Descalificando al mensajero

Compartir:

Cuando la activista del clima Greta Thurnberg, de 16 años, se cruzó de manera no programada con Donald Trump el pasado 23 de septiembre durante la cumbre climática de la ONU, le echó una mirada con ojos de pistola que fue ampliamente difundida por los medios internacionales. Ciertamente, manipulada o no, a la adolescente sueca no le faltaron razones para mostrarse resentida con el presidente norteamericano, que retiró en 2017 a los Estados Unidos del acuerdo climático de París que negociaron 195 países para limitar la emisión de gases de invernadero a la atmósfera. De hecho, durante su intervención en la cumbre, Greta Thurnberg había hecho un fuerte reclamo -actuado, según algunos- a los líderes del mundo por su inacción para combatir el cambio climático en perjuicio de las generaciones futuras.

Por otro lado, si bien el discurso de la activista sueca ha generado reacciones encontradas -incluyendo críticas negativas de los presidentes Trump y Putin-, es difícil refutar sus afirmaciones sobre la gravedad del cambio climático en curso. Una manera de apreciar dicha gravedad es como sigue. 

El cambio climático es atribuido por los expertos fundamentalmente a la creciente emisión de dióxido de carbono a la atmósfera por el uso de combustibles fósiles. Esta emisión ha perturbado el llamado ciclo del carbono que regula la concentración de este elemento químico en la superficie de nuestro planeta. Como nos explica un artículo aparecido esta semana en la revista “Elements”, publicado por un grupo de investigadores encabezado por Celina Suárez de la Universidad de Arkansas, el carbono existe en la superficie y en el interior de la Tierra en diversas formas -combinado, por ejemplo, con oxígeno para formar dióxido de carbono-. En la superficie de la Tierra, el dióxido de carbono es capturado por las plantas y algas para fabricar materia orgánica mediante el proceso de fotosíntesis. Esta materia orgánica es ingerida por los animales que al morir y ser enterrados originan el crecimiento de nuevas plantas. De esta manera se cierra el ciclo biológico del carbono. 

Existe también un ciclo geológico del carbono mediante el cual este elemento químico es intercambiado entre la superficie de la Tierra y su interior. Así, el carbono en la forma de dióxido de carbono es emitido a la atmósfera durante las erupciones volcánicas y regresado al interior de la Tierra mediante varios procesos, que incluyen su captura por las plantas mediante el proceso de fotosíntesis, su enterramiento al morir, y su transferencia a grandes profundidades por procesos geológicos. El carbono puede ser regresado igualmente al interior de la Tierra mediante su incorporación química a rocas superficiales, las cuales son posteriormente enterradas -en una escala geológica de tiempo- a grandes profundidades.

De este modo, la cantidad de carbono en la superficie de la Tierra, y por tanto su concentración en la atmósfera, está determinada por un balance entre el carbono superficial que es capturado por algún mecanismo y enviado al interior de la Tierra, y aquel que es liberado desde dicho interior hacia la superficie. En la actualidad, este balance ha sido perturbado por la extracción de carbono en la forma de combustibles fósiles y su dispersión en la atmósfera en la forma de dióxido de carbono.

El punto crucial es, por supuesto, la relevancia de esta perturbación en comparación con los mecanismos naturales de dispersión de este contaminante en la atmósfera. Suarez y colaboradores, en el artículo mencionado líneas arriba nos ilustran al respecto: las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles son de cuarenta a cien veces más grandes que las emisiones debidas los procesos de vulcanismo. Esto, ciertamente, refuta a aquellos que todavía argumentan que el incremento paulatino de la concentración de gases de invernadero en nuestra atmósfera obedece a causas naturales. 

Suarez y colaboradores señalan también que cuatro de las cinco más grandes extinciones masivas de especies que han ocurrido en la historia de la Tierra están asociadas perturbaciones mayores del ciclo del carbono. La más famosa de estas perturbaciones es la que ocurrió hace 66 millones de años por el meteorito que se estrelló cerca de Chicxulub en la costa de Yucatán y que llevó a la extinción de los dinosaurios.

En la actualidad, las cantidades de dióxido de carbono que estamos emitiendo a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles están lejos de aquellas debidas a catástrofes como la Chicxulub. Dichas emisiones, sin embargo, están creciendo paulatinamente y en estos momentos son ya muy superiores a las debidas a causas naturales, lo que, sin duda, es motivo de preocupación.

En estas condiciones es difícil entender a aquellos que critican la actuación de Greta Thurnberg. Entre otras cosas por ser demasiado joven y por la sospecha de que pueda estar manipulada por intereses oscuros; pero también por el énfasis con el que pronunció su discurso en la cumbre climática de la ONU, que a algunos habría parecido demasiado teatral. En todo caso, se descalificaría al mensajero, pero difícilmente a su mensaje.