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¿El voto fue libre?

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Junio 19, 2025 03:00 a.m.

A

Estoy preocupado por algunos saldos de la elección del pasado día 1 de junio. Si Usted ha seguido este espacio editorial, podrá dar cuenta de las múltiples reflexiones que por semanas estuvimos compartiendo con respecto a la celebración de la elección y los múltiples desafíos en términos de organización y de apropiación ciudadana del proceso.

Antes de ahondar en una preocupación seria sobre lo observado en esta elección, quisiera comenzar con una pregunta de reflexión. ¿Con qué se queda Usted del pasado proceso electoral? ¿con haber atestiguado un hito en la historia de la democracia en nuestro país? ¿con haber sido parte -o no- de las millones de personas que decidieron votar en la primera elección del poder judicial? ¿con el bajísimo porcentaje de votación? ¿con el volumen del voto nulo -del que he leído muy poco en estos días-? ¿con el asunto de los “acordeones” y la evidente estrategia sistemática para incidir en el voto de las personas?. Con objetividad y honestidad intelectual en verdad le pregunto: ¿Con qué se queda Usted del pasado proceso electoral?.

El problema que hoy me preocupa tiene que ver con el retroceso que el sistema electoral en México ha experimentado debido a dos factores: por una parte el volumen de ciudadanía que por desconocimiento, apatía o rechazo, decidió no formar parte de esta elección y sus efectos en términos de la legitimidad democrática que se encuentra detrás de los cargos electos; por otra, la efectividad que demostraron los grupos de interés para incidir en el voto de esta elección por medio de los acordeones, sin que pudiera ser sancionado por parte de la autoridad administrativa electoral. Explico.

A lo largo del proceso electoral se identificaron numerosas irregularidades que, aunque numéricamente limitadas, fueron consideradas de alta gravedad por un bloque de consejerías electorales del INE. Entre ellas destacan la existencia de “acordeones” con nombres específicos distribuidos de forma masiva y usados como guía para votar, así como la instalación de casillas que registraron votaciones superiores al 100 % de los electores inscritos. También se reportaron boletas manipuladas, marcadas o sustraídas. A juicio de las consejerías inconformes, estos hechos no solo comprometían la legalidad del proceso, sino que ponían en entredicho su autenticidad y la libertad del sufragio.

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Otro elemento de preocupación fue la alta coincidencia entre los nombres promovidos en dichos “acordeones” y las candidaturas que finalmente resultaron electas, lo cual alimenta de manera contundente la sospecha de que hubo una operación coordinada para inducir el voto en favor de ciertas opciones. Aunque la mayoría de integrantes del Consejo General consideró que las irregularidades no alteraban de manera significativa el resultado, las cinco consejerías disidentes argumentaron que la suma de estos factores generaba una duda razonable sobre la legitimidad de la elección, por lo que propusieron no declarar su validez.

Tengo bastantes años prestándole atención a estos procesos y puedo decirle, con honestidad, que no había presenciado un señalamiento de ese tipo en el seno del Consejo General del INE. La altísima coincidencia -cercana al 80% a nivel nacional y superior al 85% en algunos estados- entre los nombres incluidos en los llamados “acordeones” y las candidaturas electas en la elección judicial representa una señal de alarma democrática que no puede minimizarse. Estos documentos, distribuidos de forma masiva en semanas previas a la jornada electoral, no fueron meras ayudas informativas: constituyeron un dispositivo de propaganda opaca, sin autoría reconocida, que uniformó la intención de voto en favor de ciertas candidaturas. Su eficacia estadística no solo resulta inverosímil; es, en términos democráticos, profundamente preocupante.

¿Estamos en presencia de un nuevo dispositivo que pretende imponer un modelo de simulación electoral?. El sufragio, lejos de ser libre e informado, corre el riesgo de convertirse  en un acto de reproducción automatizada de consignas. Más aún, esta coincidencia sugiere una operación orquestada para inducir el voto a escala nacional, violando flagrantemente los principios de equidad en la contienda y de libertad del voto.

La reacción como sociedad frente a esta anomalía debió ser de firmeza y defensa del voto libre. Optar por la indiferencia, implica renunciar al deber ético de garantizar procesos electorales legítimos, transparentes y sustantivamente democráticos. Permitir que nuestro sistema electoral retroceda es una pésima noticia. 

X. @marcoivanvargas