VIDEO | La pasión de una coleccionista
El amor por los detalles y la colección de muñecas en miniatura de Doña María
María del Rosario Medrano ha convertido su hogar en un museo vivo lleno de magia
Originaria de Ojuelos, Jalisco, y residente en Soledad desde hace más de tres décadas, doña María del Rosario Medrano ha convertido su hogar en un museo vivo lleno de magia y tradición.
Actualmente tiene 70 años de edad, pero desde los 20 años inició su afición por coleccionar figuras de todo tipo, todas en miniatura, las cuales fue buscando en mercados sobre ruedas y tiendas.
La apasionada coleccionista ha dedicado la mayor parte de su vida a reunir una impresionante colección de muñecas y figuras en miniatura, que adornan su vivienda.
Su casa es un reflejo de su dedicación y amor por los detalles. En una de las paredes cuelgan casitas de colores, cada una decorada como si se tratara de un pequeño pueblo mexicano. En vitrinas, muñecas vestidas con trajes típicos de mariachi y regionales destacan por su diseño. Cada rincón está lleno de recuerdos, desde miniaturas de utensilios de cocina hasta figuras que representan escenas cotidianas.
"Siempre me ha gustado coleccionar cosas pequeñas, sobre todo objetos para el hogar y la cocina. Cada pieza me transporta a recuerdos de mi infancia y de mi tierra natal", comenta con una sonrisa.
Compartió que su afición nació desde su niñez, pues en aquella época su madre trabajaba con una familia adinerada de Ojuelos. Recuerda que la dueña de la casa, siempre que salía de viaje, ya fuera a otro estado de la República o a algún país de Europa, solía traer un recuerdo del lugar que visitaba: muñecas, piezas de porcelana, etc., que embellecían esa casa.
"La señora tenía muchísimo dinero, tenía muchas cosas hermosas que me encantaba ver, y yo soñaba con tener todo eso. Por ejemplo, la cazuela de barro; ella tenía una similar que trajo una vez que fue a Puebla, así, chiquitas, y me gustaban mucho. Después yo pude comprarme una como la de ella, pero para mí esta era aún más bonita".
Pero esa no sería la única razón, ya que cuando tenía 18 años se casó y contaba con una pequeña cocina de adobe en una localidad de Zacatecas. El espacio era muy pequeño y, para adornar su pared, comenzó a colgar sus sartenes de barro. En ese tiempo no eran miniatura; sin embargo, la gente que la visitaba le expresaba que su cocina era muy bonita.
A los pocos años, inició la compra de cada objeto que exhibe en su hogar: sala, cocina, recámara y baño. Cada pieza tiene una historia, un recuerdo y un sentimiento especial.
Tiempo después, se dio cuenta que el sueño de su infancia formaba parte de un don que fue forjando con el paso de los años al acomodar cada una de las figuras que embellecen su casa.
Relató que, en una ocasión, una de sus hijas la llevó a Tonalá, Jalisco, pues sabía de su gusto por coleccionar artículos. Allí encontró una amplia variedad que se convirtió en la envidia y admiración de quienes visitan su hogar.
Así, durante toda su vida, ya fuera con su esposo o sus hijas, la acompañaban a los tianguis. Con gran entusiasmo, paciencia y dedicación, buscaba entre los puestos cualquier figura que pudiera formar parte de su colección; iba a Aguascalientes, León y a los diferentes mercados de San Luis Potosí.
Contó que se trasladaba al mercado que se instalaba cerca de las instalaciones de Radio Universidad, en la calle Mariano Arista. En aquel tiempo obtenía los artículos casi regalados, a diferencia de ahora, que todavía puede encontrar más objetos que puedan nutrir su colección; sin embargo, el precio es muy elevado.
"Sé perfectamente dónde encontrar las cosas, pero desgraciadamente ya no las dan; demasiado caras, dicen que son antiguas y es entendible, pero cuando yo llegué aquí, prácticamente me las regalaban".
