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Familia y escuela Capítulo 217: El fin último de la educación: la felicidad

Por Gustavo Puente Estrada

Junio 05, 2024 03:00 a.m.

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¿Qué hay de malo en ser feliz?

Esta interrogante la plantea Michael Rustin y posteriormente Zigmunt Bauman; y tal pareciera que la pregunta tiene una respuesta que resulta lógica y hasta por demás simple, porque en esencia no tendría nada de malo con que alguien sea feliz y encamine su vida y acciones en su búsqueda.

Sin embargo, la interrogante comienza a complicarse cuando se tiene a la vista el significado que, de manera material y consumista, ha adquirido la ruta para la obtención de la felicidad; a este respecto, Bauman afirma que: “…La estrecha correlación entre crecimiento económico y felicidad suele considerarse una de las verdades más incuestionables, quizás incluso la más evidente”.

Estamos ante una ruta y un objetivo evidente y claro que se dibuja en el horizonte y finalidad de la vida de la mayoría de las personas: la obtención de recursos económicos, entendidos éstos como, no únicamente dinero, sino todo el cúmulo de bienes materiales de consumo necesario y superfluo; de moda y de tendencia social, cultural, estética y hasta de filtro para ser aceptado por el grupo al que se desea pertenecer, todo ello para la obtención de la felicidad.

Tenemos entonces que, se suele ser feliz, ya no con la compañía de una persona, el disfrutar de su conversación, abrazarla o, incluso, el pasar tiempo de calidad durante un paseo; todo eso ha cambiado por el abrazar y tener en nuestras manos un teléfono celular y apreciar, dialogar y tener tiempo de recreación desde escenarios y medios virtuales.

Infeliz, aquella persona que no posee un aparato de comunicación de telefonía celular y su correspondiente crédito para tiempo aire; marginado social de la felicidad, aquel que no tiene conexión virtual para estar vinculado laboral y recreativamente con el mundo en tiempo real.

Lo mismo se aplica para todos los demás bienes de consumo que, necesarios o no, son “obligatoriamente” impuestos para ser un miembro activo y aceptado por la sociedad actual, por lo que, el poseer todo lo que se ofrece, remite a la obtención de la felicidad y, claro está, de manera lícita o no, se hace todo lo que esté al alcance para obtenerlo.

Lo anterior se suele usar como uno de los factores que explican (no justifican) todos los fenómenos de consumismo, inseguridad, corrupción, compadrazgos, nepotismo y muchos actos y hechos que caracterizan de manera clara nuestra cotidianidad.

¿Qué papel juega la educación en la búsqueda de la felicidad?

Se ha llegado a un punto tal que, al educar y formar a personas, bien sea en escuelas o en planos familiares y en medios de comunicación, se ha seguido puntualmente la siguiente relación: “a mayor obtención de recursos económicos, mayor y mejor será la felicidad alcanzada”, corroborando fielmente el carácter materialista y acumulativo que la acompaña, provocando una desesperanza e insatisfacción entre aquellos que no han sido capaces de “ser felices” de esta manera.

La mayor parte de la formación recibida hasta el momento, ha basado sus resultados en la obtención de diplomas, certificados, títulos y reconocimientos que miden cuantitativamente habilidades que son de utilidad para el desarrollo de alguna actividad productiva y de obtención de recursos económicos, los cuales van a generar en quienes los desarrollan, mayores ingresos y por consiguiente la obtención tan preciada de su felicidad.

La mayoría de los sistemas escolares, las familias y por supuesto que las empresas productoras de bienes y servicios, lo entienden y es por ello que apoyan esa forma educativa, en muchas ocasiones convencidas de que es la única fórmula para provocar que alumnos, hijos y clientes puedan acceder al nivel de vida proclamado socialmente.

No obstante, existen ya múltiples centros escolares y familias, interesadas en la formación integral, aquella que no solamente privilegia los aspectos académicos y científicos necesarios, sino que también promueve con la misma o mayor relevancia a los valores, socio emociones, habilidades, costumbres y estilos de vida saludables; todo ello en pro de fomentar una búsqueda de la felicidad con la misma integralidad y, desde luego, con otros parámetros.

Incluso, existen ya empresas que no conformes con solicitar el diploma o grado de especialización técnica, exploran como requisito de contratación, la práctica de ciertos valores y habilidades como la honestidad, la lealtad, el trabajo en equipo y muchas características más que, incluido en un ambiente laboral adecuado, redundan en empleados con un nivel superior del sentido de pertenencia hacia la institución y mayor satisfacción personal y laboral que abona a la búsqueda de su felicidad.

La educación es fundamental para el cambio del paradigma que se ha creado alrededor de ser feliz; en efecto, no tiene nada de malo el ser y el buscar la felicidad, siempre y cuando ésta sea de forma integral.

Ya Bauman lo anticipaba: “…la mitad de los bienes cruciales para la felicidad humana no tienen precio de mercado y no se venden en las tiendas. Sea cual sea la disponibilidad de efectivo o de crédito que uno tenga, no hallará en un centro comercial el amor y la amistad… y la autoestima que nace del trabajo bien hecho…”.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx