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Colonialismo

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Mayo 07, 2024 03:00 a.m.

A

Una funcionaria de cultura del Ayuntamiento de Madrid negó, hace algunas semanas, que durante la conquista española en tierras americanas se presentara expoliación o coloniaje porque “España no tenía colonias, tenía virreinatos” (en “La Jornada”, 26 de marzo de 2024). A mayor abundamiento de tan curiosa declaración, la funcionaria de marras, tratando de justificar el saqueo de metales preciosos en territorios de pueblos y comunidades, refirió: “por ejemplo, la pieza más valiosa de arte colonial que hay en España, el Tesoro de los Quimbayas, no fue adquirido por una expedición española, sino que fue un regalo de un gobierno a otro” (ibid.). Ese tipo de respuestas nos remiten, en automático, a un tipo de preguntas igual de sorprendentes: ¿Y, entonces, para qué, por ejemplo, le andarían quemando los pies a Cuauhtémoc los personeros de Cortés?

Más allá de lo anecdótico, lo anterior sirve para ahondar en lo planteado en la anterior colaboración en este espacio, donde hacíamos referencia a la denominada “autodeterminación de los pueblos” como un rasgo específico y necesario de la construcción de la nación democrática plena en América Latina, ampliando el concepto de nación a una nueva como diversa interpretación que considere lo que Boaventura de Sousa Santos refirió como las características de una transición distinta a la del pensamiento occidental, donde los tiempos no son tan lineales ni de corta duración, sino más largos por la transformación que implican, de tal manera que la imaginación política va incluso del presente al pasado, haciendo “demandas de futuro a partir de demandas de memoria” (en “Refundación del Estado en América Latina”, Ed. Siglo XXI, p. 75).

Una forma de reconocer la existencia del colonialismo que se niega, es incluso la descripción de uno de sus extremos como en el caso del “colonialismo interno”, que don Pablo González Casanova, por ejemplo, advirtiera como derivación de la condición de subdesarrollo que campea en nuestros países latinoamericanos, donde ciertas clases dominantes suelen ser “más papistas que el Papa” y aplauden las políticas entreguistas de la riqueza nacional a los designios del capital extranjero, sobre todo de carácter depredador y especulativo. Aplicando el principio dialéctico de “la negación de la negación”, resulta claro que posturas como la señalada al principio de esta colaboración, por la ya referida funcionaria de cultura en España, no tiene asidero alguno de comprensión.

Sirva lo anterior para poner en su debido contexto lo que algunos actores políticos se ufanan en señalar como “compromiso” con los pueblos originarios, reduciendo una pretendida gestión democrática a un mero actuar de tipo asistencial o clientelar “sobre” sus necesidades materiales, y no como sostiene Sousa Santos, de “acompañamiento” en luchas permanentes por la dignidad y ejercicio de sus derechos, de los cuales son sujetos no solo por simple reconocimiento (legal). Asumir, incluso con cierta sorna, lo que Sousa denominó “teorías de retaguardia”, en oposición a las presuntas posturas de “vanguardia” que no son tales.  En fin, lo declarado por la funcionaria señalada tendría una explicación adicional en su antecedente como prominente miembro del Partido Popular, aunque antes participó en el partido Ciudadanos, pero cuando a éste se le agotaron sus posibilidades de éxito dio el salto… al vacío ideológico y terminar haciendo declaraciones controversiales, por decir lo menos.