son quienes salen a votar?. El Instituto Nacional Electoral estimó que en la pasada elección del 6 de junio, a nivel nacional acudió a votar un 52% de las personas que forman parte de la Lista Nominal de Electores. 52.7% de personas satisfechas con la democracia (INEGI), 52% de personas que salieron a votar (INE). ¿Hay relación en ello? No necesariamente. El indicador de la satisfacción por la democracia no sirve -o no debería servir- para correlacionar -o peor aún, para pronosticar- los porcentajes de las personas que forman parte del listado nominal y que salen a votar durante una elección -esto que coloquialmente se le llama “nivel de participación ciudadana”-, ya que, como dije líneas atrás, las motivaciones que hacen que una persona acuda o deje de acudir a una casilla son bastante más complejas que la mera suposición de la satisfacción por la democracia. Hay estudios serios que ya se han ocupado de este asunto.

El problema que le quiero presentar tiene que ver con una tergiversación que suele cultivarse para motivar a las personas a que voten o no por determinados partidos o candidatos. Cuando un gobierno se queda corto en alcanzar las expectativas que se construyeron desde una campaña proselitista, la insatisfacción por ese gobierno puede incidir en la insatisfacción por la democracia y sus instrumentos -donde el voto solo es uno de ellos-. Dicho de otra forma, hay quienes consideran que votar no sirve para mejorar la situación de una demarcación. 

¿Qué es lo que tenemos que hacer desde nuestra posición de ciudadanía para mejorar nuestro entorno? Si se trata de votar -insisto que no es el único instrumento de la democracia- debemos prestar una atención distinta a la capacidad que muestran partidos y candidatos para conformar instituciones que produzcan políticas pertinentes y eficaces. Esto escapa, por mucho, a las narrativas simplificadoras que buscan la movilización del voto a partir de la evocación de las emociones. 

Que el voto sea el primer eslabón de una cadena de vínculos entre la ciudadanía y sus gobiernos, cuyo contenido se centre más que lo que se exige que hagan los gobiernos y menos en lo que rezan los discursos del mercado electoral. Los otros eslabones se relacionan con la planeación participativa, la exigencia por la rendición de cuentas, el acceso a la información pública. Vamos algo tarde en construir una noción de ciudadanía que preste una atención distinta a la relación que existe entre la participación y la modelación de instituciones gubernamentales. Mancur Olson lo tenía clarísimo: 

“Cuando se pregunta uno: ¿Por qué algunas naciones son ricas mientras otras son pobres? la idea clave es que las naciones producen dentro de sus fronteras no aquello que la dotación de recursos permite, sino aquello que las instituciones y las políticas públicas permiten”.

Twitter. @marcoivanvargas