Foxadas
La coalición de partidos políticos y poderes fácticos de la derecha opositora naufraga en su intento por contar con mejores expectativas para competir con éxito en 2024. Para muestra, basta ver cómo auspician la intromisión de personajes impresentables en torno a la sucesión presidencial mexicana, a pesar del enorme desprestigio que arrastran. Personajes que, parafraseando a Roosevelt, son como aquéllos hijos de… tigre pintito que, más canijos que bonitos, se reconocen como propios. De allí que sujetos como Vicente Fox re-aparezcan como impulsores de una pretendida idea-fuerza para reeditar polvos de viejos lodos. Pero la idea-fuerza foxista va muy disminuida porque las circunstancias han cambiado, y no se trata ya de “sacar al PRI de Los Pinos”, sino de acompañar a los que antes repudiaron para regresar la historia más de 20 años y, por eso, hasta el voto del miedo empiezan a explorar. En suma, confirman que nunca se consideró consolidar la transición, sino de llevar la famosa “concerta-cesión” a extremos que permitieran seguir haciendo grandes negocios al amparo del poder público.
Por supuesto que personajes como Fox están en su derecho de seguir haciendo el ridículo, y no hay de qué sorprenderse que aún pululen, en nuestro medio, resabios de una política bizarra que caracterizó al viejo régimen político. Vicente, el “ex-presichente”, señor de las víboras prietas y tepocatas, que se hizo célebre por declarar tantas sandeces y hacer tantas payasadas, que rápido propició que se acuñara entre el respetable el término “foxadas”, en alusión a los excesos verbales de que hacía gala. En su momento pudieron tomarse como una táctica para que, a falta de ideas, se ofrecieran ocurrencias; pero a estas alturas, seguir perorando como “chachalaca” es un flaco favor que hace a los representantes de una derecha oposito ra, que pareciera no querer salir del “tanteómetro político” experimentado… a ver si es chicle y pega alguna de las cartas de la baraja que se juega entre villanos. Vicente, el siempre presto a doblar la cerviz frente al gobierno gringo, como en aquel memorable “comes y te vas” espetado a Fidel Castro. Vicente, el que prometió resolver el problema de Chiapas en 15 minutos y fue calificado por el subcomandante Marcos como caricatura de hacendado.
En fin, todo lo anterior pretende destacar que las “foxadas”, que se creía eran cosa de un pasado detestable, se presentan “hoy, hoy, hoy” (diría Fox), sin solución de continuidad, no únicamente por la intromisión de Vicente, sino por la pervivencia de una “política ficción” que, parafraseando a otro expresidente cortado por la misma tijera (Salinas), quisieran regresar al país a la época en la que una minoría de potentados hacía lo que le daba la gana sin mayores sobresaltos, a través de personeros de una clase política que jamás consideró poner el poder del Estado al servicio del pueblo mexicano. Gobiernos “de, por y para empresarios”, decía Fox, y ni modo que, ahora, pretendieran que fuera diferente la cosa. La historia “siempre se repite dos veces”, pues, siguiendo a un clásico, “una vez como tragedia y la otra como farsa”; la tragedia la padecimos con los excesos de gobiernos neoliberales que por fin colapsaron en 2018, la farsa ronda por los rumbos de quien fue foxista y, ahora, quisiera “negar la cruz de su parroquia”.