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Labor de Montejano aún esconde tesoros

Académicos encuentran en su archivo valiosos volúmenes aún sin clasificar

Por Alejandro Ramírez

Septiembre 27, 2023 03:00 a.m.

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Al padre Rafael Montejano y Aguiñaga se le recuerda “dominando su reino” desde su escritorio en el fondo de la biblioteca que ahora lleva su nombre, pero que entonces era conocida como Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), sitio en donde era oportunamente asistido por “Nona” y “La Güera”.

Para quienes lo recordamos, nos resulta imborrable su imagen: siempre ocupado, siempre inclinado sobre alguna publicación, siempre investigando “algo”. No por nada es autor de casi una veintena de libros, principalmente de historia potosina.

Gracias a su celo profesional como bibliotecario y archivista, gracias a su paciencia y gracias a su dedicación es que la biblioteca universitaria cuenta con libros históricos, manuscritos e incluso incunables, (sí esos libros impresos antes del año 1500). 

Algunas de estas publicaciones vuelven a ver la luz y son valorados en su justa dimensión gracias a la labor de investigadores como Ramón Manuel Pérez Martínez, quien actualmente promueve y guía estancias postdoctorales de investigación en el ahora Centro de Documentación Histórica “Rafael Montejano y Aguiñaga” y en las cuales participa la doctora Heréndira Téllez Nieto.

El descubrimiento 

Entre los documentos rescatados del olvido por los académicos, se encuentra una versión del denominado “Manual del christiano”, un texto doctrinal en náhuatl atribuido al fraile etnógrafo Bernardino de Sahagún y, del que hasta 2012 solo se conocía un testimonio fragmentario. 

Pérez y Téllez informan que la mención más temprana del texto data de 1877 y proviene de la pluma de uno de sus poseedores: “el bibliófilo y político liberal Alfredo Chavero (1841-1906), dueño de una de las bibliotecas mexicanas más ricas en documentos coloniales, después de su compra a otro político liberal: Fernando Ramírez (1804-1871), mismo que se habría hecho de ella en el marco de la confiscación de las bibliotecas conventuales por las Leyes de Reforma”.

Una de las grandes ocupaciones de Montejano y Aguiñaga fue precisamente el rescate de textos y publicaciones que prominentes figuras públicas de la época de la Reforma y posteriores, traficaron impunemente, siendo originalmente bienes del clero. 

Pérez y Téllez lo exponen así: aquel manuscrito de Chavero, junto a otros documentos, fue vendido luego en Londres en 1880 y, después de casi 20 años, pasaría a formar parte del acervo de la Biblioteca Nacional de Francia. Ricardo Heredia y Livermore, Conde de Benahavís, habría adquirido el documento en Londres y después subastaría su biblioteca en París por medio de la Casa E. Paul L. Huard et Guillemin”. 

Una copia parcial del llamado “Manual del christiano”, de solo cuatro folios, agregan los investigadores, “llegaría a la Biblioteca Nacional de Francia cerca del año 1900, donde sería registrado con la signatura BNF ms. Mexicain 402, y ahí permanecería olvidado por décadas”.

Pérez y Téllez narran que el título “Manual del christiano” se lo dio el propio Alfredo Chavero, a partir de una anotación incluida en la última foja de los fragmentos conservados; “un texto que no tiene inicio y que reza: ‘[…] para que libremente pueda hazer ymprimir el dho Manual del christiano, a qualquiera ympresor a quien enseñalara y fuere su voluntad... de dho fray Bernardino de Sahagún’”. 

De esta manera se comenzó a mencionar el texto que a partir de entonces sería conocido como “Manual del christiano” y el cual fue considerado una creación sobresaliente del evangelizador franciscano.

Sólo se conservaban algunos fragmentos de este texto dedicados al sacramento matrimonial, “lo que a la luz de los nuevos descubrimientos conoceremos como ‘Tractatulli (Tratadillo) de matrimonio’”. 

Deducen Pérez y Téllez que a Chavero “al parecer le interesaba comunicar que poseía un documento original de Sahagún, y que se trataba de un manuscrito de imprenta, lo que sin duda incrementaría su valor en el mercado”.

