¿ALGUIEN GANÓ ALGO?
Hay una expresión que me gusta mucho y que por lo mismo la utilizo con cierta frecuencia. Me refiero a “Acto fallido”. Tiene más de un significado o quiere decir más de una cosa, pero yo siempre la uso en el sentido de un acontecimiento que al final ofrece resultados distintos de los esperados, y hasta contrarios en algunos casos. Hoy me sirve bien para decir que la aprobación ya concluida de la iniciativa presidencial antirreleción y antinepotismo electoral vino a ser un acto fallido inocultable.
Su promotora, la presidenta Claudia Sheinbaum ¿quedó satisfecha con el resultado? Evidentemente no. Aunque en un primer momento dijo que lo importante era que ambas normas estuvieran en la Constitución, a poco andar cayó en cuenta de que su imagen estaba saliendo raspada y señaló que quienes incurrieran en nepotismo en las elecciones del 2027 seguramente se encontrarían con el rechazo popular. Contenta, lo que es contenta, no se le ha visto. ¿Y cómo ignorar que quienes infructuosamente buscaron recomponer en la Cámara de Diputados el entuerto del Senado fueron sus partidarios más insospechables?
¿Puede Ricardo Gallardo Cardona sentirse satisfecho con el saldo de su intensa y en apariencia fructífera operación política en el Senado para modificar la fecha de entrada en vigor de la reforma antinepotismo? Creo que no, por cualquiera de dos razones: si se asume triunfador, la derrotada es la presidenta de la República, con todo lo que eso significa; si cumple su reciente compromiso de que respaldará en los hechos la iniciativa presidencial (no permitiendo la candidatura de su esposa para sucederlo), entonces ¿para qué tanto empeño, gasto, esfuerzo y desafío para modificar la propuesta original? ¿Qué vio venir que lo hizo recular?
Aquí alguien dirá que faltan casi dos años para que se definan las candidaturas gubernamentales y que para entonces mucha agua habrá pasado bajo los puentes, y en apariencia sí, pero seguirá siendo presidenta de la República la misma doctora Sheinbaum que ahora tuvo que tragar sapos por las maniobras de RGC, El Güero, Adán Augusto, Monreal y otros.
Desconocer en unos 20 meses sus recientes palabras en el sentido de que con o sin cambios él respetará el sentido y el espíritu original de la iniciativa enviada desde Palacio Nacional, es algo que muy pocos gobernadores se animarían a hacer.
Pero lo puede intentar Gallardo, cuyo poderío es suficiente para desafiar a la presidenta de la República y aliados que la acompañen. Dígame usted si no: ¿Se puede arredrar ante semejante desafío a un gobernador de la talla del potosino? Creo que no. ¿Cómo podría achicarse un mandatario con tanto prestigio e insuperable palmarés?, un jefe del Ejecutivo que ha revolucionado la ciencia administrativa para encabezar un gobierno modelo de eficiencia, eficacia y austeridad; un mandatario cuya honestidad está fuera de cualquier duda, alguien cuya fortuna personal y familiar no ha crecido un peso en estos últimos tres años. ¿Cómo arrinconar a un gobernante que tiene las finanzas públicas convertidas en ejemplo nacional de planeación y racionalidad; alguien que por lo mismo no ha permitido crecer la deuda pública ni en cinco centavos?
Imposible, me parece, hacer recular a un gobernador que ha convertido a su estado en el paradigma nacional de la transparencia y la rendición de cuentas; un estadista que primero muerto que decirle mentiras a sus gobernados, alguien incapaz de gastarse 700 u 800 millones de pesos en un capricho personal en forma de lienzo charro disfrazado de otra cosa. Cómo derrotar al líder de un partido al que espontáneamente han corrido a afiliarse todos los alcaldes electos por otras siglas y a los que luego les han arrebatado sus presupuestos de obras. Y sígale usted.
Con semejante currículum, con un arsenal de ese tamaño, con méritos sobrados para tener ya apartada una parcela en la rotonda de los Hombres Ilustres, sin ninguna ambición de poder personal para otros seis años, nuestro gobernador es invencible. Intocable, agregaría yo. Puede hacer lo que quiera, lo que le venga en gana. Puede dejar en la silla a quien se le ocurra. Y hacerlo entre los aplausos de algunos de nuestros apellidos más ilustres.
RECUPERO LA IDEA
Permítanme ustedes, amables lectores, retomar la idea del acto fallido.
¿Puede la senadora Ruth estar satisfecha de los resultados del tema que nos ocupa? Pienso que no. Para empezar, se vio obligada a decir una cosa en la mañana, otra en la tarde y agregar matices en la noche. Haberla sacado de su zona de confort en los temas lucidores para mandarla —porque no es posible creer que lo haya hecho de propia iniciativa— a navegar en las aguas mediáticas más procelosas, fue muy desgastante.
Luego de decir que sí, que no, que a lo mejor y que quién sabe, doña Ruth fue conducida al estrado de la más vieja y rancia política. Esa que para no revelar lo que realmente se quiere o se está pensando recurre a lugares comunes, a fórmulas desgastadas. Lo último registrado de sus dichos públicos es que faltan dos años para que todo se decida, que ojalá Dios se los preste de vida, pero que al final haría lo que dijera el pueblo, porque el pueblo es el que manda.
