“EL 23 Y LA Ñ”
polifonía vanessa cortés colis
Cada año, desde 1988, el día internacional del libro emociona más, y es que el reconocimiento de este objeto mágico es innegable, incluyendo en México, donde la lectura no es de las actividades consentidas entre comunidades. Como saben, la fecha fue decretada para recordar la muerte de dos pilares fundamentales de la literatura y del entendimiento humano: Shakespeare y Cervantes; es en ellos donde encontramos vías para la aproximación y comprensión de la esencia humana, sin duda. Innegable es la aportación del Shakespeare a través de su prolífica producción literaria: tragedias, comedias, sonetos que vibran hasta nuestra actualidad por asomarse a la interioridad de las personas.
Lo más complejo de nuestra especie, ese “ser o no ser, es la cuestión” se aglutina en los pensamientos, pasiones y emociones de nuestra especie sin olvidar el tema de la maldad y la muerte, es decir, la totalidad de lo profundamente humano. Todo Shakespeare es interminable, pero por cuestiones de espacio y de su apreciado tiempo, quiero dedicarle más líneas a nuestra máxima obra literaria de la lengua española, aquella quijotesca novela que engloba no solo lo anteriormente dicho con el dramaturgo inglés, sino que conlleva toda una cultura, tradición, esa civilización que descansa en la virguilla de la “ñ”. “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, y su ficcionalidad y fantasía que la definen, ha superado en fama a su creador.
Miguel de Cervantes y Don Quijote se han fundido en un mismo arquetipo y es que gracias a esta gigantesca historia, la cultura del español, la principal lengua hablada en occidente, emana para conquistarlo todo.
Complicado en un primer acceso, es decir, debo reconocer que no es tan fácil voltearla a ver, pero una vez que has entrado en ella, difícil es soltarla. Y no todas las culturas la han reconocido su monumentalidad, por ejemplo, los rusos, la consideraban una obra cruel (¿más cruel que todas sus guerras?). Sí, cruel, Dostoievski lo decía y Nabokov se rehusaba a enseñarla en Harvard, y es que aludían a que la obra se burlaba de la realidad porque “pintaba” las cosas como no son, se debatía entre la burla y la ironía y si para los defensores del alma rusa la vida es una lucha constante, cruel se vuelve si nos burlamos de ella.
Perspectivas culturales, la verdad. Por otro lado, el pensamiento alemán le otorga este sentido melancólico al señor flacuchento, ojeroso, acompañado de un amigo aún más desaliñado y un caballo de falsa estampa.
En esta vía, el pensador Erich Auerbach, consideraba la obra de Cervantes como la gran novela que enlaza las obras clásicas con las modernas, ya que, a partir de Don Quijote, la literatura refleja no una realidad “literal” sino que, al reconocer el sentido trágico de la humanidad, se ríe, reflexiona, idealiza, y se trata de escapar de ella a través de un imaginario donde las cosas pueden ser mejores (aunque en la segunda parte confirme que tampoco lo es). Para el mundo hispano, tan antiguo y tan poco puro por su mezcla de culturas, la visión se extiende hacia lo carnavalesco, lo irrisorio, la risa ante el miedo a no poder componer y comprender esto; lo trágico, las complejidades de la existencia como el amor, la vida, la muerte. Entre los surcos del delirio brotan las razones que se convierten en puentes para andar de un estado a otro.
Asumimos con la “ñ” que nuestra existencia puede ser aprehendida bajo la locura, la sin- razón, el idealismo, los sueños, lo extraño y la fantasía. De ese mundo de ilusiones no solo se despliega la nueva construcción del arte literario, sino que se vierte nuestra cultura, nuestro espíritu, la “ñ” que nos enaltece e irradia lo que hoy en día somos los usuarios del español.