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Un analgésico contra la violencia

Por Ricardo Homs

Julio 09, 2022 03:00 a.m.

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Que el origen de la violencia está en las graves desigualdades sociales, así como en la falta de oportunidades, en el resentimiento derivado de las injusticias y muchas causas más, es entendible. Tiene razón el presidente López Obrador en el diagnóstico.

Negarse a utilizar los recursos jurídicos y el poder legítimo del Estado Mexicano para combatir de frente a la delincuencia, representa una afrenta a las víctimas de la violencia, así como a sus familias.

La realidad actual de nuestro país es equiparable a la de un enfermo de cáncer —que aparentemente luce bien—, pero en su interior libra una batalla mortal, que le puede costar la vida.

Esa es la situación de México: luce bien en una mirada superficial, pero internamente se está desmoronando el Estado de derecho, que es la base del equilibrio que permite la convivencia.

Imaginemos que este enfermo —llamado “Pedro N”—, va con el oncólogo. Este empieza a hablarle de un plan para reeducar sus malos hábitos, que son los que propiciaron el deterioro de su salud. Le aclara… ni un cigarro más. Además, nada de azúcar ni de sal. Eliminar el consumo de grasas y muy pocos carbohidratos. Cero estrés… vida apacible… comida saludable únicamente, entre otras indicaciones para su tratamiento y lo despacha a su casa.

Mientras tanto, un amigo del primer paciente, quien ha llevado una vida similar a la de “Pedro N” —al cual denominaremos “Pablo N”—, visitó otro médico oncólogo, que no se fue por las ramas.

De inmediato “Pablo N” fue sometido a “terapia intensiva”. De inicio fue objeto de una cirugía para extirparle un tumor. Después de unos cuantos días de reposo, llegaron las quimioterapias, tan agresivas que perdió peso, se le cayó totalmente el cabello y su aspecto ya no era tan saludable como el de su amigo “Pedro N”.

Sin embargo, después de este agresivo tratamiento siguió la recuperación, lenta pero definitiva y fue dado de alta con un régimen alimenticio y cambio de hábitos similar al de su amigo “Pedro N”.

Poco después los papeles se intercambiaron. “Pedro N” tuvo un deterioro veloz que se convirtió en metástasis y sobrevino una dolorosa muerte, mientras su médico seguía culpándolo de sus malos hábitos como causantes del cáncer y criticaba el salvaje tratamiento que a “Pablo N” lo había sometido su médico.

Cuando a “Pedro N” le llegó la metástasis —o sea que el cáncer pasó a otros órganos—, la familia cambió de médico.

Durante el sepelio de su amigo, “Pablo N” platicaba con la familia que él hizo grandes esfuerzos para convencerlo de cambiar de médico, porque aunque el diagnóstico era correcto, el tratamiento era inocuo. Sin embargo, el médico socarrón era tan persuasivo y seductor que le impidió interpretar la realidad desde una visión objetiva.

Regresando al tema de la seguridad, podemos interpretar que pretender resolver este grave y urgente problema sólo con estrategias preventivas, equivale a tratar de curar un cáncer agresivo simplemente tomando analgésicos.

Es una irresponsabilidad no atacar de inmediato la violencia y enfrentar a los delincuentes con todo el poder del Estado Mexicano. De no actuar en contra de la violencia, cuando el próximo Presidente pretenda retomar el rumbo para someter al país a terapia intensiva, quizá sea muy tarde y los políticos ya estén recibiendo órdenes del crimen organizado.

Twitter: @homsricardo

(Presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación)