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Concurrencia electoral

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Septiembre 10, 2023 03:00 a.m.

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El Instituto Nacional Electoral ha declarado el inicio del Proceso Electoral Federal 2023-2024 que tendrá como momento culmen, la jornada electoral del próximo 2 de junio.  Es una historia que Usted sabe y recuerda. En el proceso electoral se convocará a más de noventa y seis millones de personas para que acudan a elegir a una persona para la Presidencia de la República, así como la renovación total del Congreso de la Unión, a saber: 500 diputaciones federales (300 por mayoría relativa, también llamadas uninominales, y 200 de representación proporcional, las famosas plurinominales), así como el Senado de la República, integrado por 128 escaños (que representan a las 32 entidades federativas, 64 del partido o coalición que gane, 32 de primera minoría y 32 de representación proporcional).

La elección del 2024 será concurrente. Esto ya lo hemos explicado en otro momento. Esto significa que en un mismo proceso se realizarán elecciones federales (con los puestos que detallé en el párrafo anterior) y locales (que se realizarán en 30 de las 32 entidades federativas que integran nuestro país). En San Luis Potosí se renovará el Congreso del Estado (con 27 diputaciones, de las cuales 15 son de mayoría relativa y 12 de representación proporcional) así como la totalidad de los gobiernos municipales (58 hasta el día de hoy, quizás 59, pero eso lo sabremos más adelante).

Hasta aquí todo va bien. El tema de la concurrencia tiene implicaciones importantes en el funcionamiento del Sistema Nacional Electoral y en la manera en que la ciudadanía concibe a los procesos políticos. Explico. 

Después de la reforma electoral del 2014, se estableció el funcionamiento de lo que hoy conocemos como “Sistema Nacional de Elecciones” en el que existe la coordinación entre autoridades electorales. Por un lado, se encuentran las administrativas federal (INE) y locales (los 32 institutos electorales locales) con funciones claramente diferenciadas. No es que antes del 2014 no existieran estos Institutos, sino que había duplicidad de funciones y esfuerzos. Un ejemplo. ¿recuerda Usted, por ejemplo, que en la elección de 2012 se acudía a una casilla a votar por los puestos federales y luego se tenía que acudir a otra para los puestos locales?. En una elección concurrente no tenía sentido que existiesen dos casillas distintas para que la ciudadanía realizara un mismo acto. El modelo de “casilla única” vino a resolver este problema. Frente a los ojos de la ciudadanía existe un solo procedimiento. De este lado de la mesa, hay un trabajo de coordinación entre dos autoridades que ejecutan un procedimiento único, pero que dividen los materiales y boletas según el tipo de elección que se trate -federales o locales-. 

Del lado de la organización de elecciones, la concurrencia representa un desafío de coordinación. El funcionamiento del Sistema Nacional de Elecciones depende del funcionamiento armónico de un esquema de colaboración en el que el INE cumple una doble función: organiza por completo el proceso federal y, por otro lado, establece pautas generales de coordinación en los procesos locales que serán ejecutados de acuerdo a las normas y especificidades que existen en cada una de las entidades federativas. Entiendo que existen personas que desde hace un tiempo han argumentado que la centralización de los procesos electorales sería benéfica para el país: una sola autoridad electoral para organizar la elección de los más de cuarenta mil cargos de elección popular en todo el territorio nacional. Para quien entiende de geografía política y de nociones elementales de historia, esto resulta un disparate. Esto no es posible hoy, no con las características actuales del Instituto Nacional Electoral.

Hay un fenómeno relacionado con la concurrencia electoral y que no depende de la organización de elecciones sino de la manera en que la ciudadanía concibe a este proceso político. Corremos el riesgo de que el debate público dominante sobre la contienda por la presidencia de la república, termine invisibilizando otras concepciones y discusiones sobre el resto de los cargos públicos a elegir -ya sean los legislativos del ámbito federal o los distintos cargos públicos locales-. En otros años hemos visto ya como hay candidaturas -legislativas y/o locales- que eligen sacrificar su propia identidad en favor de la imagen dominante de la candidatura para la presidencia de la república. Y esto, que suele ser parte de una estrategia de proselitismo, termina confundiendo al electorado, en algo que insulta a la comprensión ciudadana de los procesos políticos.

No vaya a ser que se piense que los puestos públicos locales son en forma y fondo, una derivación del debate público nacional. Cuidado con eso.

X (antes twitter): @marcoivanvargas