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Antigua casa nazi será centro contra el odio

Vivienda del infame comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, será un centro de memoria

Por EFE

Enero 26, 2025 03:00 a.m.

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Oswiecim, Polonia.- Desde las ventanas de la casa en la que vivía el infame comandante de Auschwitz se pueden ver aún los barracones del lugar en el que los nazis asesinaron a más de un millón de personas. 80 años después de la liberación por el Ejército soviético del campo de concentración, la antigua residencia de Rudolf Höss, será reconvertida en un centro de memoria.

A partir del lunes, coincidiendo con el acto en el que decenas de jefes de Estado y de Gobierno conmemorarán la liberación soviética del campo, la antigua villa, situada justo al otro lado de los muros del campo de exterminio, servirá como lugar de investigación, educación y actividades contra el antisemitismo, el extremismo y la radicalización.

El centro, que abrirá las puertas justo en esa fecha para que algunos supervivientes del Holocausto puedan visitarlo, será dirigido por Jacek Purski, del Proyecto Contra el Extremismo (CEP), que busca “transformar un lugar que alguna vez simbolizó el odio en un centro de conciencia y valores humanitarios”.

“Queremos que la gente que venga aquí preste atención a su responsabilidad por las amenazas actuales de radicalización y extremismo. Queremos que todos los que salgan de este lugar entiendan que no se trata sólo de una lección de la historia. La lección que hay al otro lado de estas paredes es la más importante”, enfatizó en declaraciones a EFE Purski.

Rudolf Höss fue una figura clave en la maquinaria de exterminio nazi: fue el responsable del primer uso de Zyklon B para asesinar a prisioneros de guerra soviéticos en Auschwitz y del primer asesinato en masa en 1941. En 1942 comenzó a preparar sistemáticamente el campo para el asesinato de personas con gas venenoso y dos años después se encargó del asesinato en masa de judíos.

Desde las ventanas de la casa, que fue adquirida por la CEP a una señora polaca, se pueden ver aún hoy los barracones donde hacinaban a los condenados a sufrir horrores inimaginables y un poco más allá se situaban los hornos crematorios cuya realidad conocían bien la esposa de Höss y su hijo de 16 años, ya que “el olor a los cuerpos quemados no podía hacer dudar a nadie”.

La casa donde vivió con su familia, que su mujer calificó de “paraíso en la Tierra”, contaba con piscina, un gran jardín, establos, sauna y todas las comodidades con las que apenas podían soñar los prisioneros que, a muy pocos metros, intentaban sobrevivir un día más.