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Intervinalidad

Por Alfredo Oria

Junio 09, 2023 03:00 a.m.

A

Los grandes vinos, como las grandes obras literarias, tienen siempre una intertextualidad. Esto quiere decir que hay elementos en su composición que refieren a –conversan o discuten con– otros vinos, otros libros inmortales. Son las hojas de las ramas del mismo árbol cultural. Los textos, las significaciones; en sentido más amplio, las imágenes, las notas o los trazos se interconectan a través de la historia de una tradición cultural, a veces entre distintas tradiciones; por lo tanto, existen también intertextualidades pictóricas o interdiscursividades.

Hay muchos tipos de intertextualidad: intratextualidad (relación entre textos del mismo autor), extra– (relación entre textos de distintos autores), meta–, archi–, para–, hipo–, hiper–, etc., conceptos que puedes revisar si te interesa el tema, caro lector, en Palimpsestos, de Gerard Genette, o en autores como Bajtín, Todorov o Kristeva, todos ellos cocos del estudiante de literatura. En fin.

En una serie de tardes en las que se compartieron botellas de distintas regiones, esta condición de, digamos, intervinalidad, se hizo evidente a través de botellas importantes de distintas regiones: el Spottswoode Cabernet Sauvignon 2009, de Napa, presentó tesituras similares a un Chateau Margaux 2001 y a un Carruades de Lafite 2009. Estas tres maravillosas botellas se mostraron en coyunturas ideales de consumo, como vinos totales a los que no puede pedírseles nada más. Si existe la excelencia, por no decir perfección, aquí unos ejemplos que están muy cerca de ella, tomando en cuenta sus contextos particulares.

El Chateau Haut-Bion 2003 contó una historia parecida a las del Favia La Magdalena 2012 y el Opus One 2016, una de futuro, de poder y de esperanza. Estas botellas llegarán a la altura de las tres anteriores, sin duda, pero cuánto tiempo necesiten para ello, es difícil de saber.

Chateau Lafite 1994 y Mondavi Reserve 1986  me recordaron a un poema esférico de Baudelaire traducido por Aldous Huxley en California. Es imposible en nuestros días encontrar en una etiqueta la palabra <Napa> junto a la cifra de 12.5% de alcohol. Ese estilo “old school” está prácticamente abandonado en California para Cabernet Sauvignon. Es una lástima, porque aunque entiendo que los cabs contemporáneos han logrado en algunas casas un balance más atractivo, estos vinos de otro tiempo se mantienen etéreos y frescos, además, aportan diversidad… y recuerdan a esos burdeos clásicos.

Los versos minerales y cremosos del Veuve Clicquot Rosé 1966 también rimaron con el Aubert Lauren Chardonnay 2012, que tenía además una acidez vibrante casi de champagne. Si alguna vez se cruzan con un Aubert, ya sea chard o pinot, no dejen de hacer el esfuerzo, son vinos fantásticos; aunque costosos, siguen representando una relación precio/calidad magnífica.

Todos los vinos citados nos transportaron a sus lugares de origen, narraron las vicisitudes de su año y delinearon los rasgos de las variedades que los componen. Pero también conversaron entre sí, confirmando la idea de que “todos los grandes vinos se parecen en algo”. Beber estas joyas reunidas en unas cuantas tardes fue como leer una antología en donde la experiencia final es más que la suma de sus partes.

@tusimposiarca 

@anticuariodevinos

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