Más tarde, ya durante el siglo XX, se comenzó a recuperar lo que ha sido llamado la “Enciclopedia doctrinal” de Sahagún y como parte de un esfuerzo colectivo, en la última década del siglo pasado finalmente se anunció el descubrimiento en la Biblioteca Nacional de Francia (por Anderson y Ruwet, 1993) de aquellos cuatro folios sobrevivientes del Manual.

Pérez y Téllez destacan que el auge y desarrollo de las grandes bases de datos con catálogos de diversas bibliotecas en el mundo, desde que se pusiera en marcha la informatización de los sistemas a finales del siglo pasado y sobre todo la digitalización de los materiales, “nos ha permitido llegar a algunas obras que no se conocían o se creían perdidas”.

Hay, con todo, numerosas obras en lenguas originarias que siguen a la espera de descripciones y estudios puntuales, a pesar de que se conoce su ubicación, señalan. 

“Cuestión aparte es que los libros han ido cambiando de poseedores y de lugar de residencia. Y justamente ésta es una de las virtudes de nuestros manuscritos: que, a pesar del trasiego y comercio de libros, estos están muy cerca de su emplazamiento original, como muestra de la cultura local”, destacan Pérez y Téllez.

Consideran que es importante conocer el flujo y desplazamiento de los libros, “no para juzgar a los coleccionistas del siglo XIX o XX, aunque coincido con algunas opiniones del Dr. Montejano, sino para tener un panorama más preciso de los procesos históricos, entre ellos el de evangelización y, sobre todo, de adaptación de las sociedades autóctonas ante los cambios que se reflejan en estos textos”.

Lo que sí es más que necesario, urgente, de acuerdo con su visión profesional, “sería hacer un nuevo catálogo que refleje la configuración actual de los textos indígenas del periodo virreinal”.

La discusión sobre la autoría

Pérez y Téllez agregan que ya en 1885 Francisco del Paso y Troncoso (1842-1916), cuestionaba la relación del último folio de los fragmentos parisinos con los otros tres. En una carta señaló: “si estaban sueltas las cuatro hojas que se dicen le correspondían ¿cómo puede asegurarse que la última, en que se lee la licencia del virrey, tuviera relación con las tres primeras, sobre todo cuando esa cuarta hoja comenzaba por un párrafo sin principio?”

Con base en esta duda, otro investigador, Joaquín García Icazbalceta, también planteó: “no podría asegurarse que las tres primeras pertenezcan a la misma obra de que habla el privilegio”.  

A pesar de lo anterior, investigadores como Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin tomarían sin más este “Manual” como una de las obras del fraile, sin poner en duda su autenticidad.  

Y es que, según explican Pérez y Téllez, “el prolífico fraile escribió múltiples tratados de diversos géneros y llegó a desarrollar nuevos tipos de escritura en los que se subsumía la perspectiva e incluso las estructuras indígenas adoptadas de sus coautores nativos”.

Los manuscritos en náhuatl de la Colección Montejano -detallan- son una compilación de los siglos XVI y XVII y por ello son muy diversos. “En principio, tenemos un texto de 1545, del que sabemos el nombre del autor, así como otros detalles, pero hay otros fragmentos que son un misterio todavía y de los que poco a poco iremos informando”. 

Pérez y Téllez informan que varias de estas obras no estaban referenciadas en los catálogos decimonónicos y que por ello el trabajo “que estamos haciendo se enfoca en encontrar coincidencias con los textos mencionados por los cronistas y otras fuentes documentales”. 

Afortunadamente, destacan, “entre más documentos inéditos salen a la luz, mejor podemos entender a sus autores y la configuración de las obras, porque muchos, igual que se hacía en la antigüedad, tomaban un modelo y a partir de esas obras creaban nuevos escritos”. 

Explican los investigadores que de esta manera “los autores” o copistas, convirtieron así en canónicos algunos textos, que aparecen numerosas veces en obras tempranas y hasta mediados del siglo XVII, lo que ha hecho parecer que ciertos textos “pertenezcan a” los más renombrados frailes del siglo XVI, cuando en realidad son citas de aquellos trabajos primigenios. 

“El problema para determinar la autoría aparece cuando se pretende atribuir obras tardías a los primeros evangelizadores”. 

El manuscrito potosino

Pérez y Téllez señalan que el cúmulo de suposiciones que se vertieron desde la primera mención del “Manual del christiano”, en 1877 y las cuales se han venido repitiendo hasta hace poco tiempo, “deben ahora ser reconsideradas a la luz del afortunado y rarísimo hallazgo de dos manuscritos que han llegado a nuestras manos en fechas muy recientes: el Tractatulli de Matrimonio: Teoyotica omonamictique in nemiliz, que consiste en una versión del documento parisino encontrada por Heréndira Téllez en la Biblioteca Capitular de Toledo en el año 2012 y gracias al cual hemos podido identificar posteriormente, en el Centro de Documentación Histórica ‘Rafael Montejano y Aguiñaga’ (CDHRMA) de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, una nueva versión que hemos llamado ms. Montejano 2”.

Destacan los investigadores de la UASLP que esta nueva versión potosina “es mucho más amplia no solo que el testimonio de París, sino incluso que el testimonio toledano”.

Pérez y Téllez agregan que incluye además un abundante y valioso material donde el Tractatulli de matrimonio constituye únicamente un breve apartado de los más de 30 capítulos que conforman el tratado sobre los Diez Mandamientos del manuscrito Montejano 2. 

Téllez y Pérez, con la colaboración del especialista en náhuatl de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Fernando Nava, han podido determinar la cercanía textual del manuscrito en manos de la UASLP con el parisino, “dando la impresión de que ambos documentos contienen una reelaboración o ampliación de la versión toledana, que a la sazón sería la más antigua”.

Señalan que la fusión de estas dos obras, al parecer reescritas después de 1560: la Declaración de los Diez Mandamientos (de Toledo) y el texto parisino del Manual, daría origen a una reelaboración ampliada de un nuevo tratado, completamente desconocido hasta ahora y que puede cambiar la historia de la investigación sahaguntina, al tiempo en que significa un aporte muy importante a los estudios de la llamada ‘Conquista espiritual’ de México”.

Puntualizan que el Manuscrito Ms. 252.2 es, sin más, “un valiosísimo documento que resguarda nuestra Universidad Autónoma de San Luis Potosí y que consiste en una versión compleja de aquel misterioso documento que vuelve a levantar sospechas sobre el contenido y autoría del supuesto Manual del christiano de fray Bernardino de Sahagún”.

Desde un pequeño convento 

de Venado

Sobre el origen del manuscrito, Pérez y Téllez narran que el padre Rafael Montejano y Aguiñaga lo rescató para el fondo antiguo que constituyó en la Biblioteca Pública Universitaria (hoy perteneciente al CDHRMA), junto con otro texto, los cuales son dos raros y preciados tomos sobrevivientes de los archivos conventuales de San Luis Potosí. “El que nos interesa provenía del convento franciscano de San Sebastián del Venado, según reza una anotación en la guarda de la pasta superior del mismo (y) seguramente habría sido integrado a la biblioteca del ‘convento grande’ de la ciudad capital durante el siglo XVII”.

El convento franciscano de San Luis Potosí, “con el tiempo llegó a ser casa de estudios y residencia de los padres graves, por lo que, indudablemente, debió tener la mejor biblioteca potosina durante la época virreinal, rica en impresos, manuscritos y documentos”, señala Montejano y Aguiñaga en su Historia de las bibliotecas potosinas.

¿Qué es el texto encontrado?

Pérez y Téllez informan que el manuscrito potosino no resalta por su bella hechura, sino por su singular e importante contenido. “Es un documento elaborado con premura en letra semicursiva, de dos o tres copistas, con anotaciones marginales de otra mano. Su organización es totalmente diferente al Tractatulli toledano, aunque contiene partes de este tratadillo”.

Lamentablemente, agregan, “ha sufrido daños materiales y ha perdido varias hojas pues, al parecer, fue reencuadernado en una forma incorrecta en algún momento; sin embargo, ahora consta de aproximadamente 120 folios (mucho mayor que cualquiera de los otros dos testimonios), recto y vuelto, en cuarto menor (de unos 26 o 28 centímetros)”.

Sobre el contenido, es propiamente un tratado sobre los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, de los cuales faltan los primeros tres y los restantes IV, V, VI, VII y VIII se encuentran de forma casi completa, faltando algunas hojas aleatoriamente. 

