El vino en el Quijote (V)

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Luego de haber visitado algunos episodios en los que el vino aromatiza la primera y la mejor novela (o par de novelas: Primera Parte, 1605, y Segunda Parte, 1615) de todos los tiempos, llegamos por fin a mi preferido. Y es Sancho Panza, no el Caballero de la Triste Figura, para sorpresa de muchos, quien protagoniza la peripecia.

En el capítulo xiii de El ingenioso Caballero se encuentran el de La Mancha y su escudero con maese Nicolás, convertido en el Caballero del Bosque, y su propio asistente, también espurio. Antes de la provocación alevosa del barbero que llevará al famoso duelo --único en el libro con desenlace glorioso para don Quijote--, los señores hacen coloquio sobre amores; los mozos, sobre sus vidas, sobre sus familias, sobre maldiciones, sobre los toreros de aquel tiempo, pero, especialmente, el par de escuderos usan la boca para quejarse de sus amos, para comer, para beber y para hablar de vino.

A la empanada de conejo blanco y la gran bota que saca de sus alforjas el hombre de del Bosque, Sancho corresponde con queso, algarrobas, avellanas y nueces. Mientras comparten el improvisado festín, Panza se empina el cuero de vino, traga, deja caer la cabeza a un lado, y, dando un gran suspiro, pronuncia una exaltación arrebatadísima que no puedo reproducir en este espacio. Sin dar oportunidad a otra cosa, Sancho lanza su resolución sobre el origen del tinto que aún le escurre por las comisuras: es de Ciudad Real. “¡Bravo, mojón!”, responde admirado el otro escudero, y confirma: “En verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad”. 

Un mojón es un catador de vino, lo que hoy en día llamamos sommelier. El acompañante de don Quijote, entusiasmado, se jacta de tener “un instinto tan grande y tan natural, en esto de conocer vinos, que, en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor, y la dura (duración), y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas”. Luego de haber presentado sus credenciales, Sancho presume de prosapia enológica, al narrar la siguiente anécdota sobre dos antecesores por parte de su padre:

 “Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua; el otro no hizo más de llegarlo a las narices. El primero dijo que aquel vino sabía a hierro; el segundo dijo que más sabía a cordobán (cuero de cabra). El dueño dijo que la cuba estaba limpia y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán. Con todo eso, los dos famosos mojones se afirmaron en lo que habían dicho. Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán”. Sumado a ello, más adelante, durante su gobierno, los lectores conoceremos que nuestro decano de sumilleres también ha sido viticultor, que entiende mejor de “ensarmentar las viñas” que de dar leyes o defender provincias y reinos (II, Cap liii). No hace falta decir que los dos escuderos quedan hermanados y sus espíritus elevados tras el exquisito ejercicio.

Este singular episodio funciona como ratificación del despliegue de Sancho como personaje, de su revelación como hombre culto (pleno de esa cultura profunda, de esa cultura de origen popular que Lorca llamaba “cultura de sangre”) a la que asistimos en la novela complementaria, en competencia con esas supuestas ignorancia, rudeza y torpeza. Esos cambios están bien representados por la erudición enológica del labrador manchego, que le sirve como reivindicación: vino equivale a cultura; ningún bruto es enólogo y catador experto.

No podemos agotar en esta charla, amigos, todas las referencias al vino en el Quijote, que son decenas; menos, las posibles en el conjunto de la vida y obra de Cervantes. Considero, sin embargo, que hemos comentado algunas que colorean y nutren de sentido y fondo a su trama. Todo esto con la esperanza de haber apuntado la importancia simbólica, cultural y humana de nuestro líquido precioso en esta obra maravillosa, de que se permitan leer más y mejores vinos, beber más y mejor literatura.

@aloria23

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