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Familia y escuela Capítulo 242: La educación es la actividad humana más importante

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Noviembre 27, 2024 03:00 a.m.

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De los miles de actividades que confieren a las personas la característica de ser humano, la educación es la que resalta como aquella que se encuentra en el origen y fundamento de todas las demás.

No me refiero únicamente a las actividades escolares, sino a la educación como ese proceso en donde la enseñanza y el aprendizaje se lleva a cabo en todos los momentos y espacios de la vida social; en familias, medios de comunicación, espacios de convivencia en común como la escuela, plazas y jardines públicos y hasta en las más insospechadas acciones cotidianas por las que atravesamos.

Este proceso educativo es el origen de todas las actividades del hombre, dado que, cada nueva acción que realizamos lleva paralelamente otras durante las cuales aprendemos o si son actividades ya realizadas, con cada nueva práctica vamos mejorando lo ya aprendido.

Educar y educarse lleva consigo una carga tan amplia como la vida misma, es por ello que este proceso comienza a funcionar desde que se nace; para los recién llegados a este plano terrenal, se inicia a registrar toda serie de sensaciones, en tanto que, para los papás, el aprendizaje de cómo cuidar a un bebé y después tener la suficiente capacidad y la nada fácil tarea de ir formando y conduciendo a esos niños en su trayecto adolescente, juventud y hasta la adultez.

Por su parte, esos bebés al ir creciendo se van habituando y aprendiendo todas las formas sociales que, en un inicio en su mundo, el hogar, se les van presentando y van adquiriendo casi espontanea y naturalmente los diferentes lenguajes, costumbres, formas y tipos de consumo alimenticio y cultural de la familia nuclear y extensa.

Desde ese momento, sus aprendizajes se circunscriben al hogar, pero lentamente y por el contacto que se tiene con todas las formas de comunicación que se manifiestan a través de la televisión y todas las redes sociales y plataformas digitales empleadas en la casa se dan cuenta que, allá afuera, existe otro mundo donde hay miles de cosas por aprender.

Todavía dentro del hogar es una sensación de libertad el quedarse solo en una habitación y aprender de una manera diferente, al echar una mirada al mundo exterior o al mundo digital, teniendo un aparato de telefonía celular o de cómputo que permita explorar lo que se prefiera sin ser observado, corregido o reprimido por los padres.

Resulta toda una odisea de aprendizajes fantásticos la primera vez que, en edades tempranas, se llega a un plantel escolar: niños y niñas diferentes, adultos con gestos adustos, serios y muy pocos sonriendo; ruidos, rutinas, actitudes y acciones diferentes a todas las hasta entonces experimentadas; se siguen reglas explícitas y algunas que no fueron planteadas, se premia la seriedad y se prohibe reir.

Una aventura de mayor importancia y que provee aprendizajes totalmente novedosos, sin duda está en el momento que por primera vez, salimos de la casa solos, libres, independientes ¡ya no se es niño!.

Afuera encontramos todo aquello que ya previamente habíamos atisbado por una ventana virtual o en las salidas hacia la escuela o en paseos familiares; pero, esta vez, con la enorme diferencia de hacerlo en libertad, esa sensación que se experimenta y nos vuelve autónomos para aprender en el tiempo, forma y espacio donde se prefiera.

Es en este momento en donde se desata una vorágine de nuevas enseñanzas y aprendizajes: en las escuelas de los diferentes niveles educativos aprendemos a sortear todas las visicitudes para demostrar que hemos memorizado, al menos por un día, todos los contenidos que en un salón de clase una maestra o maestro nos mostraron.

Se aprende a mediar y resolver todos los momentos y situaciones que la cotidianidad social nos muestra; desde normas, convencionalismos, costumbres, actividades y riesgos que se presentan en los escenarios por donde se transita y se convive en común con “los otros alumnos”.

Se aprende a sentir esas cosquillas que con la adolescencia y la juventud enfrenta a los sexos, siguiendo los llamados de la naturaleza, observando a él o ella y estando siempre alerta a la consecución de una pareja; desde este momento se tienen aprendizajes de nuevas formas, tonos, matices y contrastes, dado que todo a nuestro rededor se aprecia diferente.

Nos apropiamos de una profesión, oficio o actividad laboral que nos permite tener un panorama económico y el comienzo de un pensamiento que comienza a centrar una responsabilidad diferente a todas las anteriores; aprender a producir capital para nuestras actividades y necesidades.

No cabe duda que la vida es cíclica, porque llega el momento de tener una de las lecciones que cambiará la nuestra por completo: ¡tenemos hijos¡ nos toca ahora enfrentar lo que nuestros padres hicieron con nosotros, el tener esa responsabilidad vital de conducir, desde el inicio, a un ser humano.

Resulta claro comprender que desde que nacemos, la educación como proceso de enseñanza y aprendizaje, ha estado presente a lo largo de todas las etapas de la vida de las personas y, aunque en cada uno se ha entendido y resignificado de forma diferente de acuerdo con su tiempo y contexto en donde se efectuó cada lección vital, no cabe duda que es la actividad humana más importante.

Llegado el momento, se asiste a la lección final de la existencia, se aprende a recordar todas las sesiones y momentos vividos, sus experiencias, recuerdos y hasta las personas que nos acompañaron en este gran proceso educativo; para algunos es la lección más importante de sus vidas, en la cual se aprende a dar el paso definitivo hacia “el otro lugar”, “el otro plano”, dejando atrás todas las lecciones, enseñanzas y aprendizajes que tuvimos como seres humanos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx