Dos personas, sentadas frente a frente, enfrentan un desafío, derrotar al oponente. ¿El campo de batalla? un tablero en el que se decide quién de los dos tiene más habilidades para ganar.
Hay muchos juegos que requieren concentración y habilidad para su ejecución, como es el caso del bridge, el póker o las damas, tanto en sus versiones europeas como la china; incluso algunos forman parte de lo que se considera “deportes mentales”, respecto de lo cual hay una federación internacional y juegos mundiales, con la participación de más de ciento cincuenta países. De entre todos, quiero destacar tres que, a mi parecer, desarrollan muy claramente una visión que puede ser adaptada a muchas circunstancias y entrenar a la mente para enfrentar retos y abordar complejas empresas.
Uno de ellos, el más conocido y valorado es el ajedrez, que se juega en un tablero, dividido en sesenta y cuatro cuadros que alternan el color blanco y el negro; se tienen, por cada uno de los jugadores, dieciséis piezas, ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, un rey y una reina; el objetivo, “comer” al rey contrario o, por lo menos, dejarlo en una situación sin posibilidad de escape, el llamado “jaque mate”. Su origen se encuentra en la India y llega a Europa a través del imperio bizantino y de los árabes.
El ajedrez es un juego en el que el desgaste del contrario, mediante la eliminación de piezas específicas, que permite ir tomando ventaja a lo largo del juego, tratando, a su vez, de conservar las que se estiman necesarias para lograr el objetivo, requiere de una gran visión estratégica, dado que cada una de las clases de piezas tiene movimientos particulares que se deben combinar para triunfar. Hay miles de libros donde se analizan grandes partidas, jugadas que incluso tienen nombre y constituyen verdaderos cánones para jugarlo. Se enseña en las escuelas y es valorado como el juego mental por excelencia.
El go es un juego de origen milenario creado en China, el tablero consta de una cuadrícula formada por líneas que se cruzan, tanto verticales como horizontales en igual número, usualmente de diecinueve por diecinueve, aunque se presentan otras variantes. Cada jugados tiene un número indeterminado de piedras o fichas del mismo color, uno blancas y el otro, negras, las cuales se van colocando, alternadamente, en las intersecciones de las líneas, con el objetivo de ocupar la mayor cantidad de territorio al finalizar la partida, eliminando las del contrario que quedan atrapadas en medio de las del color enemigo.
A diferencia del ajedrez, donde la finalidad es matar a la pieza clave del jugador contrario (el rey), socavando su ejército, en el go no hay distinción entre los elementos con los que se juega y, por tanto, se requiere una visión distinta, global y táctica, para tener éxito. Una partida de go puede ir, en duración, de diez minutos a cinco o seis horas en torneos.
El tercer juego es el backgammon, cuyo origen se sitúa en Mesopotamia hace aproximadamente cinco mil años. Se juega sobre un tablero en el que se alternan doce triángulos enfrentados, es decir, veinticuatro, de dos colores que igualmente se intercalan y sobre el que se colocan, de maneras predeterminada, quince fichas por cada jugador y cuyo objetivo es llevar hasta el final, luego de recorrer todos los triángulos, para sacarlos del tablero. Gana quien lo logra primero.
El desarrollo del juego se da mediante la tirada de dos dados en cada turno del jugador y con la posibilidad de “comer” a fichas del contrario y hacerlas iniciar el camino de nuevo.
A diferencia del ajedrez y del go, en el backgammon la estrategia global depende del azar, de cómo se presenten las tiradas, es decir, que las decisiones se toman de momento, sin posibilidad de previsión, por lo que requiere de una capacidad reactiva que no dan los otros dos juegos
Tres juegos, tres visiones, tres objetivos, tres desarrollos, tres formas de aprender a enfrentar nuestros retos.
@jchessal