El vino en el Quijote (III)

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Para Juan Carlos Barrón C.

(Continúa del 26 de junio)

En este mismo sentido, el vino tiene un lugar singular en otro par de episodios de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, pues acompaña, quizás provoca, los dos discursos más famosos del caballero: el de la Edad de Oro y el de las Armas y las Letras.

Antes del primero, don Quijote y Sancho son convidados de vino y “unos tasajos de cabra que ardían al fuego en un caldero” al anochecer, por un grupo de cabreros. Tomemos en cuenta que la pinta del caballero andante llamaba la atención y provocaba casi siempre las burlas de quienes se cruzaban con él por los caminos manchegos de aquella época histórica que sirve como superficie realista para la ficción cervantina. Al cielo descubierto, la desigual pareja es bien recibida por esta gente humilde. En este caso, don Quijote no es juzgado por su apariencia, se le da su lugar alrededor de la fogata como a cualquier otro; comida y bebida estrechan lazos humanos, surge la poesía, la música, Sancho se sacia, y entonces don Quijote tampoco necesita “traducir” la realidad: se encuentra cómodo y esto le inspira un hermoso discurso construido de forma impecable. Les recomiendo, señores, que lean este capítulo xi para que disfruten de la nostálgica alocución que comienza con “Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados…”.

Hacia el capítulo xxxvii don Quijote se sienta a otra mesa, una larga, rectangular y con patas, para compartir de nuevo vino y pan con otros personajes de la novela, en esta ocasión presidiendo una cena en donde todas las clases sociales se ven representadas: desde la alta aristocracia hasta Sancho, pasando por el clero. Don Fernando, el hijo de un grande de España, le cede la cabecera, cosa inaudita para el estamento de la época, imposible en ese orden social. También en esta escena, la convivencia alrededor del vino y la gastronomía hace surgir lo mejor de las personas, y don Quijote consigue lo que resulta ser, quizás, en vista de sus constantes desventuras y adversidades, su victoria más importante en toda la obra: el hidalgo se ha hecho caballero andante para intentar cambiar un mundo que no le satisface, cuyas condiciones no le parecen correctas, quiere volver a una época ideal que ustedes descubrirán cuando lean el segundo discurso citado y quiere dignificar un ejercicio, el de la caballería, para reinstaurar unos valores que considera perdidos. En el momento en que don Fernando le otorga el lugar principal de la mesa, don Quijote por fin ha logrado cambiar ese mundo, ese orden infranqueable, y si bien en un principio esto sucede como resultado de un ánimo lúdico, al final del discurso don Fernando y todos los presentes se admiran de la lucidez del orador. 

El vino, y la comida a la que acompaña, tiene en el Quijote un sentido paralelo a las acciones del Caballero de la Triste Figura: es un agente de cambio social, un agente de convivencia, de fraternidad, de inspiración, hace que salga lo mejor de cada uno, es fantástico en sí mismo, a su amparo pueden desfacerse agravios, socorrerse viudas y ampararse doncellas. Con el vino nuestro mundo y nuestra vida son mejores.

Continuará…

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