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El cometa López

Por Jorge Chessal Palau

Junio 06, 2022 03:00 a.m.

A

En su Elogio de la Locura, escrito en el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam escribió: “Aquel que recibe la misión de gobernar los pueblos debe ocuparse de los intereses comunes, no de los suyos; ha de pensar exclusivamente en la utilidad general; debe no apartarse en absoluto de las leyes, de las que el mismo es autor y ejecutor; debe responder de la integridad de los magistrados y oficiales, y que puede, como un astro benéfico, hacer la dicha del género humano por sus virtudes y costumbres, o como un siniestro cometa, causar las mayores calamidades”.

En México vemos como el palaciego señor López, desde la comodidad de la sede virreinal, jura y perjura la no igualdad con quienes antecedieron a el y su séquito en el Poder, les procura y les protege o, incluso, los encubre.

Se aparta y se apartan de las leyes, incluso de las que el mismo gobierno impulsa. Esto es así porque la ley no cuenta frente al evangelio personal de quien lleva la rienda de esta patria que da tumbos en un camino pedregoso y con riesgo de desbarrancarse cada mañana…nunca mejor dicho.

Y es que los gobernantes deben ser un modelo real y no solo autopregonado; no creer tantos halagos de sus lacayos como las intrigas fraternas de sus cercanos, combatiendo por su favor y su preferencia…como si acaso buscaran sucederle en medio de un presidencial dedazo para definir su candidatura.

Veamos que nos dice Erasmo de Rotterdam al respecto: “Los vicios de los demás, ni trascienden de la misma manera, ni tienen tanta resonancia; en cambio, si un rey comete el más ligero extravío, en el mismo instante, por la posición que ocupa, se generaliza, así como la peste, el contagio. Además, muchas cosas llevan consigo la condición o estado de los reyes, que suelen desviarlos del camino recto, como son, por ejemplo, los placeres, la independencia, la adulación y el lujo, contra los cuales se han de prevenir enérgicamente y vigilar solícitos para no ser engañados ni faltar nunca a sus deberes. Omito, por fin, el hablar de las insidias, de los odios, del miedo y de otros muchos peligros que los rodean, para decir tan sólo que por encima de los reyes hay un rey verdadero que les pedirá cuentas de sus más pequeñas acciones y que será con ellos tanto más severo, cuanto mayor poder hayan tenido”.

¿Y qué tanto esa voz del siglo XVI hoy se deja oír y nos pinta en México lo que ya era un problema tiempo ha con los gobernantes ligeros de decisión, de preferencias palaciegas y con ánimos de prócer, con ganas de estatuas y reconocimientos en las páginas de la historia como transformador de un país que, a lo mucho, solo quiere sobrevivir pese a ellos.

Nos cuenta Erasmo: “Figuraos ahora un hombre como lo son a veces los reyes: ignorante de las leyes; enemigo, o poco menos, del provecho del pueblo; preocupado solamente de su personal actividad; entregado a los placeres; que odie el saber, la libertad y la verdad; que piense en todo, menos en la prosperidad de su Estado, y que no tiene más regla de conducta que sus liviandades y sus conveniencias. Ahora, colgadle al cuello el collar de oro, emblema de la solidaridad de todas las virtudes; colocadle en la cabeza una corona guarnecida de piedras preciosas, que recuerda que debe brillar en medio de sus súbditos por sus acciones heroicas; ponedle en la mano el cetro, símbolo de la justicia y la rectitud constante de su ánimo; vestidle, en fin, con la púrpura, que indica el celo que debe sentir por su pueblo. Pues bien: si este monarca comparase estas insignias con su conducta, creo con seguridad que se avergonzaría de sus adornos y temería que algún intérprete malicioso trocara en risa y chacota todos estos oropeles de teatro”.

Para darse cuenta de los errores, fallas y dislates se requiere que quien ejerce el Poder tenga sensatez, humildad e inteligencia, bienes más bien escasos en los transformistas de cuarta; por eso, cruzan solo como cometas, iluminando de manera fugaz el firmamento, solo pasajera.

Deslumbrar no es trascender. 

@jchessal