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Maestros

Por Jorge Chessal Palau / PULSO

Mayo 16, 2022 03:00 a.m.

En alguna ocasión escribí en este mismo espacio algunas referencias y recuerdos de mis maestros en la Facultad de Derecho, responsables de lo que hoy soy profesionalmente hablando.

Sin embargo, los cinco años anteriores de mi entrada a la carrera, estuve cinco años en el Instituto Potosino cursando la secundaria y la prepa, época en que tuve la fortuna de conocer a una serie de personas que, desde aquellos escritorios frente a pizarrones en los que aún se usaban gises y borradores, construyeron en la memoria recuerdos indelebles.

No estarán todos, no estarán en orden alguno; simplemente refiero a quienes hoy, frente al teclado, me animan a escribir estas líneas como una sencilla y modesta forma de dejar constancia de que, en mi vida, dejaron huella.

Y es que ¿cómo no tener presente a Juan Rodríguez Landeros, mi titular de segundo de secundaria, duro de carácter pero de enorme simpatía y generosidad? ¿Cómo no recordar sus clases de ciencias sociales, enfocadas a historia universal en primer semestre y luego a la nacional, en las que no faltaban ejemplos y apodos a personajes que conocemos por los bronces de la historia oficial, pero que en sus relatos se convertían en seres de carne y hueso, con todo lo que eso implica?

Primitivo Contreras, maestro de dibujo durante los tres años de secundaria, con una cercanía con los alumnos que parecía más un compañero, corrigiendo las fallas y llamando a las cosas por su nombre, aunque no siempre con expresiones que pudieran haber salido de los libros de literatura, materia que también impartía.

En cuarto de prepa las dos historias (similares al segundo de secundaria pero con mayor profundidad, según los programas oficiales) así como lógica y ética tuvieron en Martín Sánchez Tiscareño un inmejorable expositor, más por lo realista y sincero que por elaboradas cátedras aspiracionales; más por la palabra precisa que el concepto abstracto; más por su pragmatismo que por clases abstractas, cosa que se agradecía en materias filosóficas.

Estos tres maestros nos han dejado ya, pero siempre estarán presentes.

Hay otros que, por aun andar por ahí, espero lleguen a leer estas líneas y, si acaso nos han dejado sin que lo sepa, quede como un sincero testimonio de su recuerdo.

Mi estimado Genaro Hernández, maestro de inglés durante tres años (los nones) de mi estancia en el Instituto, amigo de Facebook y con interacciones ocasionales. Construyó, lo se, firmes puentes de amistad con muchos de quienes fuimos sus alumnos, porque, aunque a veces controversial (¿cómo olvidar las tareas de castigo?), su carácter le colocaba como uno de los más empáticos profesores que siempre podía hablar y convivir con los alumnos.

  Fernando Carlín Monreal, mi primer titular en el Potosino, aunque decisiones administrativas y/o personales lo llevaron a salir prematuramente en aquel mismo año. Solemnidad y formalidad no eran palabras que lo acompañaran, pero si bonhomía y agudeza de ingenio.

Una referencia especial a dos maestros que, con el tiempo, además fueron mis jefes, pues me dieron oportunidad de impartir clase en la escuela preparatoria que tenían, Félix Corpus y Antonio Venegas.

Don Félix, maestro de etimologías grecolatinas, historia de las ciencias, latín, economía e historia de América, fue y estoy seguro que sigue siendo, un ejemplo de erudición. Aun hoy cuento como entregaba las calificaciones de sus exámenes semanales de latín, por orden descendente de calificación, apareciendo los primeros nombres allá por el seis o el cinco, aunque al final del mes el balance mejorara notablemente.

El maestro Venegas se encargaba de orientación vocacional, por lo que agradezco el cauce que me mostró y hoy ejerzo; nos dio también historia del arte, administración y contabilidad pero, más allá de aquellos tiempos, hoy lo tengo como un apreciado amigo, como un extraordinario ser humano, una persona de enorme carisma y simpatía.

Termino mencionando a quien, sin duda, considero un personaje ilustre en toda la extensión de la palabra. Fui testigo presencial de sus inigualables dotes de memorista, de su agudeza de ingenio, de su formidable inteligencia y de la sencillez con las cuales nos dio la enseñanza de trigonometría, geometría y cálculo, Don Marco Antonio Flores Meyer, director del instituto durante mis cinco años de estancia y autor de los libros en esas temáticas usados a lo largo y ancho del país para la educación media y media superior.

Gracias a todos ellos. Si hay omisiones, me disculpo, pero el espacio disponible también manda, pero volveré a estos recuerdos en alguna otra ocasión.

@jchessal