Automóviles eléctricos

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Un artículo aparecido esta semana en la revista “Science”, publicado por George Crabtree del Laboratorio Nacional de Argonne y de la Universidad de Illinois en Chicago, nos da una perspectiva de la penetración de los automóviles eléctricos y de los problemas tecnológicos que habrían de resolverse para que la sustitución de los vehículos de gasolina o diesel por vehículos eléctricos se de en forma plena. 

De acuerdo con cifras citadas por Crabtree, algunos países están tomando medidas agresivas para lograr esto último en el corto-mediano plazo. Así, para el año 2025 el 100% de los automóviles en Noruega serán eléctricos o híbridos, mientras que en ese mismo año Holanda prohibirá los automóviles de gasolina o diesel y lo mismo que hará Alemania en 2030. Un poco más adelante, en el año 2040, Francia e Inglaterra planean dejar de vender automóviles de gasolina y diesel. China, por su lado, es el mayor consumidor de automóviles eléctricos del mundo. Posee casi la mitad de los automóviles de este tipo del total global, con 1.1 millones de unidades vendidas en su territorio en 2018.  En comparación, los Estados Unidos y Europa, cuentan cada uno de ellos con aproximadamente el 20% del total de vehículos eléctricos del planeta.

Una de las virtudes de los automóviles eléctricos es la de contribuir a reducir la emisión de gases de invernadero por la quema de combustibles fósiles, habida cuenta que el transporte hace uso de más de un 25% de la energía que se consume en el mundo. Esto, por supuesto, ocurrirá sí la energía eléctrica para impulsar los automóviles eléctricos del futuro se obtiene de fuentes no contaminantes. Es decir, de fuentes tales como la solar, el viento, la nuclear o la hidroeléctrica, entre otras.  

Si bien, asumiendo esto último, la reducción de gases de invernadero es una de las ventajas que tendrán los automóviles eléctricos, su emergencia, como apunta Crabtree, tendrá también consecuencias geoeconómicas. En decir, las regiones en donde se encuentran concentrados los combustibles fósiles perderán relevancia, dado que el sol y el viento, dos de las supuestas fuentes de la energía que moverán a los automóviles eléctricos del futuro, están distribuidos más democráticamente a lo largo del mundo.   

Dado que la industria eléctrica tiene un alto grado de desarrollo, Crabtree identifica a la batería de litio, necesaria para almacenar la energía que impulsa al automóvil eléctrico, como su componente más débil. Según Crabtree, serán los desarrollos tecnológicos futuros de esta batería los que determinarán el curso de la industria de los vehículos eléctricos. Dichos desarrollos determinarán el costo del automóvil eléctrico, su tiempo de recargas, la autonomía entre recargas, su tiempo de vida y su nivel de seguridad.  

En cuanto al costo de un automóvil eléctrico, incluyendo su adquisición, mantenimiento, combustible y gastos de seguro, éste es, de acuerdo con Crabtree, sustancialmente menor que el del automóvil de gasolina para vehículos de uso intensivo, como es el caso de un taxi o automóvil de alquiler con un recorrido de 100,000 kilómetros por año. Para un automóvil particular, el costo de adquirir y operar un automóvil eléctrico es unas dos veces superior al el de automóvil de gasolina. Se estima que ambos costos se equipararían en algún momento entre los años 2022 y 2026.

En el contexto anterior, se esperaría que el transporte público en automóvil en los centros urbanos será el primero en transformarse en eléctrico por razones económicas. Lo mismo sucedería en unos años más con los automóviles de transporte personal en la medida en la que se reduzcan los costos de los vehículos eléctricos y se equiparen con los vehículos de gasolina. Cuando esto ocurra, la transformación de gasolina a electricidad estará impulsada por motivos económicos más que por consideraciones medioambientales de reducción de los contaminantes atmosféricos. Y en último término, según Crabtree, por el desarrollo de la tecnología de las baterías de litio. 

En el contexto relatado anteriormente, no sería difícil predecir que en pocos años, en la medida en que se desarrolle todavía más la tecnología de las baterías de litio, seremos testigos de la sustitución de los automóviles de gasolina por automóviles eléctricos. Tendríamos ventajas con esta conversión. Por ejemplo, se disminuiría la contaminación urbana por la emisión de contaminantes producto de la operación de los vehículos de gasolina. También, presumiblemente, se reducirá tanto el costo de los automóviles, como los de su operación y mantenimiento. 

Pero, por otro lado, podría incrementarse el número de automóviles en nuestras atestadas calles y avenidas. Y esto no pareciera que lo pudieran soportar. Ni las calles ni nosotros.