La violencia en México se ha vuelto una situación crítica que demanda una amplia intervención a través de políticas públicas que se enfoquen a atender las causas que la generan; desde principios del siglo XXI, varias organizaciones del crimen organizado se enfrentan entre sí, se ha incrementado de manera descomunal la muerte violenta de mujeres, niños y niñas, así como en jóvenes; la violencia se caracteriza por ser cruel y despiadada, se manifiesta en todas las regiones del país.
El fenómeno de la violencia, aunque siempre presente, ha variado en nuestro país; en el año 2007 se registró la tasa más baja de homicidios sucedidos en décadas, pero para el año 2011 ésta se incrementó de manera significativa, al llegar a ser de 20 homicidios por cada 100,000 habitantes, lo cual representó un aumento del 200% respecto al año 2007, en años recientes la tasa de homicidios no ha disminuido, sino que presenta un aumento promedio del 8.7%; para 2020, los estados con más alto y menor número de homicidios son los que se presentan en la gráfica:
No es fácil comprender la complejidad de este fenómeno social, a diferencia del pasado reciente de México, donde la violencia se vinculaba con disputas políticas, ideológicas, religiosas o étnicas, la violencia actual incluye a sectores sociales específicos: jóvenes y mujeres; por ello es necesario cambiar el enfoque de percepción, siendo útil el concepto “sociedades violentas”, que permite comprender cómo diversos grupos sociales, incluido el estado, participan y son víctimas de violencia, debido a una amplia presencia de intereses.
En una sociedad compleja la violencia es multicausal, los actores involucrados se convierten simultáneamente en víctimas y victimarios, se combinan una serie de factores; en México una gran parte de la violencia se vincula con el crimen organizado en el caso de los jóvenes, en el predominio de una “cultura machista” en el caso de los feminicidios, también existe otro tipo de violencia, como la que afecta a los adolecentes y que es generada por grupos juveniles en colonias, barrios o comunidades en condiciones de pobreza, y también la violencia generada al interior de los hogares.
El concepto también permite identificar una amplia gama de víctimas: miembros de organizaciones delictivas, funcionarios públicos, gobernantes, periodistas, miembros de las fuerzas de seguridad, jóvenes, mujeres; su perfil es heterogéneo, de diferentes clases sociales, del norte, sur y centro del país, de zonas urbanas y rurales; la violencia se ha generalizado, no sigue un patrón particular, por lo que es un fenómeno complejo que dificulta el diseño e implementación de las políticas públicas.
La violencia en México no solo es una situación coyuntural, sino también responde a situaciones estructurales como son: 1) el predominio del mercado como principal medio de satisfacción de las necesidades de la sociedad, que impulsa a la acumulación de riqueza como principal medio de bienestar; 2) la estructura de gobierno diseñado para implementar acciones de política pública de manera unilateral; 3) una sociedad, cuyas instituciones educan mediante el castigo en la familia, las iglesias y la escuela.
El combate a la violencia no es un asunto de voluntad política sinvo una construcción racional de política pública, siguiendo las evidencias científicas encontradas en el medio académico, donde destacan estudios como: 1) conductas antisociales de los victimarios, 2) consumo de alcohol y drogas, 3) pobreza, exclusión y desarrollo humano, donde es posible identificar estas situaciones como causales del incremento de la violencia en países como México; atender estos factores, mediante políticas públicas focalizadas han generado resultados alentadores alrededor de todo el mundo.
Otros estudios científicos demuestran que los factores determinantes del incremento de la violencia en diversos países, es producto de: 1) el debilitamiento del estado y de sus políticas públicas, derivado de la fragmentación del poder político generado por la democracia; 2) la reducción del gasto público destinado al combate a la pobreza; 3) el deterioro de la calidad de vida de grandes sectores de la sociedad, motivo de la implementación de las políticas públicas neoliberales y 4), la concentración de la riqueza en pocas familias.
Estos factores estructurales y coyunturales han generado una cultura de violencia en las sociedades contemporáneas, que se caracteriza por: 1) el predominio del individualismo, en donde los grupos sociales no importan; 2) las relaciones sociales basadas en la competencia entre los individuos; 3) la preminencia del consumo como mecanismo para obtener status social, 4) predominio de las relaciones virtuales, en sustitución de la familia, la escuela, el parque público como espacio de encuentro social.
Estos cambios a la estructura social han generado características que permiten el incremento de la violencia, tales como: 1) frustración individual por no tener el status social que demanda una sociedad de consumo; 2) estrés generado por las relaciones de competencia entre los individuos; 3) debilitamiento de los lazos afectivos; 4) desilusión y desconfianza en grades sectores de la sociedad; 5) impulsividad e irreflexión en el comportamiento de los individuos; 6) acciones que solo consideran el corto plazo.
En síntesis: las características sociales y culturales dominantes constituyen el contexto ideal para el incremento de la violencia, estrechamente vinculada a la frustración, impulsividad, irreflexión e impunidad, a lo cual se le suma una larga historia de explotación, pobreza y machismo, en donde la violencia tiene una estructura espiral, ya que todo acto violento genera como respuesta otros actos violentos; esto significa que mientras la estructura social y cultural estén sustentados en la violencia, el resultado será individuos violentos. Próxima columna: 11 de marzo de 2020.
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