Eufemismos
La cuesta de enero se ve más empinada, y no hay Sísifos dichosos. No hay aumento a impuestos, se dice en los tres niveles de Gobierno, pero es inevitable acordarse de aquella escena futurista de Los Simpson, en la que Lisa, recién declarada presidenta de Estados Unidos, ve la situación real de las arcas, sabe que debe cobrar más impuestos, y a su jefe de asesores (Milhouse) se le ocurre que podrían llamarlos “ajuste temporal a reembolsar” para que la ciudadanía no proteste. Y sí, le aplauden.
Eufemismo es llamar a algo con palabras que “suavizan” su efecto real. Las Potencias no hablan de “guerra” o “invasión”, sino de “operaciones especiales”. Eufemismo es una forma de quitar lo “grosero” o “malsonante” a una expresión, o de ocultar su intención para que sea políticamente correcto. “¡Chihuahua!”, “¡diantre!”, “ir al tocador”, “crecimiento negativo” y cobros por “asistencia social”, son algunos ejemplos.
Muchos textos literarios vienen a ser eufemísticos: se habla de un personaje que parodia a otro, que señala sin nombrar. El eufemismo deviene en parodia. El uso de eufemismos en la literatura está bien ejemplificado en la novela 1984 de George Orwell (de la que tomé el nombre de esta columna, como ya lo he dicho varias veces). El Ingsoc, gobierno de Oceanía, se basa en cuatro áreas llamadas el Ministerio de la Paz (que se dedica a la guerra), el Ministerio de la Verdad (que produce las mentiras o “información” necesarias), el Ministerio de Amor (dedicado a la tortura) y el Ministerio de Abundancia (que provoca desabasto a conveniencia).
A veces no son eufemismos sino de plano gato por liebre. La crisis hídrica en estos lares sigue empeorando. Se anuncia la perforación de pozos cuando se sabe que es el mismo acuífero, degradado y contaminado con minerales y metales que pueden ser tóxicos en extremo. El Realito sigue fallando y no se ve para cuándo lo meterán en cintura. El desabasto se deja sentir en estas tierras.
En contraparte, sí, hay un 12 % de aumento al salario mínimo, que pasa de $248.93 a $278.80 diarios, pero por más que le hagamos no va a la par del aumento a los productos de canasta básica, por no hablar de los no básicos. Una recarga de celular de 50 pesos antes duraba aproximadamente una semana, cuidando los datos; hoy apenas tres días y ya las compañías están mandando mensajes de que el paquete está por agotarse.
La gasolina sube y sube. Se anuncia que la Profeco (Procuraduría Federal del Consumidor) y la Secretaría de Economía colocarán lonas en las gasolineras careras con la leyenda “No cargues aquí, se vuelan la barda con los precios”, pero es difícil elegir rumbo al trabajo o en las carreteras.
También en esta nueva miscelanea fiscal ha causado revuelo el impuesto de 19 por ciento a Shein y Temu por importaciones, lo mismo que 17 % a Amazon y Wallmart. Además, se cuenta con el pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y de Impuesto sobre la Renta (ISR) que harán ya Airbnb, la cual ha constribuido mucho a la gentrificación de ciertas zonas, y Uber, la empresa de transporte por aplicación.
En lo local, tras el rechazo a su ley de ingresos, el Ayuntamiento de San Luis anunció una política de austeridad que incluye contrataciones por honorarios, para no dar “prestaciones como servicio médico, préstamos o bonos adicionales”. De cualquier modo, entró en vigor el 3 % de nuevo impuesto estatal a la enajenación (venta, traspaso) de bienes inmuebles, y el aumento de 3 % a 4 % al hospedaje, por citar algunas “sorpresas”.
Recordemos que Antonio López de Santa Anna cobró impuestos “a puertas, ventanas, perros, caballos y carros”, según el texto de Héctor Strobel del Moral. Esperemos no se les ocurra retomar la idea. Como entonces (palo dado ni Dios lo quita), hay que ver en qué se gasta lo que se cobra, cómo se planifican los egresos para sentir de veras que “nuestros impuestos están trabajando”. Las prioridades no parecen estar alineadas siempre. Hay disparidad de intereses, por decirlo eufemísticamente.
Ojalá que nos vaya bonito. Gulp.
Ah, feliz día de Reyes y feliz retorno a las aulas (y al trabajo, a quien aún esté disfrutando su último día de vacaciones).
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