En vivo y en directo
La joven Valeria, de 23 años, tenía desde hace un año un salón de belleza en Zapopan y solía hacer videos para sus redes con consejos de belleza, armas, ropa y objetos caros. Recibió dos balazos mientras era vista “en vivo” por muchos de sus 90 mil seguidores. Un medio aseguró, sin pruebas y sin que conste en actas, que era pareja de un poderoso líder del narco.
El video se ha repetido viralmente. Como el de ella, hay muchos casos de vidas truncadas después de vivir “al máximo” durante poco tiempo, como el del Pirata de Culiacán y Fedra Gaxiola, “famosos” de la era de TikTok y el OnlyFans.
En estos casos, en los de cualquier muerte violenta, luego luego le jugamos al detective, a la Doctora Polo. Lo más cuestionable es cuando son las autoridades las que victimizan o revictimizan. Y no solo a las influencers. En San Luis Potosí ha habido dos casos recientes de feminicidio que se redirigen a lo de siempre: en algo andaba, algo debía, no fue robo...
Un influencer entró a las pirámides de Chichenitzá a áreas y en horarios prohibidos solo por su gran número de seguidores. Otros “por su cuenta” hacen campañas por ciertos candidatos o “certifican” lo “milagroso” de algunas medicinas. Se supone que el capital de estos nuevos “famosos” o “líderes de opinión” es cierta “credibilidad” o imagen en un área determinada. La pelea por los laiks, por la visibilidad a como dé lugar. Uno de ellos puede entrar a un restaurante y pedir servicio a cambio de “fama”, pero hay quienes piden trabajo o servicios gratis aunque no son famosos ni pueden dar fama, esa que no sirve para comer o pagar cuentas.
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En algunas encuestas internacionales hay países donde los niños ya no dicen que de grandes quieren ser médicos, pilotos de avión o bomberos. Quieren ser creadores de contenido, entrepreneurs, influencers o youtubers. Hay influencers en todos los ámbitos, y eso es preocupante porque suelen hacerse por golpes de suerte, por imagen, “carisma”, poca ropa o “frases matonas”, no por la calidad y la veracidad de lo que comparten. Cobran por número de “vistas” en empresas y gobiernos y hay gobernantes que buscan ser influencers. A muchos este “poder” los descoloca y hay casos de violencia como los de Yosstop y el Fofo Márquez. La violencia es parte del contenido creado (y bien pagado) para las redes.
Incluso en libros y librerías hay muestra de por qué. Hay booktubers, instagrammers y otras especies. Escribe Andrés Cisneros en el libro que presentó el viernes pasado en la biblioteca del Centro de las Artes de San Luis Potosí: «hemos llegado a la era en donde todo se mueve por lo que parece ser, […] La competencia por aparecer está al alcance de todos, y […] la mayoría se deja llevar por los contenidos más banales (incluso hay cierta poesía que se ha enamorado de tal estética...)». Y escribe Jorge Carrión en X: «En muy pocos años un objeto cultural vagamente identificado, el libro de influencer, se ha convertido en una sección de un espacio cultural vagamente identificado, la librería papelería de un supermercado».
En el periodismo no se dan excepciones, o casi no. Dice Temoris Grecko: «las personas fuera del ámbito carecen de aptitudes como verificar la información, no saben interpretar un hecho del que son testigos y relacionarlo con otros. No tienen las redes que le permiten a un periodista tal vez un poco más de protección en caso de amenazas. Si Luisito Comunica va a contarnos la situación de otro país, no tiene ni el interés ni las herramientas teóricas o metodológicas para contarle a su audiencia qué es lo que pasa en otro lado. Las nuevas tecnologías son una salida para varios periodistas, […] sin que esto se traduzca en un debilitamiento de la calidad de la información para la gente».
Cuestionar el influyentismo de esta forma de vida, el apoyo institucional a la no lectura del mundo, su supuesto “glamour”, es vital para que no se pierdan más vidas.
Dahlia de la Cerda escribió en X: «El problema no es el estilo de vida de Valeria, ni su cuerpo, ni sus cirugías, ni su ropa, ni sus decisiones. El problema es estructural y tiene género: hay hombres que no saben lidiar con el rechazo, con los celos, con que una mujer ya no los quiera […] A Valeria no la mató su estética. La mató un hombre con su ego masculino herido».
http://alexandroroque.blogspot.com
Correo: debajodelagua@gmail.com
Twitter: @corazontodito
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