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Familia y escuela Capítulo 118: ¿Gratis?

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Julio 13, 2022 03:00 a.m.

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No cabe duda que la sabiduría popular emite consignas transmitidas de generación en generación, las cuales pasan a conformar proverbios que, si bien pudieran ser o no verdades totales o parciales, son aceptadas como tal por la mayoría de las personas.

Es ampliamente conocido el dicho: “Nada en la vida es gratis”, el cual es aplicado a todas las acciones en donde se ofrece un servicio, producto o acción para favorecer a alguien, en apariencia sin el cobro correspondiente.

Tenemos el caso de la oferta en la venta de productos de todo tipo: artículos de primera necesidad, de servicios de transporte, turísticos, de adquisición de bienes materiales con “grandes descuentos” o excesiones de pagos iniciales y todo lo que, de alguna forma u otra, es suceptible de venderse o consumirse.

Todo lo anterior acompañado con amplias y casi siempre muy efectivas campañas mercadotécnicas, ofreciendo en grandes gangas “beneficios” y elementos de gratuidad para influir y casi “obligar” a los consumidores a estar al ritmo de la moda y del cumplimiento con los compromisos sociales, transferidos a compromisos morales con los festejos de la mamá, el papá, el día del amor y la amistad, solo por mencionar algunos; acompañados de grandes movimientos masivos como las “ventas especiales” “el buen fin” “hot sales”, entre otras, actuando como grandes remolcadores a los cuales se adhieren todas las empresas y hasta pequeños comerciantes y prestadores de servicios.

De igual forma el proverbio mencionado se aplica para las acciones, favores o apoyos que alguien con mayor estatus moral, social, laboral o económico brinda a una persona, aunque teóricamente dichas acciones deben realizarse de manera desinteresada.

En toda esta lógica descrita, uno de los servicios que tiene cabida en ella es precisamente el de la educación; resulta claro que nos referimos a la educación ofrecida por particulares, conocida popularmente como: educación privada.

Al igual que los productos ofrecidos por las distintas empresas, en donde existe una gran variedad de bienes y servicios de diferentes calidades y costos; de la misma forma, los servicios educativos se ofertan con esas características.

En estas escuelas, siguiendo la línea empresarial, los padres de familia a manera de “clientes”, confían a sus hijos para que los egresen como “productos de calidad”, mediante los costos que se generen por el servicio, los cuales están justificados por el tipo y el gran nivel de sus instalaciones, profesores y carácterísticas de los planes de estudio, los cuales muchos de ellos, están enriquecidos con aspectos integrales de valores, habilidades y otros más que completan su formación.

El otro lado de la moneda, está integrado por la educación pública básica y media superior, la que brinda el estado, por lo que amparada en la propia constitución del país, se asegura la gratuidad de su servicio: “Toda la educación que el Estado imparta será gratuita”.

Sin embargo y como es sabido por todos, incluidas las propias autoridades educativas, este precepto no se cumple cabalmente; por supuesto que no se descubre “el hilo negro”, dado que si bien es cierto que se considera ilegal el que la propia institución cobre cuotas de inscripción, mensualidades y otros conceptos relativos a la estancia de los alumnos en los planteles; no obstante, existen cuotas impuestas por los propios padres de familia, listas de útiles escolares y material de apoyo, entre otras cosas, que éstos deben sufragar.

Este aspecto ha sido discutido ampliamente y se han presentado diversos argumentos para explicarlo: la incapacidad del estado para brindar todo el apoyo necesario y en consecuencia, el apoyo solidario que los padres de familia deben demostrar cooperando para la formación de sus hijos; la diversidad de contextos, la dispersión geográfica y las necesidades específicas que con estas características se generan.

En la parte más crítica, se tiene el argumento de los costos asumidos por padres de familia con niveles de bienestar bajos o marginales, los cuales deben desembolsar cantidades de dinero en ocasiones superiores a sus ingresos, por cada hijo que “gratuita”, pero además obligatoriamente, debe asistir a la escuela.

¿Por qué un aspecto tan visible no ha sido cuestionado de manera más enérgica por los padres de familia?

Esta pregunta nos ingresa a una temática por demás interesante, debido a que los gastos asignados por las familias al rubro de educación de sus hijos en escuelas públicas, se encuentra ya previsto o al menos tomado en cuenta de manera natural, sin oponer resistencia o queja significativa.

Además, resulta ya una acción necesaria y hasta en ocasiones un ritual gustosamente aceptado, el acudir y formar parte de las grandes filas para la adquisición de todos los útiles escolares, uniformes, calzado, mochilas, recipientes y loncheras y demás implementos, que serán imprescindibles para la asistencia a la escuela.

Tradicionalmente se convierten en recuerdos gratos e imborrables los momentos especiales al estrenar una libreta, sacarle punta a un lápiz nuevo o al usar los colores; el aroma que se generaba al abrir un paquete de plastilina o la emoción al llenar de libros la pesada mochila nueva; más actualmente, el poseer la primer computadora o celular para el uso escolar.

Es cierto, nada es gratis en la vida, sin embargo existen cosas que se miden y aprecian con otros valores, más allá de los costos económicos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx