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Navidad interrumpida | Aury y su hija se aferran a un sueño...

Para muchos migrantes que pasan por San Luis, las tradiciones quedan en pausa

Por Ana Paula Vázquez

Diciembre 28, 2024 09:42 a.m.

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Foto: Citlally Montaño/Pulso

Foto: Citlally Montaño/Pulso

Aunque las fiestas decembrinas suelen ser un tiempo para compartir en familia, para muchos migrantes estas tradiciones quedan en pausa. Sus navidades son interrumpidas por la lucha constante por alcanzar su sueño de mejorar la calidad de vida y la de sus seres queridos.

En las calles cercanas a las vías del tren en el Barrio de Tlaxcala, Aury, una migrante venezolana, celebró la Navidad junto a su hija de 15 años y otros compañeros migrantes.

Sin un hogar donde refugiarse y con el frío como compañía, esta familia encontró en la solidaridad de desconocidos un destello de esperanza. Mientras, algo de cobijo y alimentos les permitieron sobrellevar la noche.

El 31 de diciembre tampoco traerá descanso. Madre e hija esperarán la llegada de un tren que, con suerte, las acercará un poco más a Estados Unidos. Aury explica que prefieren esperar uno menos cargado y que avance más lento, para garantizar la seguridad de las menores que las acompañan.

La historia de Aury como migrante comienza cuando dejó Venezuela porque su país ya no ofrecía un futuro viable para sus hijos. Como madre de cuatro, tomó la decisión de dejar a tres de ellos al cuidado de su padre, mientras emprendía un viaje lleno de peligros.

"Trabajaba en la alcaldía, pero al ver tantas cosas que no estaban bien, supe que no había futuro para mí ahí. Salir de Venezuela es casi como traicionar a la patria; te vetan, te rechazan. Pero la realidad es que mis hijos estaban pasando hambre, y yo tenía que hacer algo", explicó.

El viaje ha sido una lección de resistencia. Los intentos de secuestro, los días sin comer y las agresiones xenófobas son apenas algunos de los retos que ha enfrentado. "Nos tachan de criminales, pero sólo queremos lo que todos, una vida mejor. No hacemos daño a nadie, estamos de paso", afirma.

Desde que salió de Venezuela, Aury ha atravesado Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México. Entre los países que más recuerda destaca Honduras, al que describe como "un país de brazos abiertos".

México, sin embargo, ha sido una experiencia agridulce. Aunque albergues como la Casa del Migrante les han brindado apoyo, también han enfrentado normas restrictivas que las obligaron a buscar alternativas. 

"Nos dijeron que nos iban a retirar los teléfonos al entrar, y nos incomodó esa parte, porque nuestras familias necesitan saber cómo estamos. La distancia ya es dura, pero la incomunicación lo hace aún más complicado", relató.

Dentro de sus anhelos para el 2025, Aury no busca riquezas ni lujos, sólo una vida digna para su familia. Su mayor deseo es encontrar un lugar donde puedan vivir juntos, abrir un negocio y acompañar a sus hijos a la escuela.