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PBRO. LIC. SALVADOR GONZÁLEZ VÁSQUEZ
Algunos niegan la existencia de un ser divino. Porque piensan, que Dios les va a robar su libertad. Y para ellos, no existe un Dios más allá de si mismos.
A través de la historia, algo de esto hemos leído en algunos personajes, que como Sartre, negaban la existencia de Dios, en nombre de la libertad.
Hay otros, como Nietzsche, que invitan a la aniquilación de Dios; ya que piensan, que Él, es un obstáculo para su realización.
Pero todos ellos, han olvidado su origen; porque si están en este mundo, es porque alguien les dio el ser, y de ese ser depende su existencia.
La tentación del hombre, es el intento de suplantar a Dios, olvidando que en Él, está el fundamento de su existencia.
Ya desde los primeros padres, los hombres han tenido la tentación de ser Dios, pero sin Dios; y en el intento, acaban sintiéndose perdidos.
ADÁN Y EVA
Fue así, como sucedió con el pecado de Adán y Eva; qué al ir contra Dios, acabaron desterrados.
Fue la serpiente, quien tentó a Eva, y le dijo: “Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis del fruto, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. (Gen.3,5).
Con que facilidad, perdemos la cabeza, y caemos en la tentación; y hasta llegamos a creer que podemos llegar a ser como Dios.
Eso pasaba con los emperadores de Roma, y el llamado “César” pretendía que lo adoraran como si fuera Dios. Y de esa manera, el hombre llegó a adorar a otro hombre, y se olvidó de su Señor.
GUIAR AL HOMBRE
Hoy, el evangelio nos narra, como algunos le tienden una trampa al Señor, preguntándole: si es debido pagar el tributo al César. A lo cual Jesús responde: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. (Mt.22).
Y con esto, el Señor nos hace entender, que no hay que confundir lo humano con lo Divino. Porque los hombres, fueron puestos para guiar al hombre, en nombre de Dios; y no a título personal, como si fueran Dioses.
Hay quienes se pierden, y llegan a rendir adoración al hombre, como si éste fuera Dios. Y bien sabemos que al único que le debemos adoración es al Señor.
Dios respeta lo que le corresponde al hombre. Pero éste, rebasa los límites, hasta llegar a sentirse Dios.
CENTRO DE LA VIDA
El centro de la vida, solo es el Señor; y si adoramos algo que no es Dios, terminaremos siendo esclavos de la idolatría.
Por eso, hay que adorar al único Dios, por quien vivimos; para que así, podamos vivir con libertad.