Diplomacia selectiva
López se ha cansado de decir desde el inicio de su gobierno que es partidario y defensor de la llamada “Doctrina Estrada”, plasmada como imperativo en nuestra Constitución en la fracción X del artículo 89. Sin embargo, o no tiene idea de lo que se trata o, simplemente, engaña y se burla de los mexicanos.
La Doctrina Estrada es un principio fundamental de la política exterior mexicana que defiende la no intervención y el respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Expresó Genaro Estrada, su autor, en septiembre de mil novecientos treinta: “…el gobierno de México no otorga reconocimiento porque considera que esta práctica es denigrante, ya que a más de herir la soberanía de las otras naciones, coloca a estas en el caso de que sus asuntos interiores pueden ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir favorable o desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. El gobierno mexicano solo se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos, sin calificar precipitadamente, ni a posteriori, el derecho de las naciones para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades”.
En el caso de la defenestración de Pedro Castillo, expresidente golpista peruano, la conducta de López, como en otros casos más, es francamente contradictoria con el postulado al que se le obliga constitucionalmente.
Ante la obligación de entregar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico a Boluarte, como presidenta del Perú, López ha dicho: “La presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico se la puedo entregar a Chile sin ningún problema, a Petro, Gustavo Petro, presidente de Colombia, porque también lo declararon non grato. Entonces se la entrego a los chilenos, pero no se la voy a entregar a la señora que está usurpando la presidencia. Mientras no haya normalidad democrática en Perú no queremos relaciones económicas ni comerciales con ellos. Sencillamente se queda en pausa (la relación diplomática) y se le entregamos nosotros, le voy a mandar una carta al presidente Boric, que ya no nos echen la culpa a nosotros los politiqueros en Perú y ya”
Estas palabras revelan una selectividad preocupante en la aplicación de este principio, lo que plantea interrogantes sobre la coherencia y la consistencia de la diplomacia mexicana bajo su liderazgo.
López, declarado “non grato” en el país sudamericano por sus constantes ataques mañaneros en contra de su presidenta, parece estar aplicando un doble rasero en su política exterior. Esto socava la credibilidad y la imparcialidad de México como actor diplomático y pone en duda su compromiso con los principios fundamentales de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos.
López más bien defiende, aunque o no lo sabe o no se lo han dicho, la llamada “Doctrina Tobar”. En mil novecientos siete, el canciller de Ecuador, Carlos R. Tobar, propuso una doctrina a los gobiernos latinoamericanos, donde los llamaba a reconocerse mutuamente y a su vez a negar el reconocimiento a cualquier gobierno latinoamericano que surgiera a partir de un movimiento revolucionario.
En lugar de imponer condiciones y pausas en las relaciones diplomáticas, México debería asumir un papel activo en la promoción de la democracia y el fortalecimiento de las instituciones en países vecinos. La preocupación por la normalidad democrática en Perú es válida, pero es necesario abordar estos problemas a través del diálogo y la colaboración, en lugar de sus discursos hostiles o el imponer sanciones económicas o comerciales que afecten a los ciudadanos y la economía de ambos países.
La selectividad en la aplicación de la Doctrina Estrada puede ser percibida como un acto de favoritismo o una intromisión en los asuntos internos de otras naciones, lo cual va en contra de los principios de no intervención y respeto a la autodeterminación.
Es evidente la postura de López.
@jchessal




