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Hay modos

Por Yolanda Camacho Zapata

Septiembre 19, 2023 03:00 a.m.

A

Hace unos días, miles de profesores de Corea del Sur solicitaron un permiso colectivo para ausentarse de sus labores. Como empleados públicos según la normatividad del país asiático, no tienen derecho a realizar paro en sus labores, así que mediante este trámite, buscaron brincarse la normatividad y de manera colectiva, realizaron una marcha que agrupó a casi cien mil participantes frente al Ministerio de Educación. 

La razón era protestar en contra de los cada vez más frecuentes casos de acoso y violencia que los profesores han sufrido en los últimos meses por parte de padres de familia debido a que una ley relativamente reciente, deja huecos ambiguos en cuanto a las medidas disciplinarias que los maestros pueden aplicar ante faltas disciplinarias de los alumnos en el salón de clases. La ley se ha convertido en una especie de carta en blanco para que los docentes prácticamente no puedan corregir en modo alguno a los chicos y chicas que se sientan en sus clases, y peor aún, han dado pie a que los padres de familia se sientan con amplio poder para acosar a los maestros de diversas maneras, tanto presenciales como virtuales, ya que ante una simple denuncia los profesores pueden ser suspendidos de su empleo de manera indefinida.

Así, varios padres de familia utilizan la posible denuncia como medio para tratar de obtener beneficios para sus hijos o bien atar a profesores de mano para que los y las niñas hagan lo que se les pegue la gana en los salones. Se han detectado por lo menos tres casos de docentes que se han suicidado por cuestiones directamente relacionados con la presión que sobre ellos han ejercido padres de familia. Por supuesto, esto ha sido el extremo, pero es cierto que el mismo Ministerio de Educación ha revelado que en los últimos seis años las renuncias de profesores han aumentado en un 43% y no ha sido tanto por el pesado trabajo que implica ser maestro, sino porque las presiones por parte de los padres han sido insostenibles.

Muchos de mis amigos y amigas son profesores de diferentes niveles educativos y todos concuerdan en que si bien es cierto había -hay- algunos docentes que se comportan como pequeños tiranos en sus salones, también es cierto que en últimas fechas el temor por corregir y disciplinar a los alumnos va en aumento: ya no se les puede decir nada que incluso esté dentro de los límites de lo razonable. El problema no son tanto los niños, sino que los papás no permiten ningún tipo de corrección, e incluso avalan las groserías, omisiones o incluso maltratos de los chicos hacia los profes. 

Para muestra un botón: tengo el caso de tres colegas. Uno de ellos frente a grupo y teniendo como testigos a todos los alumnos de clase, recibió tremenda grosería de un chico. El incidente no era el primero y el profesor mandó un reporte al alumno. Al día siguiente los padres fueron y en el estacionamiento del plantel de dijeron hasta de lo que se iba a morir frente al hijo, quien con sonrisa burlona se engrandeció como nunca con ese permiso tácito para comportarse como un patán. El otro caso es de una maestra de jardín de niños que cometió el error de compartir su teléfono móvil con una madre de familia y quien a su vez lo compartió con otra. 

Ahí la cosa fue en escalada, primero esa segunda mamá le escribía por cualquier motivo: que si el material que debían llevar era tal o cual, que si la hora de la salida del festival era x o y, y cosas por el estilo. La maestra contestaba cortésmente, pero luego se volvió un verdadero martirio: le marcaban por la noche, en fin de semana y demandando atención inmediata hasta que ella decidió no responder. Luego la mamá se fue a quejar con la directora que porque el trato de la maestra era grosero. La regañaron. Finalmente el caso de un profe de  alumnos ya mayores de edad que incluso por obligación legal debe ya de mantener la privacidad de sus alumnos en ciertos temas y que ha tenido el caso de padres que airadamente exigen desde saber las calificaciones de sus hijos, hasta enterarse de con quién andan o no andan.  En ningún caso las historias han acabado bien para los docentes. 

Me parece digno de alabo que ya estén plasmadas en la normatividad las medidas de protección hacia los y las alumnos y que queden claros los derechos de todos en las clases. Es necesario saber que frente a los abusos, las víctimas de los salones tendrán medios de defensa. Sin embargo, no es correcto tomar estas medidas como una especie de mano libre para que se falte al respeto a los maestros y que éstos deban aguantar cualquier maltrato, ya sea de alumnos o padres de familia. La labor de educar es una tarea colectiva que involucra, evidentemente, a padres y maestros, pero también a la sociedad en general. Debemos de entender de nuevo que corregir no es faltar al respeto. Hay modos para todo.