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Caricia al ego

Por Catón

Enero 27, 2022 03:00 a.m.

Según costumbre de magnates don Algón le regaló un fino abrigo de piel a su amiguita. Ella lo recibió gustosa, claro, pues durante algún tiempo no había salido de la cama esforzándose en merecerlo. Le dijo a su sugar daddy: “Gracias por el abrigo, don Al. Tenga la seguridad de que lo mantendrá calientito todo este invierno”. (Esa expresión americana, sugar daddy, hace alusión al hombre viejo y con dinero que mantiene a una mujer joven y sin él. La locución está por cumplir un siglo de uso: nació en the roaring twenties. Las relaciones entre ese tipo de hombres y mujeres viene de endenantes, expresión ésta del Potrero)... Don Poseidón, granjero acomodado pero de carácter rudo, le negó la mano de Glafira al pretendiente que se la pedía en matrimonio. Le dijo al solicitante: “No quiero que mi hija pase toda su vida al lado de un cabrón”. “¡Qué coincidencia, señor! -exclamó el galancete-. ¡Por ese mismo motivo vine yo a pedirle la mano de Glafira!”... “¿10 mil pesos? -profirió con enojo el viajero cuando el recepcionista del hotel le informó el precio de la habitación-.  Ciertamente he pagado eso por una cama, pero no estaba vacía”... Aun los mayores críticos de López Obrador reconocen su enorme popularidad. Observan, al mismo tiempo desolados y con preocupación, que ni siquiera sus más desatinados desatinos hacen que baje un solo punto el grado de aceptación que las encuestas muestran en favor del Caudillo. Desde luego en eso influyen las dádivas en dinero que reparte entre su cuantiosa clientela electoral, cuyos integrantes parecen no darse cuenta de que la inflación rampante y el deterioro en los servicios de salud anularon ya una buena parte del poder adquisitivo de las sumas que el régimen les da. Igualmente ha de tomarse en cuenta el astuto manejo que el tabasqueño hace de la comunicación, y su habilidad para desviar la atención de los graves problemas nacionales con el empleo de toda suerte de artimañas de prestidigitador, como ésa -la más reciente- de su testamento político, que nos tendría en vilo los próximos tres años si no es porque pronto ideará AMLO otro sensacionalismo similar. A fin de cuentas son dos las bases en que se asienta el dominio que sobre las masas -expresión peyorativa, pero insustituible- ejerce López Obrador. Esas bases son la pobreza y la ignorancia. Sé bien que por hartazgo de la corrupción priista incontables votantes de clase media y alta, y numerosos intelectuales y académicos sufragaron por el candidato de Morena, pero no ignoro que muchos de ellos se arrepintieron ya de haberlo hecho, y han cantado la palinodia por haber incurrido en ese error. En lo general, y salvo el caso de algunos permanentes aplaudidores favorables al régimen porque disfrutan su favor, el apoyo a AMLO está ahora entre aquéllos que no tuvieron los beneficios de la educación y afrontan condiciones difíciles de vida, o sea entre los pobres, cuyo número, por cierto, ha aumentado considerablemente bajo la 4T, según lo muestran las cifras oficiales. Así las cosas, el ejercicio de revocación de mandato, ese mayúsculo tinglado, es por completo inútil. Igual sería tomar el dinero que en él se gastará y echarlo por una alcantarilla. El rey quiere sentirse oficialmente amado por sus súbditos, sin analizar demasiado los motivos por los cuales lo aman, y esa caricia al ego de AMLO le costará mucho al país. Los caprichos de los monarcas absolutos siempre cuestan mucho... Eran hermanas gemelas, y una de ellas se casó. El día de la boda le confió a la otra: “Estoy muy nerviosa. Me tiemblan las piernas”. “Es natural -acotó la hermana-. También nosotras temblaríamos si nos fueran a separar”. FIN.