logo pulso
PSL Logo

Agosto: mestli ipanpa masewal altepemeh (Agosto: mes de los pueblos indígenas)

Por José Ramón Jiménez Martínez

Agosto 15, 2024 03:00 a.m.

A

Yo concibo la filosofía como 

una lógica de las multiplicidades

G. Deleuze

Hay tantas noticias de qué ocuparnos que, al recurrir a un tema poco visible en los medios puede parecer fútil. No obstante, la convicción de que las personas debemos hacernos cargo de nuestra conciencia y resistir - aunque parezca absurdo - las formas en que se expande el poder sobre la diversidad motiva a traer su atención, al menos, sobre una arista del mundo de los pueblos originarios: nuestra vecindad con ellos.

Partamos de plantear en forma crítica que la idea de una identidad nacional desde la óptica de un pueblo mestizo es una idea reduccionista que integra la gran diversidad de culturas que cubren el territorio nacional en una raza. 

Para darnos una idea de tal diversidad, en el año de 2020 el INEGI registró que el 9.4% de la población total en México (más de 11 millones de personas) estaban integrados en hogares indígenas, que hablan 68 lenguas distintas al español.

Si bien es cierto que, en el mismo censo ubica a Oaxaca, Chiapas, Yucatán y Guerrero como los estados donde se concentra mayormente esta población, las grandes metrópolis del país atraen a familias indígenas en busca de alternativas de vida.

En este marco de referencia, podemos afirmar que la población indígena está aquí y allá, sólo que, volteamos la mirada para negarnos su presencia, su vecindad con nosotros.

La cuestión es: la negación de los distintos, de los que no son iguales a uno, legitima la negación de nosotros mismos ante quienes nos niegan de algún modo (por ser fifis, chairos, nacos, fresas, rancheros, incultos, raros, etcétera, etcétera, etcétera). 

Colaboramos con la discriminación social; aunque, no seamos capaces de asumirnos como sujetos activos sino hasta que vivimos en carne propia la negación de los derechos.

Ese es el punto: construimos cotidianamente el mundo inmediato en el que vivimos, pero no queremos aceptarlo porque no nos gustan los resultados.

Más allá o, más acá, de escribir acartonadamente con palabras sin contenido sobre los pueblos indígenas, a propósito de la conmemoración (9 de agosto) instaurada institucionalmente; el propósito es llamar la atención para descubrir a través de ellos que, los discursos sobre sus derechos son letra que no florece porque la contradicción entre las leyes que los amparan y la justicia que no los cubre son como un campo sin lluvia.

La indiferencia es como la erosión de la tierra que aleja la lluvia que se requiere para florecer.

Las comunidades indígenas y nosotros (nos asumamos como lo que mejor nos parezca) somos vecinos, formamos parte de asentamientos humanos comunes (pueblos, municipios y/o ciudades) y, aunque tengamos culturas diferentes, tenemos igualdad en derechos que nos hace falta florecer.

Hay tantas noticias de que ocuparnos, pero, de cuando en cuando, es importante ocuparnos de nosotros mismos (las minorías, para decirlo políticamente) aún y cuando no parezcamos lo más importante. Después de todo, las minorías también formamos parte de este complejo entramado social.

Atrevidamente, precisemos: las minorías somos las mayorías del entramado social, sólo que, no somos capaces de vernos, del mismo modo que invisibilizamos a las comunidades indígenas.

Conmemorar no es celebrar sino recordar solemnemente, mientras que, celebrar es festejo, es fiesta y, en tal sentido, tal vez sea un buen principio recordar que: ver a nuestros vecinos de las culturas indígenas en lo que tienen de común con nosotros nos permitiría entender que, en medio de la diversidad, tenemos una compleja identidad que nos une: México.

joseramonuhm@hotmail.com