THOMAS MANN: EL NARRADOR DE LA DECADENCIA, EL DESEO Y LO INDECIBLE

En 2025 se cumplen 150 años del nacimiento de Thomas Mann, uno de los autores más relevantes y sofisticados del siglo XX. Leerlo hoy no es un acto nostálgico, sino una urgencia: su literatura sigue interrogando los grandes temas de nuestra época con una lucidez casi insoportable. La enfermedad, la guerra, el deseo, el poder, la decadencia de las élites ilustradas…es decir, cualquier coincidencia actual, imposible. Todo eso está en su obra. Pero, sobre todo, está la incomodidad de mirar al ser humano con radical honestidad.
Mann nació en Lübeck en 1875 y desde joven encontró en la escritura su forma de pensar el mundo. Su primera gran novela, “Los Buddenbrook” de 1901, retrata la caída de una familia burguesa a lo largo de varias generaciones. Pero más allá de la trama familiar, se trata de una profunda reflexión sobre el fracaso espiritual de una clase que ya no sabe qué hacer con su legado.
El tema de la decadencia lo acompañará durante toda su obra, pero alcanzará su máxima expresión en “La montaña mágica” (1924), una novela escrita a lo largo de doce años. Ambientada en un sanatorio en los Alpes, la obra convierte la enfermedad en una metáfora del estancamiento de Europa. El protagonista, Hans Castorp, llega por una breve visita y termina quedándose siete años. El tiempo se diluye, las ideas se confrontan. La vida se observa desde una lupa filosófica. Y en ese retiro, Mann construye una crítica velada al letargo espiritual y político de su época, que —repito— cualquier semejanza actual es ¡mera coincidencia!
Ahora bien, si “La montaña mágica” representa el pensamiento detenido, “Muerte en Venecia” (1912) es la eclosión del deseo, de lo prohibido. El protagonista, Gustav von Aschenbach, un escritor maduro, queda cautivado por la belleza de un adolescente, Tadzio. ¡y ya se imaginarán! La novela, breve pero contundente, explora los límites entre lo estético y lo patológico, entre lo sublime y lo prohibido. Mann no es complaciente: su erotismo es siempre inquietante, perturbador, como un espejo que no queremos mirar, pero que con la capacidad de la imaginación nos es posible.
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Y es aquí donde la figura de Mann cobra aún más fuerza. Porque esta última novela, al igual que otras obras suyas, aborda —de forma velada pero nítida— temas profundamente tabú en su época (y de la nuestra). La atracción de Aschenbach por Tadzio se puede leer hoy como una representación del deseo homoerótico o bisexual. Un deseo que no se nombra, pero que atraviesa cada página con fuerza simbólica. En tiempos en que hablar de ello era imposible, Mann encontró en la literatura un modo de decir lo indecible.
Además, fue un intelectual comprometido. Al inicio de la Primera Guerra Mundial llegó a idealizarla como un renacimiento espiritual. Pero tras la experiencia del horror, rectificó. Cuando Hitler llegó al poder, no dudó en exiliarse y convertirse en una de las voces más lúcidas contra el nazismo. En “Doctor Fausto” (1947), reinterpretó ese mito que me atrae tanto. el del pacto con el diablo, para explicar cómo la cultura alemana pudo ser seducida por el totalitarismo. Una novela escrita desde el exilio, desde el desencanto, desde la pregunta sin respuesta: ¿cómo una sociedad culta pudo rendirse al horror y perpetuarlo?
Hacia el túnel de esos 150 años, Thomas Mann sigue más vigente que nunca. En un mundo que busca respuestas simples y relatos cómodos, él nos ofrece preguntas complejas y verdades incómodas. Su literatura no consuela, pero sí ilumina. No dogmatiza, pero sí incomoda. Leer a Mann hoy es un ejercicio de lucidez y resistencia. Porque como él mismo escribió: “Todo escritor, si lo es de verdad, escribe contra su tiempo.”
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