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Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre / PULSO

Noviembre 12, 2021 03:00 a.m.

La rosa, dicen, se jactó ante la margarita de su belleza, de su perfume y de su fama literaria.

-Sí -admitió la margarita-. Pero nadie ha bautizado un coctel con tu nombre.

En mi jardín albean las margaritas como en el cielo las estrellas. Nada saben de literatura, del Fausto o de Darío, del “me quiere, no me quiere”. Son románticas sin saberlo. 

Aun así cada una es un prodigio e belleza. Si miras de cerca su cáliz te maravillarás. Junto con sus pétalos forma una perfecta arquitectura superior a cualquiera de la humana.

La margarita es una flor sencilla. Decir su nombre tan diminutivo es como pronunciar el nombre de una niña. Margarita la de Goethe era una niña antes de que el joven viejo Fausto le mostrara los dos abismos: el del infierno y el del paraíso.

 Yo paso junto a las margaritas y les dedico una mirada casta. 

Eso les gusta a las margaritas. 

En cambio al pasar junto a las rosas se me escapa una mirada 

erótica.

Eso también les gusta a las rosas.

¡Hasta mañana!...