Vivino

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Hace unos años apareció una aplicación para teléfonos celulares que introducía una novedad sorprendente: apuntabas la cámara del dispositivo a una etiqueta de vino y en la pantalla te aparecían algunos datos de la botella que tenías delante. La herramienta se puso de moda, pienso, porque era una manera muy práctica de mantener un registro de los vinos que ibas probando, amén de lo atractivo de aquella tecnología.

Con el auge de las redes sociales, Vivino evolucionó hasta convertirse en una manera de comunicarle a otros aficionados del mundo lo que nos había parecido la experiencia de consumo y cuánto habíamos invertido en ella. Aquí es donde comenzó un problema que ahora es conocido: la mayor parte de la información que encontrábamos en la “app” era inexacta y, al no conocer a los demás puntuadores, no era posible saber qué tan confiable sería su apreciación de tal o cual etiqueta. 

Hasta hace poco (estas cifras deben de haber cambiado), Vivino presumía de ser “la biblioteca más amplia de vinos en el mundo” con 25 millones de usuarios que han escaneado 440 millones de etiquetas, realizando 25 millones de reseñas, 75 millones de estimaciones (1 a 5 estrellas, una escala poco elocuente) y refiriendo 3 millones de precios. Proporcionaba, según su sitio web, la información de 3 mil regiones y 200 mil vinícolas alrededor del globo. Suena impresionante, pero ¿qué tan útil es toda esta información? Analicémosla.

A pesar de que la famosa aplicación ofrece noticias, consejos, algunos artículos y encuestas, no me parece que califique como una biblioteca: no contiene un conocimiento de calidad, ni profundidad ni amplitud suficientes (por ejemplo: para Vivino, Parras está en Zacatecas y el mapa nos coloca en Morelia), y sus fuentes, como veremos, son muy cuestionables. De esas 25 millones de reseñas, la mayoría son francamente indescifrables y aunque encontremos alguna con una redacción decente el contenido es tan variable y está tan desordenado que no funciona como una guía de elección, menos como una evaluación crítica seria (de “espantoso” a “maravilloso” en tres opiniones). Sé que entre los profesionales podemos hallar también estos bandazos, pero por lo general son excepciones o están dotados de cierto sustento, cierta explicación.

En cuanto a las referencias de precio también los problemas son evidentes. Todos los aficionados mexicanos sabemos que el costo de una botella puede variar drásticamente si se adquiere en un país o en otro, en un restaurante o en una tienda, de una tienda a otra incluso. Los promedios que muestra Vivino son engañosos, desorientan al comprador, evitando, quizá, que elija una botella por un supuesto sobreprecio o que menosprecie un obsequio por un número descontextualizado: ¡cuántas veces me han “demostrado” que determinado vino —plantándome la reluciente pantallita demasiado cerca de la nariz como prueba incontestable— no llega a las cuatro cifras! Mi respuesta suele ser: “Muy bien, pídele por favor a Vivino una caja para mí de esa ganga”.

Quizás el futuro de las guías críticas o de compra esté en esta plataforma, como dije, la tecnología es muy atractiva; no obstante, por el momento ninguna publicación acreditada ha permitido que sus valoraciones o recursos aparezcan en la aplicación. A mí me siguen gustando mis libros (también los electrónicos) y consulto con frecuencia a los profesionales con quienes he encontrado afinidad a través de los años. También me gusta aquilatar las opiniones de aficionados remotos, por supuesto, muchas veces más útiles que las de los gurús, pero para ello hay otros espacios y comunidades (por ejemplo cellartracker.com).

Nada, sin embargo, caro lector, mejor que confiar en nuestros paladares y los de nuestros combibeles; nada como poner atención a las personas que tenemos enfrente, a la copa de vino, al sommelier del restaurante o la recomendación de un amigo.

@aloria23

aloria23@yahoo.com

www.cronicasdelarteydelvino.blogspot.com