Familia y escuela Capítulo 252: Aprender: explorar, descubrir y redescubrir
Usualmente estamos esperando que toda la educación se nos de y se nos imparta, bien sea en una escuela, el hogar o en cualquier proceso laboral o de normas sociales, costumbres y usos culturales; que todo lo que aprendamos nos llegue para que lo podamos adquirir y usar.
La educación, en lo general, se ha vuelto un proceso unidireccional en donde solamente se ha considerado la ruta: “yo enseño y tú aprendes”, sin que se cuestione o se busquen otras opciones y, los actores de éste, tienen bien claro su papel: padres, maestros y otros personajes, teniendo la autoridad y la seguridad de su edad, preparación o conocimiento que los acredita como capaces de enseñar; en tanto que los hijos y alumnos asumiendo cómodamente el rol de receptores, esperando que ellos les muestren lo que deben aprender y cómo hacerlo.
Se ha llegado a asumir el rol de alumno, de cualquier nivel educativo, lo mismo que los hijos de familia, de forma tal que de manera natural están preparados para solamente ser receptores y repetidores de lo que se les enseñe, diga, muestre o indique.
Esta actitud es tan socialmente aceptada que se ha convertido en una rutina educativa en la que todas sus acciones, formatos, dinámica, infraestructura y tiempos se efectúan tan naturalmente que forman parte de una perfecta normalidad.
Los padres hablan, los hijos escuchan; en la familia se realizan diferentes dinámicas y acciones, lenguajes, resolución de problemas, formas de consumo alimeticio, cultural y una serie enorme de enseñanzas, las cuales son directamente aprendidas por los sujetos que las están apreciando.
En los salones de clase, para empezar, la normalidad que plantea su disposición colocando al frente y arriba a quien se preparó y sabe más que los que estan sentados observándolo; las normas que dictan lo que los alumos deben aprender con la cantidad preestablecida de horas y horarios a la semana, acordes con su edad y nivel; los límites que establecen el mínimo de contenidos, así como hasta dónde aprenderlos. Esta rutina se repite en miles de aulas de clase con perfecta aceptación y sincronía.
Ha sido tan natural el procedimiento de estas dinámicas que es innegable el papel del hijo o del alumno de ser solamente un receptor y duplicador de todo lo que se le ha enseñado, dejando de lado el influir en él y provocar su propia capacidad de ser un gran explorador yendo en búsqueda de todo lo que se quiera conocer, no importando los límites impuestos.
El explorador tiene la gran cualidad de plantearse sus propios objetivos y metas, de detectar lo que quiere descubrir, los tiempos y las formas en los que lo intentará una y otra vez, alejándose de los parámetros de obtener una calificación sobre lo aprendido, logrando autoevaluar los procesos que él mismo ha instrumentado, corrigiendo cada intento y mejorando sus estrategias.
Explorar implica el asumir el desafío de resolver todas las vicisitudes y obstáculos que se vayan presentando, desarrollando y empleando las habilidades y destrezas con las que se cuenta o las que se deben dominar; presentar un alto grado de convicción en lo que se está desarrollando y, sobre todo, la actitud decidida de no desistir y mostrar resiliencia.
Es muy probable que cuando este acto intrépido de acceder al conocimiento buscado y aprendido de manera autónoma se logre, tenga diferentes recompensas: la permanencia de lo descubierto en la mente del explorador para toda su vida, en comparación con lo aprendido de manera estructurada tradicionalmente; la satisfacción de haberlo logrado por sí mismo, mostrar la capacidad de asombro por lo descubierto; la autoconfianza y estima de su persona al darse cuenta que puede llegar a conocer lo que se proponga.
¿Qué detiene a alguien de ir en búsqueda de lo que quiera o necesite conocer?
Si por ejemplo se quiere conocer acerca de lo que es la Inteligencia Artificial o el Metaverso, no se necesita esperar a que se ofrezca un curso de dichos temas, o esperar una clase que lo muestre, porque es momento de comenzar la aventura de explorar e ir a buscar y descubrirlo.
Otro aspecto relevante a tomar en cuenta de los conocimientos auto adquiridos son los redescubrimientos que de éstos se pueden lograr apreciar. Resulta que cuando hemos descubierto algo importante, tal pareciera que ya una vez de causarnos asombro está comprendido, dominado y tenemos la seguridad de haberlo aprendido; sin embargo, el regresar a ellos nos provoca sensaciones y aprendizajes diferentes.
El conocimiento y las formas en que se percibe y se usa nunca están fijas ni son definitivas, puesto que las condiciones y el contexto en donde se emplea están en constante cambio y movimiento; se provoca que se vuelvan a aprender elementos nuevos con respecto a los primeros que se obtuvieron.
Cuando alguien regresa a observar alguna película, serie o documental audiovisual que nos impactó; regresar a leer nuevamente algún libro, artículo o reseña escrita que nos dejó conocimientos importantes; volver a apreciar alguna publicación, “reel” o historia en redes sociales que nos hicieron tener sensaciones diferentes y profundas; al regresar a todos ellos, se generan nuevos contenidos, se aprecian nuevos detalles y se suman elementos y conocimientos valiosos y sobre todo, se vuelve a aprender de lo que ya se conocía.
Desde luego que no es fácil el generar e impulsar a dejar de ser un simple receptor y repetidor de conocimientos a convertirse en un intrépido explorador, sobre todo por lo establecido del proceso rígido de aprendizajes; sin embargo, son muchas las ganancias y aspectos relevantes los que se logran al formar personas que busquen y obtengan sus propios conocimientos.
Formar y educar para generar de nuestros hijos y alumnos esos intrépidos exploradores, es un objetivo que no debemos perder de vista y por el contrario, resulta una encomienda que padres de familia y maestros debemos de buscar diariamente.
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