Un viaje a Yucatán

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Un viaje a Yucatán

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Querido amigo,

     Desde hace mucho quería un libro escrito por tres viajeros que un día llegaron a la Península de Yucatán con el interés de conocer la cultura maya, sus orígenes, evolución y la desaparición de sus grandes ciudades. Ellos querían entender la vida de los descendientes de los mayas. Por fin, ayer por la tarde, mientras caminábamos por la calle 62 en el centro de Mérida y en los portales en donde se encuentra el palacio municipal entramos a la librería Dante y allí a primera vista encontré lo que tanto había anhelado, los dos tomos de “Viaje a Yucatán”. Los tomé y comencé a ojearlos, admirando las extraordinarias ilustraciones.

      A mediados del siglo XIX llegaron a Yucatán tres osados viajeros que realizaron una expedición extraordinaria, por un lugar de México que en aquel entonces estaba prácticamente aislado y casi desierto, un sitio en donde nunca había entrado quien no fuera mayas. Si algún conquistador penetró en esa selva, nunca más se supo de él.

       La expedición inició en octubre de 1841 y concluyó en mayo de 1842. Quienes llevaron a cabo esa aventura científica fueron el pintor y arquitecto inglés Frederick Catherwood, el médico norteamericano Samuel Cabot y el abogado neoyorkino John Lloyd Stephens, quienes enfrentaron riesgos infinitos y penalidades en la búsqueda de lugares en donde el tiempo y la selva habían borrado las huellas de los caminos y las grandes ciudades que conformaron el gran imperio maya. Los mayas descendientes de aquella cultura no querían comentarles lo que podían encontrar, o tal vez ignoraban en cierta forma su glorioso pasado.

       Con muchas penalidades y riesgos fueron encontrando vestigios por todos lugares; allí una estela, allá restos de monolitos esculpidos con el símbolo de alguna deidad, hasta que, de pronto, entre matorrales y árboles inmensos, desenterraron enormes pirámides, templos y otras obras de belleza y misterioso origen. Ellos, sus guías y sus peones quedaron maravillados. Mientras los exploradores tomaban nota, medidas y dibujaban lo encontrado, sus acompañantes, nativos de la península, comenzaron a venerar a sus dioses y por momentos desaparecían en la selva.

      Agobiados por nubes de mosquitos y la cercanía de serpientes y jaguares, Cabot y Stephens tomaron notas en sus cuadernos de expedicionarios; Catherwood, usando magistralmente sus lápices, dibujó cada uno de los sitios descubiertos. Tras la expedición de ocho meses se retiraron de Yucatán para trabajar en un libro que fue publicado en 1843.

      Hoy conocemos mucho pero no todo sobre la cultura maya, los arqueólogos siguen trabajando desde México hasta Honduras y se siguen descubriendo misterios del mágico mundo de los mayas. Hoy me he llevado conmigo un pedazo de esa historia, gracias a la bondad de Charis que me regaló el libro tan deseado.