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Desde la ausencia

Por Marta Ocaña

Agosto 02, 2023 03:00 a.m.

A

Escribo desde la tristeza y desde la ausencia de amigos que han partido de la vida y a quien ya no podremos volver a ver más que en nuestro corazón. 

No sé qué está pasando, y si es como dice mi hija que, “estamos bajo la influencia de Mercurio retrógrado”, pero le ha dado por morir a mucha gente que toca esos círculos concéntricos cercanos que, como en el agua se tocan y luego se desvanecen. Y ya no quisiera escribir en esa atmósfera que parece envolvernos para disiparse y regresar nuevamente. Pero la vida es muerte y como llegamos nos iremos. 

Lo maravilloso de vivir en esta época es la apertura de visiones sobre el final de la vida en donde por fortuna, parece que cada vez la aceptamos mejor si bien no la alcanzamos a entender. Creo que el ser humano mientras viva, no llegará a conocer ese origen que nos ha traído al mundo y al cual confiados creemos, que nuestro desenlace final nos llevara de vuelta.  

Lo que diga siempre serán meras especulaciones surgidas de la necesidad de creer en algo más allá de este planeta azul, de las galaxias hasta ahora conocidas y los agujeros negros que comen universos y se tragan el tiempo.  

Lo contundente es que tenemos fecha de terminación todos: mujeres, hombres, niños, abuelos, tal como mueren las tortugas, los perros, las aves y los cocodrilos; los arbustos y las enredaderas y con ellas todas las floras y los pastizales. Porque estamos hechos de una finitud y de un plazo que ignoramos por razones también desconocidas, pero quizá también por salud mental. Imaginen si al nacer nos fuera revelado nuestra fecha final. Sería casi macabro. 

Pero el mundo y la vida en él de la que formamos parte tiene esta dinámica cíclica y desde que somos semillas vivimos una serie de transformaciones físicas y emocionales que nos conforman y nos determinan y nos acompañan y orientan nuestras decisiones y nuestras elecciones. 

Mi escrito trata de hacerme entender algo de origen incomprensible para nuestra capacidad humana. Por eso siento que mis palabras van en círculos hacia ninguna parte y hacía el mismo lugar, pues sigo sin poder explicarme, aunque cada vez parece que lo importante más bien, es aprender a vivir para poder saber cómo morir lo mejor posible, sabiendo que no hay una fórmula única, sino que cada quien la diseña con sus propios talentos y sus propios valores.  

Mas, mientras aún estemos bajo este cielo, con esta magnífica luna de agosto, sería buena idea ensayar el aprecio por la vida y la alegría que nos produce la idea de despertar cada mañana, aún con la ausencia de tantos.