Hace poco logré tener en mis manos, luego de años de buscarlos, un par de libros editados, casualmente, en el año de mi nacimiento, 1973, que se intitulan (a falta de itálicas uso comillas) “Las cenas de Gala” y “Los vinos de Gala” --Gala Éluard Dalí, compañera y musa del pintor--. Estas magnas obras, aparte de las sorprendentes ilustraciones ex profeso del genio de Figueras y de fotos históricas, contiene, en primer lugar, una clase de manifiesto “gastroestético daliniano”; en segundo lugar, un compendio de las leyendas que formaron el universo vinícola de la pareja y, además, un recetario alucinante.
Luego de una larga investigación sobre la relación entre el plan estético y el credo enogastronómico de Salvador Dalí, tuve finalmente la inspiración y los medios para cumplir un sueño de toda la vida: celebrar un banquete al estilo Gala-Dalí, con los mismos vinos que ellos adoraban y con esos platillos de entonces (años sesenta y setenta sobre todo), cuerpo de aquellos festines quiméricos. Celebraremos este acontecimiento el próximo 25 de julio en esta ciudad de San Luis Potosí.
El pintor confesó en varias oportunidades que de pequeño soñaba con ser algún día cocinero y llegó a tener un conocimiento profundo de la gastronomía, esto generó en él distintos conceptos que han sido fundamentales en esta afición mía por dichas expresiones suculentas de cultura: “El arte serio que es la gastronomía es el símbolo más delicado de la verdadera civilización”, “La mandíbula es nuestra mejor herramienta para alcanzar el conocimiento filosófico”, “Atribuyo a toda comida una estética esencial y unos valores morales”, “Cada anchoa que mastico participa en una pequeña proporción de la brillante luz de mi genio”, etc.
Entre los vinos preferidos por la famosa pareja para sus banquetes estaban las cavas catalanas y los jereces, de los cuales descorcharemos una gran reserva muy especial y una manzanilla del famoso Equipo Navazos (La Bota de…); luego un vino legendario, nacido del fuego de un volcán: Lacryma Christi; a continuación un Chateauneuf du Pape único, reserva especial, mezcla de las mejores barricas de las tres más grandes añadas de este siglo, que simboliza el aspecto más sacro del pintor; y finalmente tres botellas que expresan la parte más refinada de este hombre cuasidivino: Pommard Les Epenots 1er Cru 1990, Chateau Latour Premier Grand Cru Classé 1971 (seguramente bebido por Dalí en distintas ocasiones) y Sauternes Cru Classé 1995.
Como Dalí estaba siempre cerca de Gala, así estarán estos vinos de sus platillos predilectos: aunténticos caviar Sevruga y angulas del Cantábrico, langosta, escargots, foie gras, trufa, Camembert, pato, perdiz, capón, cordero, etc. Por cierto, Dalí lanza una advertencia al inicio del libro de las cenas: “Si eres un discípulo de esos contadores de calorías que tornan los gozos del comer en una forma de castigo, cierra este libro inmediatamente; es demasiado vívido, agresivo e impertinente para ti”. Naturalmente, esta experiencia resulta costosa, pero ¿cuántas veces tendremos la oportunidad de repetirla?, ¿cuánto gastamos en un concierto de nuestro artista favorito?, ¿no vale la pena hacerlo en unas horas que llenarán nuestros espíritus de satisfacción estética y artística? En fin, si te interesa asistir, caro lector, escríbeme al correo electrónico, hay un par de lugares disponibles.
Para entender la pintura de Dalí hay que estar cerca del sueño, dejarse llevar por él, asumir nuestro subconsciente, volvernos seres sensibles, abrazar la belleza, por más extraña que parezca, amar, vivir como si nos quedara sólo la vida. Esta cena será más que una cena: será una celebración estética; un homenaje al arte, al artista, a la musa; una experiencia ampliamente sensual, será, sin duda, el “sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar” que quedará en “la persistencia de la memoria”. Será, esperamos, como una obra de Dalí: un verdadero y misterioso goce de los sentidos. Ya te lo contaré.
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