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Y de pronto, insomnio

Por Jorge Chessal Palau

Julio 29, 2024 03:00 a.m.

A

Así, de golpe, sorpresivamente y sin que siquiera la vieran venir en Palacio Nacional, se dio a conocer la detención en los Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los más enigmáticos jefes del cartel de Sinaloa, en compañía del hijo del Chapo Guzmán, el otro líder de esa organización criminal.

No es el caso entrar en debates poco informados respecto a si fue entrega voluntaria, captura, traición o extracción del territorio nacional; ya con el tiempo se sabrá y correrá tinta más enterada que nos ilustre.

De lo que sí podemos dar cuenta es de dos aspectos destacables de todos estos acontecimientos.

Por una parte, los denodados esfuerzos de Rosa Icela Rodríguez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal, para tratar de dejar en claro que de López para abajo, nadie tenía ni peregrina idea de lo sucedido con “El Mayo” y que, por supuesto, nada habían tenido que ver. 

En esa mañanera del pasmo y la sorpresa efectuada el viernes veintiséis de julio, la Secretaria demostró que de este tipo de crisis, sabe poco y mal. Insegura, con poco manejo del escenario pero con mucha contundencia dejó grabado en los anales de la historia de la cuarta transformación que los abrazos no son bien vistos y que la paciencia tiene un límite. 

Errática y con poco tacto, como acostumbra la señora Rodríguez, dio a conocer datos de personas que, ahora se sabe, nada tienen que ver, como da cuenta la columna de Peniley Ramírez (@peniley_ramirez en la red social X) en Reforma el sábado pasado titulada “El Piloto Equivocado”. También dejó en claro que la delincuencia que ella combate puede hacer lo que le de la gana, puesto que el más buscado de México y los Estados Unidos estuvo en el aeropuerto de Hermosillo, Sonora, y sus agentes ni cuenta se dieron.

En segundo lugar, la evidente falta de confianza del vecino del norte respecto de las autoridades mexicanas puesto que, “haiga sido como haiga sido” diría el expresidente Calderón, lo cierto es que no ha habido siquiera una mención al gobierno mexicano por parte de las autoridades norteamericanas.

Apenas el miércoles el “amigo” de López, Donald Trump, dejó un evidente mal sabor de boca en las esferas gubernamentales mexicanas cuando declaró que los cárteles de la droga pueden tumbar al régimen sin problema. Estas palabras del candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos calaron tan hondo que, presto a una salpicada de dignidad, el gobierno de Biden ejecutó lo que habían pasado décadas que nadie pudiera lograr: detener a Zambada, a cualquier precio y de cualquier forma.

Ni una petición de información, de ayuda o colaboración. Nada. ¿Será que en Estados Unidos no confían en la discreción del gobierno mexicano? Yo tampoco.

Conociendo la locuacidad habitual de López, era capaz de haberlo soltado en una mañanera, echando todo a perder al advertir la inminencia de lo que se avecinaba y dando oportunidad al capo de ponerse a salvo.

Apenas estamos en el inicio de lo que promete ser un asunto de la mayor gravedad para los transformistas y más de uno ha de tener a su conciencia haciendo maletas, lista para abandonar el cuerpo de algún casi seguro reo en ciernes en alguna prisión en el país del norte.

Y es que para sobrevivir tantos años fuera de prisión, Zambada debió y debe tener santo y seña de solícitos colaboradores de altas, medias y bajas esferas de la política nacional, de empresarios y vaya usted a saber de quien más vinculados con las acciones delictivas no de una sino de varias organizaciones criminales. Y no solo de hoy, sino desde mucho tiempo atrás.

Zambada se declaró inocente ante una Corte federal en los Estados Unidos, luego de su detención; eso pone en evidencia que, por lo pronto, se puede descartar una entrega voluntaria.

Pero ¿cuánto dura el silencio ante lo irremediable, que es su inminente cautiverio de por vida en condiciones durísimas?

¿Cuántos insomnes hay desde el jueves pasado en México? 

Esto apenas comienza.

@jchessal