¿Muerte?

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¿Muerte?

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¿Qué es lo que muere? ¿quién muere? ¿qué sucede después de la muerte?¿existe alguna escapatoria de morir? Esta y muchas otras preguntas generan mucha ansiedad y sufrimiento en la mente humana. La ilusión de que podemos en realidad morir conlleva una sensación de desolación y miedo por creer que podemos quedar varados eternamente en un lugar indeseable o, peor aún, en una inexistencia total. De esta confusión se derivan todas las demás ilusiones sufrientes ya que nos lleva a identificarnos con el cuerpo físico.

      La creencia de que somos un cuerpo que tienen un nombre, historia, roles y expectativas (el yo ilusorio) implica un temor intrínseco al considerar su desaparición. Sin embargo, la integración de los minerales que constituyen nuestro cuerpo a la tierra y el final de la historia del personaje que estamos representando en un espacio temporal impermanente, no constituye la muerte de nuestro Yo real. Éste es aquella experiencia de ser uno mismo, es aquello que encuentra expresión en la mente en este mismo instante en el que estás leyendo y pensando; es aquella parte siempre consciente de cada momento que no nació con tu cuerpo y que, obviamente, no morirá con él. Es esa sensación de ‘yo soy’ que ha trascendido los cambios físicos, mentales y emocionales, y que en realidad no ha sido afectado por ellos. Por lo tanto ¿qué es lo que se muere con la muerte? Solamente la creencia de que la muerte es el fin. La muerte de la idea de miedo a la inexistencia nos invita a disfrutar de la vida que temporalmente se expresa en un tiempo y espacio específico, con otras personas temporales con las cuales acompañamos esta experiencia y con una serie de acontecimientos. 

      La disolución de los agregados de nuestro Yo real son los únicos que se disuelven para darle paso a una nueva expresión de existencia, a nuevos agregados (cuerpo, percepciones, sensaciones, etc.) en condiciones particulares que nos invitan a fluir gozosa y responsablemente nuestra existencia temporal en donde sembremos las semillas de virtud y sabiduría en cada instante que llamamos ahora. Por lo tanto, la muerte no significada nada para el Espíritu más que una transición temporal para volver a jugar el juego de la ilusión hasta que decidamos, con plena conciencia, dejar de jugarlo y experimentar la verdadera naturaleza de nuestro Ser.