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DENVER (EFE).- El otrora agitado y caudaloso río Grande, o río Bravo como se lo conoce en el norte de México, podría quedar manso e incluso desaparecer en alguno de sus tramos debido a la "excepcional" sequía que afecta en los últimos años al suroeste de Estados Unidos.
El río que ejerce de frontera natural entre Estados Unidos y México a lo largo de Texas, donde han muerto un gran número de indocumentados arrastrados por la corriente en su intento de cruzar ilegalmente, corre el riesgo de que ni siquiera llegue este verano a Nuevo México, no muy lejos de su nacimiento en las Montañas de San Juan, en Colorado.
Tan poca lluvia ha caído en la zona que se cree que el río Grande, que ya fluye con un nivel históricamente bajo, se quede sin caudal como consecuencia de que ni la situación actual ni el pronóstico a largo plazo se acomodan a los promedios históricos.
Por ello, forma parte destacada de la lista de ríos que mayor peligro corren este año que elabora el Departamento de Interior de EE.UU.
Según Taryn Finnessey, especialista en jefe de cambio climático de la Junta de Conservación de Agua de Colorado, a pesar de que los residentes en el Valle de San Luis, por donde corre el río Grande, tienen una larga experiencia sobre el uso y conservación de agua, esta vez tienen pocas opciones.
Ante la sequía excepcional, explica a Efe, el desafío es bien distinto, pues en algunos sectores el caudal del río no llega al 2 % de lo habitual.
"La falta de lluvia y de nieve ha causado una sequía récord que afecta al ecosistema y a la vida salvaje, aumenta el riesgo de incendios como ya lo hemos visto, y perjudica la economía", lamenta Finnessey.
Por ejemplo, la zona recibe este año significativamente menos turistas que en años anteriores y también se ha notado una reducción de las actividades al aire libre, como pesca o acampadas, que usualmente proveen de empleo a guías y a pequeñas empresas locales.
Y obviamente, la agricultura también ha sido afectada.
Uno de esos agricultores, Robert Miller, decidió dejar sus terrenos en el sur de Colorado al cuidado de sus hijos y trasladarse a Denver en busca de opciones de futuro.
Según Miller, "nada de lo que plantamos creció, ni cultivos ni árboles que hemos trasplantado".
Este agricultor reside desde hace décadas en la región y además vivió largos años en México, de donde proviene parte de su familia.
Pero por su edad -"Ya debería haberme jubilado", comenta- y por el hecho que muchos de quienes fueron sus vecinos de toda la vida ya se dejaron el lugar, Miller considera seriamente no regresar a Alamosa, su pequeña ciudad en el Valle de San Luis.
"Uno de mis hijos ya se trasladó con su familia a otra ciudad en el sur de Colorado y mi otro hijo quizá también lo haga", lamenta en charla con Efe.
Y si ese éxodo de familias se acrecienta, el sur de Colorado perdería dos de sus grandes herencias culturales: el uso del español del Siglo de Oro como idioma natal de muchas familias descendientes de españoles y el uso de las acequias para controlar el flujo de agua en parcelas privadas o comunitarias dedicadas a la agricultura.
El alivio podría llegar a mediados de julio, cuando comience la temporada de lluvias de verano, que se extiende hasta finales de agosto, y según Finnessey, se anticipa que este año podrían ser más intensas que en años anteriores.
"Pero sólo será un alivio, no el fin de la sequía", afirma.
De hecho, la desaparición de la reserva acuífera que alguna vez proveyó de agua al Valle de San Luis, el rápido aumento de la población en la zona, y el cambio climático podrían combinarse hasta provocar la desaparición del río Grande o por lo menos "flujos por debajo del promedio histórico como algo normal".
Y es que otros ríos de la región, como el Colorado y varios de los afluentes del río Grande (Gunnison, Ánimas, Dolores, San Miguel) ya fluyen con la mitad o menos de su cauce habitual.
"La sequía no va a desaparecer en el futuro cercano. Las precipitaciones no van a aumentar, pero las temperaturas sí", explica Finnessey sobre un panorama que se presenta árido.