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Familia y escuela Capítulo 67: Familias permisivas

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Julio 07, 2021 03:00 a.m.

La sabiduría popular afirma que: “todos los extremos son malos”.

Desde luego que la frase pasa por ser un compendio de experiencias que la corroboran, situación tras situación, época tras época, día tras día; por ser casi incuestionable y por extensión, se acepta como una ley de la vida misma.

Para el caso de los estilos de crianza que practican algunas familias, en efecto, está estudiado que cuando la forma de establecer reglas y formas de convivir de sus miembros, son o demasiado estrictas o demasiado laxas, se tiene una probabilidad de que sus hijos muestren conductas catalogadas como “antisociales”, “anómalas” o con muy poca o nula “proactividad”.

Esta probabilidad de mostrar dichas conductas, desde luego que no es una tendencia que asegure al cien por ciento, el desarrollarse hacia una personalidad que esté fuera de los márgenes establecidos por la cultura del grupo social; sin embargo, se puede desembocar en lo que se conoce como: Familias permisivas.

Una familia permisiva es aquella en donde se llega al extremo de que los padres son incapaces de disciplinar a los hijos de manera persuasiva, es decir, de que las reglas naturales con las cuales se mantiene un ambiente de confianza, apoyo y respeto, no sean acatadas; desde luego, sin caer en la imposición violenta y sin fundamento, que nos llevaría al extremo contrario.

Este equilibrio no es nada sencillo de lograr, nadie ha dicho que la función de padre o madre de familia lo sea; por el contrario, se hace notar de manera clara los extremos y el tipo de crianza y familia al que se puede llegar si no se asume el reto.

Por cierto que, ocurren evidencias y comportamientos similares en la práctica docente de cualquier nivel educativo, en donde los maestros y maestras, al ser incapaces de conducir de manera adecuada a sus alumnos y de crear un clima escolar adecuado, permiten que ellos manipulen al grupo.

Cuando de facto, los hijos o alumnos toman el control de la situación, la primera consecuencia que se observa es que el padre de familia o el maestro ocupan una segunda posición, pasan de ser los conductores del transporte a simples pasajeros, de ser quienes encabezan la ruta a simples observadores sin decisión.

Se pueden establecer dos variantes: la primera en donde ellos, al asumir el mando, no tienen la suficiente madurez para hacerlo y llegan a ejecutar acciones fuera de la normalidad, con el peligro de romper la armonía del grupo o de la familia hasta extremos de riesgos y violencia.

Madre de familia de adolescente: “…estuve muy angustiada esperando a mi hijo despierta toda la noche, por más que le mandaba mensajes al celular, lo tenía apagado… le recomendé muchas veces que se comunicara, pero nada… estaba por amanecer cuando llegó, lo primero que hice fue intentar regañarlo, pero sin darme tiempo, me amenazó como lo hace siempre, con irse de la casa y preferí ya no decir nada”

Inspector escolar de educación secundaria: “… fue muy penoso el caso de esa maestra, porque era de todos los días el que los alumnos, desde que entraba al salón de clases, comenzaran a burlarse de ella, bien sea por su vestuario, por su forma de hablar, por lo que sea, el pretexto era lo de menos; comenzaron como un plan bien maquinado, con ligeros cuchicheos, hasta que pasando los días iban subiendo de tono. La gota que derramó el vaso ocurrió cuando un buen día, ella no soportó la situación y rompió en llanto frente a todos… cuando nos enteramos e intervenimos fue demasiado tarde, ella ya había renunciado”

La otra variante ocurre cuando, de acuerdo con el estilo de crianza, se va otorgando de manera intencionada y gradual, responsabilidades acorde con su edad y desarrollo, de forma tal que al ir evolucionando, llega el momento que de manera democrática y compartida, asume algunas o todas las decisiones en acciones que representan a la familia.

Ocurre también cuando en un grupo escolar, los alumnos más avanzados fungen como monitores o guías de sus compañeros, llegando a asumir, en determinado momento, el papel del docente.

Por supuesto que en estos casos, los hijos o alumnos asumen el control, dejando en un segundo término a los padres o maestros, pero con la gran diferencia de la proactividad de sus acciones, además del convencimiento del apoyo que se les brinda a los que dirigen la marcha familiar o escolar.

Ambas formas permisivas, no son casos de excepción, sino verdaderas maneras establecidas de ser líder y de encaminar de la mejor manera posible las acciones de las personas a quienes nos toca representar y conducir. 

Como suele ocurrir, para este tipo de situaciones, las escuelas normales para la formación de profesores, se quedan demasiado cortas; y qué decir de la “profesión” de ser papás. Vamos aprendiendo integralmente con cosas que van desde las experiencias de quienes nos anteceden y de las propias. Lo importante es estar alerta y consciente de buscar el equilibrio y evitar llegar a esa permisividad.

Como bien apuntó Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace el camino al andar…”

Comentarios: gibarra@uaslp.mx