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Fallece Amparo Dávila

Por PULSO

Abril 19, 2020 03:00 a.m.

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  La escritora zacatecana Amparo Dávila, autora de Árboles petrificados y El huésped, considerada como una de la más importantes figuras en el género fantástico, tanto en México como en Latinoamérica, falleció hoy sábado a los 92 años de edad, confirmó su hija Luisa Coronel.

De acuerdo con especialistas Dávila es comparable a la de Inés Arredondo, Guadalupe Dueñas, Juan José Arreola y Jorge Luis Borges.

Hace dos años, en el marco de los festejos por sus 90 años de vida, dijo: “Sigo escribiendo. Quiero publicar poemas chiquitos, poemas de ayer y de hoy, luego las semblanzas, que son varias. Una es una semblanza de Pinos, Zacatecas, otra la semblanza de mi muerte”.

El INBA realizó en 2018 diversas actividades en el Palacio de Bellas Artes y en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, parar abordar la figura de la cuentista como influencia entre las nuevas generaciones.

EXPERIENCIA

En ese sentido, la narradora comentó: “Me da mucho gusto que los jóvenes escriban literatura de terror o de lo que sea, pero que escriban buena literatura, que no sea a base de pura inteligencia; no creo en la inteligencia pura, yo creo en la sensibilidad, indudablemente”.

Pocos, pero trascendentes, son los libros que ha escrito Amparo Dávila en su trayectoria literaria.

Primero fue la poesía: Salmos bajo la luna (1950), Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y Perfil de soledades (1954), obras que creó en su natal Pinos, Zacatecas.

Ya en la Ciudad de México se acercó a la narrativa y en 1959 publicó Tiempo destrozado; Música concreta en 1964 y Árboles petrificados en 1977, con el cual ganó el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores.

La connotada escritora compartió además con la Coordinación Nacional de Literatura un fragmento del texto inédito titulado La semblanza de mi muerte: “Que no muera un día nublado ni frío de invierno, y me vaya tiritando de frío y de miedo ante lo desconocido, ese mundo de sombras. No, así no. Sin rostro que camina siempre a mi lado o que me aguarda al doblar la esquina. Y ese misterio insondable que no logramos develar y que angustia y perturba la existencia. Quiero irme un día soleado de una primavera reverdecida llena de brotes y de pájaros y de flores, para buscar mi jardín del Edén, mi paraíso perdido y gozar de los frutos de la vid y de la higuera, el perfume de los cerezos y los naranjos en flor, el calor del sol que no se oculta nunca”, leyó.