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Familia y escuela Capítulo 117: Elegir caminos

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Julio 06, 2022 03:00 a.m.

A

Comenzar a crecer y desarrollarse, cursando educación escolarizada formal desde el preescolar hasta el posgrado (o salidas intermedias); además, obtener educación no formal en el ambiente familiar, con los pares y de los diferentes medios de comunicación, incluidas las redes sociales, entre otras maneras más de adquirir conocimientos; resulta claro entonces que, nuestro bagaje cultural y académico tiene un origen natural y lógicamente establecido.

Toda la carga de conocimientos y experiencias que cada persona lleva y va acumulando a lo largo de su vida, resulta ser un tesoro muy preciado y debe ser valorado cual si fuera el botín de un pirata o, la carga de alimentos que insectos y muchos animales reúnen para pasar el invierno; incluso, como el resguardo que Moctezuma hizo del tesoro del reino azteca, ante el asomo de Hernán Cortés y de la ambición española.

Sin embargo, no obstante esa riqueza que en cada quien se va acumulando; por cierto ignorada por muchos, menospreciada por otros y reconocida como un capital invaluable por unos cuantos, no puede quedarse encerrada “bajo llave” o escondida en un cofre, ante el temor de ser raptada, agredida o infravalorada. 

En efecto, debemos de propiciar al educar, el uso pertinente de todo lo acumulado, cual si fueran herramientas adquiridas, de las cuales podemos echar mano en el momento que la situación lo requiera; de nada sirve el reunirlos y dejarlos ahí como ese “cuarto de triques” que como acumuladores compulsivos vamos arrinconando y empalmando, con la promesa que “algún día se necesitarán” y cuando llega ese día, ni siquiera nos acordamos que existen o peor aún, aunque los busquemos, si es que los localizamos, ya están todos enmohecidos, oxidados e inservibles.

Uno de los fines principales de la educación, me refiero a la educación integral, no es el acumular de manera natural y estructuralmente bajo la lógica social, los conocimientos, técnicas, grados escolares, conductas y demás elementos que se nos otorgan formal o empíricamente durante nuestro trayecto vital; más bien, deben ser las bases y nuestro soporte para realizar todas las acciones personales, familiares, laborales, de pareja, de padres e hijos, de maestros y alumnos, en fin, es lo que se conoce como aprendizajes para la vida.

Una de las formas en que lo aprendido se puede usar para nuestras vidas cotidianas, está representada por la toma de desiciones que día con día tenemos que ejecutar.

Como una analogía, tenemos que alimentar todos los días con conocimientos y experiencias, las coordenadas que integrarán nuestro “GPS personal”, ese que llevamos integrado a nuestra inteligencia lógica y emocional, radicada en nuestros dos hemisferios cerebrales y que, llegado el momento de tomar una decisión, nos aportan los datos y la ruta del camino a seguir, de manera razonada, pero además con valores y actitudes adecuadas a la situación y el contexto.

Parte de la educación integral que debemos fomentar desde familias y escuelas, además de los conocimientos científicos y culturales necesarios, están los ejercicios del uso adecuado de éstos para elegir, mediante decisiones pertinentes, los caminos correctos; incluso, el saber cuando nos hemos equivocado y hay que admitirlo y rehacer el camino andado.

En retrospectiva, para los adultos, en algún momento de nuestras vidas se presentó ante nosotros el ofrecimiento del consumo de sustancias prohibidas y tomamos decisiones, elegimos el camino o lo recompusimos; de igual forma se presentaron las diversas situaciones por las que pasamos: estilo de personalidad, vestuario, amigos; elección de carrera, trabajo u oficio; determinación del género, pareja, familia; creencia y práctica de acciones religiosas y muchas más.

Si en todas las acciones que tuvimos que elegir el camino a seguir, no tomamos decisiones y nos dejamos llevar por los demás o, dejamos que el azar decidiera por nosotros, entonces ¿de qué sirvió todo lo que en el trayecto acumulamos?

Frecuentemente, se menciona que hasta ya de grandes, se aprende a tomar decisiones y elegir conscientemente las rutas a seguir, incluso hay quienes todavía ya de adultos mayores no toman las riendas de su vida.

Debemos pensar ya a la educación de una manera que abarque más allá de lo tradicionalmente asignado a escuelas y familias y comenzar a habituar a nuestros hijos y alumnos a elegir caminos, no obstante se equivoquen o acierten.

Tarde que temprano ellos se encontrarán solos, no únicamente porque ya no estaremos en este plano terrenal, sino que de manera natural tendrán que comenzar a independizarse del hogar y por consiguiente encarar los retos que nosotros ya afrontamos, pero también esos nuevos retos que seguiran surgiendo; ante esto, ellos tendrán que elegir el camino.

No sería nada raro que como parte de programas escolares o charlas y ejemplos dentro de las familias, se tenga una materia o tema llamado: “toma de decisiones, elige tu camino”, en la cual se realizarían ejercicios cotidianos sobre el análisis y la elección de rutas adecuadas y la evaluación de éstas, en donde se tomaría la decisión de seguir, cambiar de ruta o volver a comenzar.

Además, como un plus de estas prácticas, se tiene la opción de innovar y al hacerlo, no seguir solamente los caminos preestablecidos, sino de crear el propio y así descubrir las posibilidades infinitas que hay de transitar y ser educado para la vida.

Hasta el momento, ¿cuáles fueron los caminos que elegiste? ¿fueron los correctos?  si te equivocaste ¿los modificaste a tiempo? ¿tuviste la oportunidad y la valentía de labrar tu propio camino? ¿diste la oportunidad a tus hijos o alumnos de elegir caminos? o ¿solo les planteaste los que para ti eran los adecuados? 

Si me estás leyendo, significa que el camino no ha terminado, sin pérdida de tiempo debemos fomentar entonces que todo lo aprendido debe ser utilizado para elegirlo decididamente.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx