logo pulso
PSL Logo

Un viñedo en el espacio I

Por Alfredo Oria

Septiembre 27, 2019 03:00 a.m.

La vinícola potosina Pozo de Luna convocó en días pasados a un concurso literario con motivo de su Fiesta de la Vendimia. Los textos estaban inspirados en los motivos del vino y de San Luis. Se recibieron una gran cantidad de trabajos, la mayoría de ellos muy buenos, y la ganadora resultó ser Myrla Treviño. Aquí le comparto, caro lector, la primera parte de su magnífico relato, conmovedor y pleno de significación:

Era el fin de un tiempo complicado, apocalíptico y gris; un tiempo que parecía ser el fin del mundo, pero que de una u otra forma no lo había sido. Era el comienzo del año 2084 y parecía que la poca vida que quedaba en el planeta se mantenía con la firme convicción de sobrevivir. Después de mil intentos catastróficos, la humanidad había logrado crear agua de forma artificial, aún sin los minerales suficientes para mantenerla estable dentro del cuerpo humano, sin embargo, a la par de este invento, se había creado una cápsula llena de calcio, magnesio, cloruro y otros minerales que eran disueltas en el líquido antes de beberlo, convirtiéndolo entonces en el recurso vital que tanto necesita el hombre. 

Y ahí, en medio de una latente esperanza en el futuro, estaba Memo, como estatua de cara a una ventana, viendo cómo el recientemente creado recurso “natural” regaba de forma controlada su viñedo, plantado en un pequeño espacio de tierra en lo que antes era conocido como San Luis Potosí. ¿Un viñedo en medio de un planeta a punto de desaparecer? Sí, ahí estaba, a pesar de todo, un pequeño pedazo de paraíso.

Memo era huérfano, tenía 36 años y, por extraño que suene, era un caso excepcional de natalidad en un mundo que dejó de procrear; formaba parte de las últimas generaciones nacidas; mitad gente que veía cercana la inminencia del fin, mitad gente que perdió la capacidad reproductiva; no parecían tiempos para nacer ni para ser niño, pero él era, literalmente, uno en cien millones.

El dinero ya no importaba en el mundo, el trueque había vuelto, trabajo por trabajo o fruta por agua eran intercambios comunes, de todos los días. Si Memo eran tan rico era porque además de ser una rareza social, era un inventor como pocos: sus inventos facilitaban mucho la vida de la poca gente que quedaba, por lo que tenía muchos recursos, recursos que, además, poco podía compartir. La persona más cercana a su casa vivía a 24 km. de distancia y estaba postrada, imposibilitada para moverse: su vecino más cercano, al igual que el planeta, tenía los días contados.

La mayoría de sus inventos funcionaban a través de energía solar, que junto a la radiación se había acrecentado de forma importante en la superficie terrestre: el calor y la luz del día eran una constante, y para que el viñedo de Memo sobreviviera, tuvo que ver morir varias parcelas de viñas hasta dar al clavo con la fórmula mágica dentro de las precarias condiciones en las que la Tierra se encontraba. Además, por fortuna, él sabía que la vid era resistente a la sequía gracias a sus profundas raíces. Tenía entre sus tesoros Merlot y Nebbiolo, ésta última súper resistente al suelo seco y buenísima para sus experimentos con rosados; además tenía un par de uvas de su propia creación, a una de ellas la había nombrado “Ñ” y a diferencia de la esfera rojo violeta de la Nebbiolo, ésta tenía forma de pera y era de un púrpura intenso, era la cepa perfecta para las condiciones climáticas.

Había creado también su propio microclima, la orientación estaba dispuesta para optimizar el efecto de la luz en las plantas y al mismo tiempo las protegía con arbustos de la radiación inclemente que azotaba la superficie; permitía ventilación suficiente y controlaba la humedad, tenía su propio universo vivo en medio de un planeta en medio de la extinción.

Una mañana, sin saber si era martes o domingo, pocos haces de luz se filtraban en medio de una nube densa y oscura. El mundo estaba a horas de ser sofocado por un tsunami de polvo. Memo se levantó de un salto y corrió a ver su viñedo, estaba como el día anterior, frondoso y cercano al tiempo de la cosecha. Corrió a su bodega subterránea llena de botellas de distintos colores y formas, en distintas etapas de añejamiento, barricas llenas de líquidos púrpuras y rosáceos yacían impávidas, tal como las había visto la última vez. Pensó en refugiarse allí, debajo del suelo, sin embargo, no podía concebir la idea de dejar morir miles de vides, plantas y frutos que eran parte de su sistema.

Continuará…

@aloria23

aloria23@yahoo.com

www.cronicasdelarteydelvino.blogspot.com