De Ateísmo e Irreligiosidad
Una de las grandes discusiones teóricas en la historia de la humanidad, es sin duda la existencia y/o inexistencia de algún tipo de divinidad o ser supremo, capaz de dirigir los destinos de la especie humana.
En paralelo con esa discusión milenaria, se hicieron presentes las religiones, pasando desde los ancestrales cultos politeistas hasta los sistemas religiosos monoteístas que conocemos el día de hoy, que están presentes y prevalecen en casi todo el mundo: Budismo, Catolicismo, Hinduismo, Cristianismo, Islamismo, Judaismo, Confucionismo.
Sin embargo, veintidós años después del inicio del siglo XXI los números de quienes, como parte de la especie humana se declaran abiertamente ateos, ha crecido de manera exponencial, según la Organización Worldwide Independent Network of Market Research y Gallup International, en una investigación dada a conocer en 2021, las naciones con un mayor número de personas no creyentes ni practicantes de religión alguna son: China, Reino Unido, Suecia y República Checa. En México, de acuerdo a las cifras oficiales más recientes del INEGI 8.1% de la población no considera a ninguna religión como parte de su vida y se autoadscribe como persona no creyente, o como dijera el genial Luis Buñuel en tono sarcástico: “Soy Ateo gracias a Dios”.
Ahora bien, es importante distinguir cuando menos dos facetas en que se puede generar pensamiento desde la no militancia y/o pertenencia a cualquiera de las religiones, la primera es la postura del ateo que simplemente observa al mundo sin la esperaza de la trascendencia hacia escenearios post vida, en cuyo pensamiento considera que la vida es una simple forma natural de existencia, despojada de cualquier pretensión ultraterrenal, más que el maravilloso momento que resulta el sólo vivirla.
En su no creencia, el ateo irreligioso no pretende sumar adeptos, ni fomentar el anticultismo, respeta y convive con el creyente, bajo la postura de que en el libre desarrollo de la personalidad, (la libertad de libertades), descansa el cimiento de las sociedades del futuro, donde lisa y llanamente no caben la imposición, la persecución ni la intolerancia.
De modo que, más allá de la irreverencia de Luis Buñuel, el siglo XXI es un tiempo donde sin duda, hay un replanteamiento en los sistemas de creencias, por lo que hablar de ello con absoluta libertad es un ejercicio necesario en las sociedades democráticas.
Y es que esa añeja postura, no es propia de estos momentos de la historia, ya el maestro Epícuro la planteaba en la Grecia Clásica de un modo brillante en su escuela llamada El Jardín, cuando dialogaba con sus discípulos en su Tetrafármaco, respecto a vencer los tres grandes temores humanos (el dolor, la muerte y los dioses) decía: “Los Dioses en el caso de que existan, están tan ocupados en sus propios asuntos, que en nada les importa la vida de los hombres, ergo, no debemos temer a los Dioses”.
De modo que, muy probablemente Epícuro sea el padre no reconocido de un ateísmo vedado, pero también de una irreligiosidad que hermanaba, con un modo de vida que invitaba al placer mesurado, pero no al hedonismo, al trato igualitario entre mujeres y hombres sin importar su condición de esclavos o libres, pues siempre en su Jardín había espacio para la reflexión, y por supuesto un poco de vino, pan y queso para compartir con el otro, con el igual, con la única premisa de que en el Jardín como en el Universo, todos los seres humanos nacemos y permanecemos libres.
Excelente inicio de semana.
Los sigo leyendo en este correo: jorgeandres7826@hotmail.com.
no te pierdas estas noticias