Destacan los investigadores que los manuscritos Montejano son una excelente oportunidad para reevaluar algunos supuestos que se han venido repitiendo tal vez desde aquellos tiempos de la desamortización.

“Durante muchos años, se ha afirmado que la mayoría de obras franciscana se inscriben en el contexto de la máxima institución educativa del siglo XVI, el Colegio de Tlatelolco, a pesar de que sabemos fehacientemente que varios textos, como los de fray Andrés de Olmos (a quien debo decir, le debemos los últimos hallazgos por motivos tangenciales) se escribieron en regiones lejanas al centro de México”.

Agregan que estos textos escritos en la denominada “periferia”, “dan cuenta del gran esfuerzo de las órdenes por llevar la educación a todas las regiones de la Nueva España, a pesar de los complejos procesos sociopolíticos.

Además, los manuscritos Montejano, nos permiten delimitar la extensión cronológica y geográfica que abarcaron propiamente los textos canónicos, como las Epístolas y Evangelios en lengua mexicana”. 

Informan que a pesar de que hasta hace un par de años se creía que el texto bíblico en náhuatl había sido erradicado por presiones inquisitoriales en ese mismo siglo XVI, “podemos confirmar con las numerosas versiones, que en realidad cada iglesia contaba con su ejemplar, que se leía cada domingo y día feriado, desde el centro de México hasta lugares como nuestro estado.

Por ello es tan importante la inscripción que tenemos en uno de ellos, proveniente del Convento del Venado”.

Otro aspecto importante del descubrimiento de los manuscritos Montejano, es que, con ellos, “tenemos la oportunidad de escuchar las voces de los polímatas indoamericanos formados en sus propias localidades, muchas veces en condiciones más precarias que las del centro de México y aun así nos legaron obras de inapreciable valor, como nuestra versión extensa del denominado ‘Manual del christiano’, en que tenemos ecos de su agencia intelectual. Lo sabemos porque ellos específicamente se refieren al momento que viven (1592) y determinan la localidad “ompa Mexico” (allá en México)”.

Nueva luz

El padre Montejano y Aguiñaga falleció el 21 de noviembre del año 2000 y el cúmulo de textos que descubrió, catalogó y preservó siguen dando sorpresas a los investigadores. 

Sin embargo, advierten Pérez y Téllez, “los manuscritos con siglos de antigüedad deben permanecer en condiciones específicas de temperatura, resguardados por contenedores especializados. Hay numerosos protocolos encaminados a protegerlos. Nosotros como investigadores debemos asegurar su estabilidad material, manipulándolos lo menos posible”. 

Mencionan que uno de los manuscritos sufrió graves daños de polilla, antes de que el padre Montejano y Aguiñaga lo rescatara.

“Nos queda mucho por analizar. Tenemos obras inéditas en el sentido de que son prácticamente desconocidas en su género, como un tratado demonológico, del cual no hay ejemplos previos. Existe un tratado escrito por fray Andrés de Olmos, que resguarda la Biblioteca Nacional de México, pero el manuscrito Montejano no guarda ninguna similitud con aquel y la temática parece muy diferente”, adelantan.

Pérez y Téllez invitan a las personas o instituciones que tengan obras en lenguas que no conozcan, “obras que han pasado desapercibidas quizá, a acercarse a los especialistas para poder enriquecer el conocimiento de nuestra historia”. 

Mencionan que muchas veces se trata de documentos “sin ningún encanto especial, como estos, que de no haber sido por la pericia de don Rafael Montejano, tal vez habrían sido desechados porque no son muy vistosos o coloridos o de letra sobresaliente, pero que encierran gran información sobre la historia mexicana y son testimonios de una literatura en lenguas vernáculas que todavía está por escribirse”.

En el CDHRMA se siguen hallando tesoros en un fondo en el que aún hay mucho saber por rescatar. Por lo pronto, Heréndira Téllez, Ramón Manuel Pérez Martínez y Fernando Nava pulen un amplio artículo para su publicación en una revista especializada y en el cual proponen una nueva visión sobre la obra de fray Bernardino de Sahagún.

La UASLP podrá dar a conocer, más pronto que tarde, buenas noticias en este campo de especialización.