Libros obligatorios
La SEP reservó la información sobre las asambleas para elaborar los libros de textos y los planes por cinco años. Con la opacidad se arriesga la veracidad”.
Alma Maldonado
Los libros de texto de Marx Arriaga representan un retroceso educativo y un nuevo ejemplo del autoritarismo del gobierno. Son también punta de lanza para difundir la ideología de la Cuarta Transformación. Más aún, son ilegales, ya que por ley estos libros deben ser elaborados en un procedimiento que incluye consultas. Deben ajustarse, además, a los programas de estudio, pero estos nadie los conoce.
La discusión sobre estos libros de texto, sin embargo, no ha tocado el tema de fondo en este asunto. ¿Por qué debe un país tan diverso como México tener un solo juego de libros que se utilicen de manera obligatoria en todas las escuelas del país?
Los libros de texto suelen reflejar una ideología. Lo hacían los del viejo PRI, que defendían el nacionalismo revolucionario, desde que Adolfo López Mateos lanzó el programa de libros de texto gratuitos en 1959. Durante años el gobierno enfatizó que eran “gratuitos”, es decir, que su costo lo pagan los contribuyentes y no las familias de los alumnos, pero se ocultó su principal característica, que son obligatorios.
El presidente López Obrador ha pedido a Marx Arriaga y a su colaborador, el venezolano chavista Sady Loaiza, que promuevan una “nueva escuela mexicana” a través de los libros de texto. La idea es aprovechar el poder del gobierno y su control sobre el Congreso para impulsar un golpe como el que Lázaro Cárdenas dio al introducir en el artículo tercero de la Constitución en 1934 la determinación de que “La educación será socialista”. Arriaga y Loaiza promueven un sistema educativo inspirado en las “epistemologías del sur” del portugués Boaventura de Sousa Santos, la pedagogía crítica del estadounidense Henry Giroux y la pedagogía del oprimido del brasileño Paulo Freire. Son visiones ideológicas que consideran que la función de la educación debe ser liberar a la sociedad del capitalismo.
Arriaga ha expresado con frecuencia este deseo. En una conferencia en 2021 declaró que la lectura no debe ser “un acto individualista de goce, sino un análisis profundo sobre las diferencias y semejanzas con los demás y el entorno que rodea a las comunidades” para forjar “sujetos críticos que busquen la emancipación de los pueblos”. En una conferencia organizada por el Conacyt en marzo de este 2023 expresó que la SEP debe “hacer de lado” al sector privado en la educación y lograr que “el sueño de la izquierda se haga realidad”.
Los especialistas ya han señalado muchas de las faltas de los nuevos libros de texto. Son ideológicos, técnicamente deficientes, reducen la instrucción en ciencias exactas, son inconexos, tienen un lenguaje inadecuado y mucho más. Siempre ha habido debates sobre el contenido de los libros de texto, pero ahora no hay ni con quién debatir. La SEP afirma que decenas de profesionales participaron en la elaboración de los textos, pero no sabemos quiénes son. De hecho, ha reservado por cinco años la información sobre los libros y los planes de estudios.
Ante las suspensiones judiciales otorgadas contra los libros, el gobierno simplemente ha actuado como si no existieran. “No se van a retirar, ¿por qué?”, dijo el presidente. Y Arriaga se burla de los pseudointelectuales que “braman” porque se desechen.
Pero el problema de fondo, a mi juicio, no es que el gobierno promueva libros marxistas, sino que mantenga la idea de que estos textos deben ser obligatorios en todas las escuelas. Un país debe dar cabida a la diversidad. Es inaceptable mantener un monopolio en los libros de texto.
Privatización
Si bien los libros de texto gratuitos son formalmente obligatorios, en las escuelas privadas es común que se omitan y se usen otros de mejor calidad. Bajar la calidad de los libros oficiales solo impulsará una mayor privatización de la educación.
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