Lengua (s) materna (s)
Desde el año 2000, el 21 de febrero es el día de la lengua materna (o lengua nativa o L1), de acuerdo con la declaratoria de la Unesco, y la idea es reconocer la diversidad de lenguas o idiomas que se hablan desde que nacemos en un territorio, en este caso México y, dentro de él, San Luis Potosí, y en este, en una comunidad o entorno.
La lengua es comunicación, potencial creación de mundos, archivo y resistencia, y por eso nos debemos el reconocimiento a estas otras formas “maternales”. La Unesco asegura que “cada dos semanas, como promedio, una lengua desaparece, llevándose con su desaparición todo un patrimonio cultural e intelectual”.
Por ahí vi un cartel donde se anuncian para este día “presentaciones de creadores artísticos originarios de la lengua materna”. Lo de ser originario de una lengua es casi poético pero... ¿de cuál?, ¿será en español, inglés, tének, guachichil? Se llega a confundir la L1 con las lenguas indígenas u originarias, pero todos tenemos una lengua materna, que es “la primera lengua que aprende un ser humano en su infancia y que normalmente deviene su instrumento natural de pensamiento y comunicación”.
Según el Plan Institucional de Desarrollo 2013-2023 de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), nuestro estado ocupa el noveno lugar nacional de hablantes de alguna lengua originaria o indígena. “En el año 2010, 248,196 habitantes de cinco años y más hablaban una lengua indígena, lo que representa 10.7% del total de la población. La lengua indígena con mayor número de hablantes en la entidad es el náhuatl”.
Por lo menos ya nadie (que yo haya visto o leído) emplea el despectivo “dialecto” para hablar de esas otras lenguas maternas. Por cantidad de hablantes, las lenguas indígenas más representativas en el estado son náhuatl (55.5 %), tének (huasteco, 38.5 %), xi’oi (pame, 4.4 %), hñähñu (otomí, 0.1 %), tu’un savi (mixteco, 0.1 %) y otras (1.4%). Hay 2.0 % de la población que se reconoce como afromexicana o afrodescendiente.
La Ley General de Cultura y Derechos Culturales, en seguimiento a la Constitución, dice que el Estado debe “garantizar la preservación y fortalecimiento de la composición pluricultural de la nación mexicana sustentada originalmente en sus pueblos indígenas, así como la preservación y el enriquecimiento de sus lenguas, cultura e identidad”. También dice: “El Ejecutivo Federal y las entidades federativas, en el ámbito de sus competencias promoverán la difusión de esta Ley, en las lenguas vivas de los pueblos originarios del país”. ¿Alguien la conoce “aunque sea” en español?
La lengua materna de las comunidades indígenas va de la mano de su cultura e identidad. A pesar de que la Ley manda que haya traductores en todas las dependencias no faltan casos de trámites no resueltos o, peor, personas que van a la cárcel por tener otra lengua materna. Y no olvidemos que en las pasadas elecciones hubo políticos de diversos partidos que falsificaron documentos para hacerse pasar por candidatos de representación indígena.
En San Luis, pero Missouri, Estados Unidos, el año pasado se vendió en subasta una cueva donde la nación osage celebraba sus rituales sagrados y entierros y “tiene 290 pictogramas prehistóricos o símbolos jeroglíficos utilizados para representar sonidos o conceptos, lo que la convierte en la mayor colección de pinturas policromadas de los pueblos indígenas en Missouri”.
Esta semana, el día 15, Guardia Nacional y policías estatales y municipales de Puebla desalojaron las instalaciones de Altepelmecalli, la Casa de los Pueblos, un espacio autónomo que crearon las comunidades nahuas de la región cholulteca en el municipio de Juan C. Bonilla, “con proyectos de salud, educación, comunicación, agricultura, ganadería, justicia y cooperativas” sobre (y contra) lo que fue la empresa Bonafont, “la cual robó millones de litros de agua durante 29 años”. Recordemos que aquí en San Luis también ha habido fotos de patrullas resguardando trabajo de inmobiliarias.
No basta saber que están ahí, hay que respetar toda lengua y la cultura de la que emana. Toda lengua es o contiene la posibilidad de la poesía. Lo dijo Flaubert: “El lenguaje humano es como una olla vieja sobre la cual marcamos toscos ritmos para que bailen los osos, mientras al mismo tiempo anhelamos producir una música que derrita las estrellas”.
De Juan Hernández Ramírez, veracruzano, promotor en su estado de las culturas náhuatl, tének, tepehua y hñahñú, comparto un fragmento de su poema In ueyi altepetl (La gran ciudad), publicado en La Jornada:
Altepetl
mochijtok axkana inik tlakamej,
inik nejnemisej
teposkauajmej
iuan tlen momatkeya
kionij yayauik poktli
tlen ejekatl.
(La ciudad
no está hecha para los hombres,
sino para que caminen
las máquinas,
y los que ya se acostumbraron,
beben el humo negro
del viento.)
Estamos, dicen, en verde en el semáforo epidemiológico. No sé, pero como dice el dicho, “de lengua me como un plato”. A seguirnos cuidando, por favor.
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