Aflicción

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La aflicción es una perturbación, miedo o experiencia dolorosa que tiene efectos negativos en la vida de las personas, especialmente en la de jóvenes con situación de pobreza, sus formas de vida se encuentran vinculadas a distintas manifestaciones de violencia al interior de los hogares, relaciones personales frustradas y/o conflictivas, desempleo o precariedad laboral; los y las jóvenes en situación de aflicción afectan su bienestar y salud, por lo que tienden al consumo de alcohol, drogas o el suicidio.  

Las experiencias de aflicción de personas jóvenes están estrechamente relacionadas con las condiciones de precariedad económica y exclusión social, pero sobre todo con la desintegración y violencia intrafamiliar, por lo que se le puede considerar como resultado de procesos de vulnerabilidad, producidos por diferentes factores sociales y económicos, generando que los jóvenes vivan en estado permanente de preocupación y angustia, que no es percibida por sus padres y familiares más cercanos. 

Ser joven en situación de aflicción es no estar motivado para realizar las actividades cotidianas, tener la sensación de estar estancados en su vida personal, abusar del consumo de drogas o alcohol, tener trastornos de sueño, ansiedad, falta de concentración o autolesiones, pero sobre todo con ganas de acabar con la propia vida; se puede describir como “depresión”, “tristeza”, “estrés”, “cansancio” y “preocupaciones”, tienden a no vincularse con nadie de su entorno; la gravedad de la aflicción está vinculada con lo que sucede al interior de los hogares. 

En la investigación de los jóvenes pobres en México, realizada por El Colegio de San Luis y el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social, se encontró el caso de Daniel, un joven de 22 años que vive en la periferia de la ciudad de San Luis Potosí, con 11 años, Daniel fue remitido a un hospital público de psiquiatría con el propósito de tratar alucinaciones, ataques de pánico y ansiedad. Hoy en día, Daniel atribuye sus “problemas” a la violencia que su padre alcohólico ejercía contra él y sus hermanos, situación que lo llevó a huir de casa a los 15 años junto con su hermano, secuestrado y desaparecido unos años después por el crimen organizado. 

Casos como el de Daniel hay miles, pero ya no han contado su historia porque se suicidaron (véase gráfica),  porque en sus hogares no recibieron la atención que necesitaban, solo reciben violencia física, verbal o indiferencia, no se educa con el ejemplo, se educa con el castigo; en la escuela es la misma situación de indiferencia total; por ello el suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo de 10 a 24 años, solo después de los accidentes; en México los adolescentes son el grupo más vulnerable por problemas relacionados con la depresión y la ansiedad. 

Las personas jóvenes se sienten acorraladas, no encuentran una salida, el mundo se les termina, sus emociones los abruman, sus frustraciones los dominan, no quieren continuar con la vida como lo hacen hasta ahora, el problema no es de ellos, sino del entorno en el que viven, porque su situación no solo les afecta a ellos, sino también a los demás jóvenes que los rodean, es un asunto que atañe a lo que sucede al interior de cada familia, de la escuela y demás instituciones que los han excluido y marginado. 

En los últimos años aumentó el número de países que cuentan con estrategias nacionales para la prevención del suicidio en los jóvenes, México no es la excepción, en el Presupuesto de Egresos 2019 del gobierno federal, se estimó destinar 657 millones de pesos a Servicios de Atención Psiquiátrica y 133 al Instituto Nacional de Psiquiatría, lo cual es insuficiente para atender un problema público que va en aumento, pero también porque los gobiernos locales son indiferentes a este problema público.  

La solución no está en pedir a los jóvenes que se alejen de la tecnología, que retomen los juegos que practicaban sus padres o que platiquen con ellos, que se acerquen a la religión, ellos no son responsables de su situación, es el contexto que los rodea, corresponde a los padres, familiares, maestros y sacerdotes acercarse a los jóvenes, comprender su situación, dejar de utilizar el castigo como manera de alejarlos del consumo del alcohol y drogas, el proceso es a la inversa, la indiferencia y los actos de violencia han generado la aflicción en las personas jóvenes.  

En resumen, la atención oportuna de la aflicción de la juventud en México en lo general y en San Luis Potosí en lo particular, requieren de un tratamiento integral en el que intervengan actores como la familia, la escuela las instituciones de salud y los medios de comunicación, para lo cual es necesario retomar lo que ha planteado la Organización Mundial de la Salud, considerar a esta situación social de los jóvenes como un problema grave de salud pública generado por factores sociales, económicos,  psicológicos y culturales. Próxima colaboración: 12 de febrero de 2020

Twitter: @jszslp