UN VALOR EMOCIONAL
Doña Socorro no solo conserva objetos; también guarda memorias de tradiciones y momentos que han marcado su vida. Su hogar es un testimonio de su amor por la cultura mexicana y su ingenio para capturar la esencia de lo cotidiano en un mundo en miniatura.
Cada pieza forma parte de un recuerdo, una vivencia, y una muestra del amor que su familia, parientes y conocidos tienen hacia ella, pues platicó que hay personas que le han obsequiado artículos que conserva con mucho cariño.
Entre estos destacan su plancha, una máquina de coser, además de un niño Dios; artículos que fueron regalados por su madre, a los que les tiene un amor especial por el vínculo que tenía con ella, la persona que la sacó adelante sola y a quién recuerda con mucha alegría y al mismo tiempo nostalgia.
"La mayoría de estas cositas tiene que ver con un detalle hermoso y siento bonito porque la gente sabe que es algo que me gusta, sobre todo lo que me dio mi mamá" expresó
Son tantos los artículos, los cuáles dijo, no terminaría de describir los lugares en los que los ha encontrado ni las personas que le regalaron alguno de ellos.
Sin embargo una de sus cuñadas es quién le ha obsequiado muchos de los artículos con los cuenta, un detalle que agradece enormemente.
Señala que las personas que conocen su casa, lo primero que hacen es preguntarle dónde y cómo ha encontrado tantas piezas; hay quienes le han ofrecido comprar algo de su colección, pero dice que nunca las vendería.
El coleccionar muñecas de porcelana, trapo o plástico, también le inspiró a aprender a coser, pues ella confeccionó los vestidos de sus 60 muñecas que tiene distribuidas en su sala y habitación.
Entre los vestuarios destacan los trajes de la música vernácula, dedicados a su hija Milagros, quien trabaja en un grupo de mariachi cuyo nombre ella eligió, debido a que antes de su nacimiento había sufrido dos abortos espontáneos.
"Los doctores me decían que fue un milagro porque yo tenía un quiste del tamaño de un melón, por eso le puse ese nombre a mi hija" expresó
UN MINI MUSEO
El escenario, minuciosamente dispuesto, le ha traído muy buenos comentarios de la gente que conoce su hogar por primera vez. Es impresionante para algunos la paciencia de doña Rosario para tener tantas cosas pequeñas en orden.
"Todo está acomodado en su lugar; la gente me dice que no hay nada aventado o amontonado".
Frente a su comedor destaca una pared repleta de coloridas fachadas de casitas; a un lado, una pequeña cantina con variedad de botellas de tequila, mezcal, whisky, así como envases de refrescos de vidrio y copas. Detrás, en otro espacio de cristal, hay un gran número de carritos y bicicletas.
Le sigue una colección de diminutas casas a escala, vistas desde el interior, integradas con sala, comedor, baño, muebles y figuras; instrumentos musicales, en su mayoría violines, pianos, maracas, saxofón y gramófonos.
Hacia el lado de la cocina, en la parte superior del refrigerador, se encuentran apilados los empaques de productos comerciales: cereales, galletas, leche, enlatados, botanas, aceites, huevos, así como electrodomésticos y otros utensilios de cocina. Las tazas, platos, cucharas y ollas de barro y torteadoras resaltan en una de las paredes.
En otro espacio acomodó sus planchas y máquinas de coser, frente a la sala donde se localizan sus muñecas; algunas colgaban del techo del acceso principal. En el baño se encuentran piezas de jabón de barra, champú, excusados, cepillos y otros objetos propios de este espacio de un hogar.
Entre risas comenta que lo más complicado era a la hora de hacer limpieza, tener que sacudir cada uno de los artículos, sin embargo por su edad ya no puede hacerlo con frecuencia.
En una ocasión también fue víctima de robo, con tristeza señala que uno de los objetos que se llevaron eran unas cucharas muy bonitas que le gustaban mucho y eran de las primeras piezas que compró.
Con gran orgullo, "chayito" como la conocen de cariño sus familiares y conocidos invita a quienes la visitan a conocer su "mundo pequeño", un espacio lleno de encanto, historia y calidez, donde cada pieza tiene una historia que contar.
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