¿De qué estamos hablando? El pueblo (aunque sería mucho más correcto decir la ciudadanía) es el que con su voto manda y decide en las urnas quiénes van a ocupar los cargos de elección popular. De lo que llevamos semanas hablando con motivo de la iniciativa presidencial, es de quiénes podrán o no ser candidatos en razón de parentescos. Y ahora y desde siempre las candidaturas no las decide El Pueblo, en el sentido invocado, sino los partidos. A veces lo hace una comisión política de 40 o 50 individuos; un consejo de unos pocos centenares o una asamblea de mil o dos mil personas. En ocasiones, para resolver tensiones internas, los partidos consultan a sus bases mediante votaciones, pero tal ejercicio queda constreñido a los militantes empadronados. ¿Eso es el pueblo? Claro que no. En tales circunstancias, cómo podrá cumplirse el propósito del gallardismo de que en el 2027 sea “el Pueblo el que decida y mande” quienes van a ser los candidatos o candidatas de los diversos partidos.
Ya por no dejar, me atrevería a preguntar también si Manuel El Güero Velazco estará contento de los saldos finales de su asociación estrecha e intensa con Ricardo Gallardo para jugarle las contras a la presidenta. Cualesquiera que hayan sido sus razones, lógicas o metálicas, tienen que haber sido tremendamente poderosas o cuantiosas para olvidar que es el único político mexicano a quien la doctora Sheinbaum le ha besado la mano públicamente. Vamos, ni a AMLO. Así se lo recordó un par de veces Félix Salgado Macedonio, añadiendo que él personalmente le dijo a Velazco “Hermanito, si la presidenta te beso la mano como le vas a jugar en contra”, Pues lo hizo.
Así las cosas, y sin desconocer la posibilidad de que hubiera otras razones por ahora desconocidas para su conducta traicionera, por lo pronto el líder Verde ya quedó de malamigo, malagradecido, mala onda, bien vendido y hasta ojeis. Incluso anda rehuyendo a la prensa. Él, tan mediático.
Por otra parte, este accidentado viaje político-legislativo tuvo además la virtud de corroborar que Adán Augusto Hernández y Ricardo Monreal no son confiables para la Presidenta. Podrán serlo para López Obrador, pero eso distorsiona seriamente las lógicas de lealtad-solidaridad en gobierno y partido, en tanto que se pertenece a la misma formación política.
De su lado, Félix Salgado Macedonio y Saul Monreal Ávila desde ahora ya son damnificados de todo lo que ha pasado estas últimas semanas. Y lo son porque ellos militan en Morena, y si como ya lo anunció su presidenta Luisa María Alcalde, se van a reformar sus estatutos para impedir el nepotismo desde el 2027, pues ya chuparon faros, salvo que se lancen de independientes.
Distinto es el caso de la señora Ruth, quien milita en el PVEM, cuyos estatutos no impiden los relevos entre parientes en los cargos de elección. Ahí los obstáculos son sus propias palabras y, sobre todo, las de su marido.
COMPRIMIDOS
Despacio, sin mucho ruido, pero aplicadamente, las dos tenazas de la 4T —el gobierno federal y Morena— han comenzado a cerrarse en torno a Gallardo Cardona. Han aflorado algunos datos aislados pero reveladores: el relevo ya avanzado de delegados federales se está haciendo exclusivamente con cuadros morenistas sin aceptar la opinión del mandatario. Además, están acudiendo a los municipios brigadas tanto de Morena como del Bienestar, para ir haciendo el deslinde de los programas sociales federales de los estatales. Hace un par de días trascendió que en un municipio esos enviados le dijeron a la gente que las despensas son un derecho y no un “apoyo”. Además, se están modificando esquemas para financiar pequeñas obras, entregando el dinero directamente a nuevos comités formados en las comunidades sin pasar por los Ayuntamientos y menos el Gobierno. Y como luego dicen, “lo mejor de todo es lo peor que esto se va a poner”.
Cuando el tiempo pase y se agoten los plazos y las instancias, cuando el humo se haya disipado, estoy seguro que se podrá apreciar que en el asunto de la Auditoría Superior de la Federación y el Ayuntamiento de la Capital ha sido más el ruido que las nueces. Quien se tome la molestia de leer las sesenta y tantas hojas del último informe de auditoría, encontrará frases como “lo que hace suponer”, “se puede suponer”, y cosas así.
Un consejo no pedido pero gratuito y descartable: funcionarios estatales como Chavita, Omar El Robusto, la Legionaria doña Ariana, José Luis El Honestísimo, y otros por el estilo, harían bien en verse en el espejo de Silvano Aureoles para ir tomando sus providencias, no sea que en cuando mucho dos años y medio los ande correteando la justicia. En realidad los integrantes del gabinete gallardista que están en riesgo son muchos más, pero los mencionados son los que ocupan aquí cargos similares a los que ocupaban en Michoacán los colaboradores de Aureoles que ya están en bote.
Los problemas en el Congreso ya no son únicamente de venta de votos, servidumbre, improductividad, desorden administrativo y divorcio de la ciudadanía. Ahora son también el ausentismo, la flojera descarada y una que otra iniciativa delirante. La medalla por haber coordinado la legislatura peor coordinada de la historia potosino corresponderá por unanimidad a ese siniestro personaje conocido como El Inútil. ¿Quién será, tú?
Hasta el próximo jueves.
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